Contexto: partido de Copa del Mundo. Situación: Pelotazo largo con destino al corazón del área. En su corrida, el delantero le gana su posición al defensor. El arquero sale rápido y un poco desarmado. Entonces, el atacante decide tocar suave, apenas con la punta de su botín, por arriba del guardavallas. Gol. Golazo. De la Selección Argentina. Festejo total.
No, no es el sueño de alguien después de la final del Maracaná. Ni una resolución posible de aquella acción en una realidad paralela. Es algo que sucedió de verdad, mucho tiempo antes del casi-gol de Rodrigo Palacio que ya forma parte de nuestra cultura popular. En el Mundial de Inglaterra 1966, Ermindo Onega fue protagonista de una jugada calcada a la de la última final del mundo. Lo único que cambió fue el desenlace. Porque aquel 19 de julio en Hillsborough sí era por arriba.
Iban 36 minutos del segundo tiempo y Argentina ganaba 1-0. Con ese resultado, se clasificaba a cuartos de final en segundo lugar, después de Alemania Federal. Entonces, llegó el pase de Artime para el ingreso de Onega, una de las grandes figuras del equipo. El crack de River no dudó y, con serenidad, marcó el segundo gol por arriba de la humanidad del arquero Leo Eichmann. No se festejó demasiado, fue sólo para decorar el marcador y asegurar el triunfo antes del gran duelo contra los locales.
Pasaron más de 50 años y la historia se repitió. Como siempre pasa con la historia. Pelotazo, toque por arriba y… afuera. Lejos de la red y de la gloria. ¿Por qué? Porque el fútbol es así de caprichoso, porque es lo más lejano a una ciencia exacta y, sobre todo, porque Palacio no es Ermindo Onega. La frase “era por abajo, Palacio” ya forma parte de nuestra vida. Pero resulta que es falsa. Porque mucho tiempo antes, Ermindo demostró que sí era por arriba.
El Ronco Onega es el eslabón perdido entre Enrique Omar Sívori y Norberto Alonso. Así de crack era. Forma parte de la historia más rica de River Plate a pesar de que sólo ganó un título (jugó un partido en 1957) y de que sufrió en carne propia y como ninguno los 18 años de sequía. En ese lapso, fue el mejor futbolista del club, sin dudas. Permaneció en River hasta 1968 y luego pasó por Peñarol, Vélez y Deportes La Serena de Chile. Nunca más salió campeón. Otra muestra de que el éxito es un impostor.
Con la Selección, ganó la Copa de las Naciones 1964, el logro más importante hasta el Mundial 1978, y participó de Inglaterra 1966. Allí formó un trío de lujo con Luis Artime y Oscar Más, en un equipo que podría haber llegado más lejos de no haberse cruzado con los anfitriones. Él hizo su parte: la tocó por arriba.
Aclaración: La principal diferencia es que Palacio la controla antes con el pecho y Onega define de primera. Sí, una dificultad más para el autor del gol.