Sí, no es un golazo, ni una gran jugada, ni un pase inolvidable. Ni siquiera es una acción del juego. Sin embargo, vale la pena tomarse esta licencia dada la descomunal importancia del protagonista. Es el mejor entrenador británico de todos los tiempos. Y lo que hace en estas imágenes no es más que una muestra más de su personalidad; una de las tantas razones de su inmortalidad. Es Brian Clough fajando hinchas de su propio equipo. A mano limpia.
Antes que nada, es necesario aclarar que esto no es una celebración de la violencia en el fútbol ni una apología de la agresión física en los ámbitos deportivos. Es el recuerdo de un aspecto de la identidad de un hombre que dejó una huella imborrable en el fútbol. Porque Clough es gigante por llevar a un equipo de pueblo a ganar dos veces la Copa de Europa, pero también por actos como este.
La imagen es hipnótica. Obliga a verla una y otra vez. Tiene una belleza particular. El hombre, erguido, camina entre la multitud que invade el campo de juego. Mira con fiereza a su alrededor. Entonces, como si fuera lo único que puede hacer, o mejor dicho, lo que debe hacer, le pega una derechazo a un hincha que pasa a su lado. Luego, sigue adelante. Se frena ante la carrera de otro y le asesta un golpe limpio al rostro. Esta vez de izquierda. Continúa. Esquiva a los jugadores que pasan a su lado. Toma a otro simpatizante del saco y lo tira hacia el costado. Avanza. Le pega un cortito a un cuarto desaforado invasor. Es un superhéroe.
Lo lógico es que cualquiera que reciba un golpe, intente defenderse y devuelva el ataque. Sin embargo, ningún hincha ni siquiera amaga con pegarle a Brian. Quizás es por el respeto que le profesan, o por la gratitud eterna. Eso sería entendible. De todas maneras, lo que parece en la imagen es que nadie lo enfrenta porque le tienen miedo. Es un señor de casi sesenta años, mayor que todos sus ocasionales retadores, pero tiene un aura combativa tan grande que achica al más compadrito.
El hecho ocurrió en enero de 1989 y Nottingham Forest, su equipo, le había ganado 5-2 a QPR. Entonces, los simpatizantes, eufóricos, decidieron tomar por asalto la cancha. Aunque conocían a su DT, nadie pensó que haría justicia por mano propia. Recibió críticas de la opinión pública, tuvo que pagar una multa de 5000 libras y debió soportar una suspensión de seis meses sin poder sentarse en el banco de suplentes.
Dos de las víctimas, Sean O’Hara y James McGowan, se convirtieron en celebridades y desfilaron por redacciones y estudios de televisión. O’Hara afirmó que varios periodistas le aconsejaron que le hiciera juicio a Clough por los daños, pero él se negó por el amor que le tenía. Incluso, desestimó la sugerencia de la policía, que también le pidió que presentara cargos. Pero se mantuvo firme y mantuvo la lealtad hacia el hombre que lo había hecho feliz. “No quiero causarle problemas porque lo amo”, afirmó alguna vez. Nobleza.
Días después de la trifulca, O’Hara y McGowan se presentaron en el club para pedirle disculpas al técnico por sus actitudes. Sí, los golpeados le pidieron perdón al golpeador. Por supuesto, Clough hizo lo mismo y los hinchas pudieron “reconciliarse” con su ídolo. De hecho, O’Hara mantuvo la relación hasta la muerte de Brian, hace poco más de diez años.
“Hay un tipo en Inglaterra, creo que se llama Brian Clough. Un jugador de fútbol o algo así. Habla demasiado, dice que es el nuevo Muhammad Alí. Voy a ir allí y le voy a demostrar que sólo hay un Alí”. Cassius Clay lo retó a una pelea por TV y Brian, lejos de achicarse, respondió: “Sí, le voy a pelear”. Después de ver estas imágenes, quizás no era una locura su confianza.