Ya habían fracasado un par de veces pero volvieron a intentarlo. La historia que me contaron de chico decía que esa vez todo el pueblo quedó vacío. Nunca se me ocurrió confirmarlo. Las leyendas de la niñez no se cuestionan. Igual parece que fue cierto, tengo acá una crónica de la época que dice: “Los trenes de la estación local salieron repletos: cada uno de ellos fue asaltado por una avalancha de gente”.
El barrio Los Talleres había crecido alrededor de la estación creada para reparar los ferrocarriles del Sur. Vivían ahí escoceses, irlandeses, europeos de otros rincones y criollos. Todos trabajaban para el tren y todos eran hinchas del cuadro de fútbol que llevaba el nombre de la zona: Talleres (bautizado británicamente como Talleres United FC), que ese día, 22 de noviembre de 1925, jugaba otra final para ascender a Primera.
El partido era en Boedo, en el Viejo Gasómetro, contra San Telmo. El pueblo asaltó las formaciones para viajar hasta Constitución. Al llegar, sigue la crónica, “los más se ubicaron en autos, otros en tranvías. Así se encaminaron a la cancha de San Lorenzo”. Pagaron entrada 15 mil personas. Había tickets de 50 centavos y de un peso, pero la reventa multiplicó los precios. “El que deseaba presenciar el partido debía optar entre ser aplastado o a pagar más de su valor”. Otras tres mil voluntades se quedaron en la calle. La Policía reprimió “con latigazos” cuando se agolpaban sobre la boletería.
Talleres ganó 1-0 con gol de Maro Victoriano -alias Carlos- González, tras centro de Juan Nelusco Perinetti. Es el momento más importante de un club centenario, uno de los equipos fundadores del fútbol argentino, que hoy, en el peor momento de su historia, juega en Primera C.
Pablo Comelli, uno de los fundadores, socio número uno, el que propuso usar los colores de Alumni, ex jugador y capitán, entonces canchero e inquilino del club, no quiso salir del vestuario. Ya había visto las finales anteriores, los dos partidos (0-0 y 0-1) contra Liberal Argentino en 1923 y el 1-2 contra Excursionistas en 1924, y no quería sufrir más. A los seis minutos del segundo tiempo, escuchó el grito de gol y se quedó inquieto tratando de entender de quién había sido. Lo rescataron con la buena noticia y vio el partido hasta la consagración.
En esa final, a diferencia de las otras, estuvo Juan Perinetti. Juan había fundado el club en 1906, había sido el capitán de Talleres en su primer partido (1-0 a un equipo de Banfield con gol de Comelli), había brillado como puntero izquierdo en la Selección y en Racing (campeón entre 1913 y 1919), y había vuelto, ya veterano, para llevar a su equipo en Primera.
“Racing y Talleres, los dos campeones supremos de la Amateurs, se fundieron el domingo por la tarde en un cordial abrazo, después de la victoria del segundo, que equivale al ascenso a la categoría, donde el Racing ha triunfado ampliamente sin una sola derrota”, dice otra crónica. Talleres también era campeón invicto (15 triunfos y 4 empates, contando la final). El capitán de Racing, Marcos Croce, le entregó una ofrenda floral a Perinetti como reconocimiento. La figura de ese Racing era su puntero derecho, Natalio Perinetti, que había hecho inferiores en Talleres y pasó a la Academia cuando su hermano mayor jugaba ahí. Fue un gran festejo familiar.
La caravana triunfal, de hinchas y jugadores, celebró en Boedo y volvió a lo que apenas unos años antes de ese ascenso pasó a llamarse Remedios de Escalada. Hubo festejos en el bar de Don Roque Asprea y ya entrada la noche celebraron en la vieja casilla de la cancha de Talleres, donde vivía Comelli. Años después, cuando el club compró las tierras donde está ubicado hoy, la casilla fue traslada hasta el nuevo estadio sobre rodillos, una cuadra por día.
En 1931, la fecha que se marca como inicio del fútbol profesional en Argentina, Talleres era un equipo consolidado en la máxima categoría. De hecho, el año anterior, había hecho su mejor campaña: empató el 4to puesto con San Lorenzo, detrás de Boca, Estudiantes LP y River, por encima de Racing e Independiente. Su arquero, Ángel Bossio, titular en la Selección, era la figura. Ese año, el del Mundial en Uruguay, atajó siete penales de nueve que le patearon.
Talleres era también una escuela prestigiosa de futbolistas. En esos años 20’ y 30’, puso varios jugadores en la Selección y le vendió cracks a todos los grandes: Bosio y Agnelli a River; Lamanna a Independiente; Zubizarreta, Lorenzo, Vissini y Luis Rojas a San Lorenzo; Wilson, Angeletti, Alfredo González, Troncoso y Romano a Boca; Salomón y Máspero a Racing; Titonell y Gazzaneo a Huracán.
Además, era un cuadro muy popular. En ese primer torneo profesional de 1931, según datos de RSSF, cuando Talleres jugó de local contra Boca, en la cancha de River de Libertador y Tagle, metió 17.500 personas. En la revancha, el día que Boca salió campeón, hubo solo 13.400 espectadores. Un año después, El Gráfico hizo una encuesta para saber qué equipo tenía más simpatizantes. El resultado preliminar ponía a Talleres por encima de Quilmes, Lanús, Atlanta, Tigre y Argentinos.
Después de 13 años en Primera, descendió en1938 el día que perdió 5-2 contra River, en su cancha de Timote y Rosales. De esos 18 equipos que fundaron la máxima categoría de la AFA 13 están hoy ahí. Todos, salvo Boca, se sabe, descendieron alguna vez.
Talleres es el único que nunca pudo volver.
En los 50 años siguientes, hasta fines de los 80’, pasó cuatro décadas jugando en la B, de corrido entre 1938-1960 y, luego, con intermitencias -para un repaso detallado de la historia del club recomendamos este blog-. A partir de la década del ’40, creció como institución polideportiva y de enorme actividad social. Sus carnavales eran famosos y una vez, en 1974, llegó a cantar Roberto Carlos. Se destacó en básquet, en waterpolo, en natación y en atletismo -en 1971 construyó su pista y El Gráfico le dedicó una elogiosa editorial-.
El fútbol tuvo que esperar 45 años para volver a ser campeón. Con el Piojo Yudica como estrella, Talleres ganó el torneo de Primera C en 1970. En 1978, se consagró otra vez en esa categoría. Ese equipo, con Verea al arco, el Ruso Molnar y el Tanque López como goleador, es más recordado porque ganó 32 partidos de 38 y goleó en todas las canchas, hizo 118 goles, récord para el fútbol argentino entonces, y le hicieron apenas 30.
El último momento de gloria llegó una década después. En 1987 ascendió a Primera B y en abril de 1988, en cancha de Huracán, le ganó a Almagro por penales, tras empatar 1-1, y ascendió a la B Nacional. Yo vi mi primer partido en esa época, un Argentino de Quilmes-Talleres en Primera C.
Ese equipo, donde jugaban Quiroga, Biaín, Cardozo y Sergio Zanetti, el hermano mayor de Javier, subió dos categorías seguidas y, en la temporada siguiente, tuvo alguna chance de volver a Primera, llegó a estar Tercero a cuatro fechas del final. Esa vez, y las de 1955, cuando terminó Tercero a 8 puntos de Argentinos, y la de 1979, cuando fue Cuarto a diez unidades de Tigre, fueron las que estuvo más cerca, aunque no demasiado, de regresar a la A.
A comienzos de los 90’, en la B Nacional, tuvo uno de sus últimos buenos equipos, con Javier Zanetti, Donati y Pompei en la mitad de cancha. En esa época todavía algunos se atrevían a decir que Talleres tenía que volver a Primera. Mi viejo fue directivo un par de años y me crié en el club con esa idea. En el 95’ descendió a Primera B, estuvo cerca volver rápido pero dejó pasar la chance. En 1999, un poco antes que el país pero con problemas similares, Talleres, en manos de administradores quizás voluntariosos pero seguro incapaces, quebró. Sus hinchas lo recuperaron en 2008. Al año siguiente descendió a Cuarta División, donde sigue ahora.
En los últimos años, la prioridad para la directiva actual fue equilibrar el club. Ahora parece saneado. Hay un nuevo campo de deportes, se remodeló y se iluminó el estadio con aportes económicos de los socios y de figuras como Zanetti o Germán Denis. Parece el inicio de una historia de resurrección. Si Lanús estuvo en la C y volvió para ser campeón hasta de la Sudamericana, si Temperley tuvo que cerrar y ahora está de nuevo en la A. Ojalá pronto, también le toque a Talleres. La historia enseña que hay que intentarlo una y otra vez.