Juan Señor, mediocampista español, jugador del Real Zaragoza, número dos en la espalda, se paró confiado para patear un penal. El partido recién comenzaba. No se había abierto el marcador. El rival era Malta y el objetivo, insólito, lograr una victoria por once goles de diferencia para llegar a la Eurocopa de Francia 1984. Tomó carrera, pateó cruzado: palo. “Listo, se acabó. Se van a acordar de mí para siempre”.

Las cuentas eran sencillas: cuando faltaban apenas dos encuentros para finalizar la fase clasificatoria, España estaba dos puntos por encima de Holanda, en la época en que cada victoria valía dos puntos. Ambos se enfrentaron en Rotterdam y el local se impuso por 2-1 para quedar igualados en las posiciones. Después, los holandeses vencieron 5-0 a Malta y llevaron su diferencia de gol a +16. España tenía +5, pero contaba con un partido menos: aún le restaba enfrentarse con los malteses. Como los ibéricos acumulaban más goles a favor, una distancia de 11 tantos ante su último rival era suficiente para alcanzar la Euro. Pero eran 11 tantos, y Señor había arrancado el partido estrellando un penal en el poste: “Listo, se acabó. Se van a acordar de mí para siempre”.

malta--644x362En los días previos al encuentro, las expectativas eran escasas. “Entre la prensa y los aficionados había poca gente que creyese en la hazaña. Nosotros también sabíamos que era difícil, pero estábamos como locos para que llegase el día del partido. Teníamos ganas de intentarlo”, recuerda Francisco Buyo, arquero español que debutó con su seleccionado en ese día histórico. El DT Víctor Muñoz era cauto: “Hablar hoy de un 11-0 es pensar en un milagro, aunque nada es imposible. Hay que crear once oportunidades y aprovecharlas”.

Las crónicas de época cuentan que el estadio Benito Villamarín, en Sevilla, estaba medio vacío. Oficialmente, se habían vendido 25 mil entradas de una tribuna con capacidad para 60 mil. Era miércoles por la noche de una semana fría y lluviosa. El público lo hizo notar.

Y para colmo, de arranque, el penal errado: “Listo, se acabó. Se van a acordar de mí para siempre”.

El primer gol de España llegó a los 15 minutos. Lo marcó Santillana, delantero de Real Madrid que había decidido no darse por vencido. Increíblemente, llegó el empate: Michael Degiorgio, tras un desvío, dejó las cosas 1-1 cuando habían pasado 24 minutos. Santillana volvió a sacar la cara por el equipo: anotó a los 26 y a los 29. El marcador, sin embargo, parecía corto en el entretiempo: apenas 3-1, apenas nueve goles por lograr en el segundo tiempo.


Entramos todos jodidos al descanso porque habíamos fallado demasiado”, asegura Buyo. Los encargados de levantar el ánimo del equipo fueron el entrenador y Poli Rincón, delantero del Betis, que transformó sus palabras de aliento en actos: logró dos goles en los 12 minutos iniciales del complemento.

Con el 5-1, algo se encendió realmente en el seleccionado español. Ante la evidente merma física de sus rivales, los de rojo comenzaron a olvidar su desesperación para entrar en un estado de gracia. Llegaron tres goles en tres minutos: doblete de Antonio Maceda -defensor del Sporting Gijón- y otro de Rincón. Los jugadores se habían puesto de acuerdo en no festejar más sus conquistas: querían buscar más, querían buscar todo.

El tanteador empieza a acompañar los sueños. El estadio ahora está a punto de colmarse con fanáticos que asistieron para presenciar la remontada. El grito se hace oír: “Sí, sí, sí. Nos vamos a París”. Vuelve a aparecer Santillana: gol, 9-1. Vuelve a aparecer Rincón: gol, 10-1. Si perdieron la cuenta, aclaramos: llevan cuatro cada uno y faltan 12 minutos para el final. Cuando quedan sólo 10, el delantero del Athletic Manu Sarabia deja las cosas 11-1. Y la gente se acuerda con deseo y bronca de aquel penal fallado en el comienzo.nnp1fo

Pero, por fin, sucede. Una jugada confusa en la que el público pide falta dentro del área termina con la pelota en los pies de Señor. Decide patear. Esta vez, la pelota va adentro. Y el apellido recordado se llena de gloria, aparece para entrar de lleno en la memoria colectiva de un pueblo feliz. 12-1. Euforia, gritos, locura, llantos. Misión cumplida. El milagro se ha conseguido. “Listo, se acabó. Se van a acordar de mí para siempre”.

El hecho forjó uno de los relatos deportivos más famosos de la historia del deporte español. Se transformó en el hito futbolístico más grande del país -sólo superado en 2010 por el gol de Iniesta- y fue durante años el momento que identificó a una generación futbolera. El gol fue tan visto con el paso del tiempo, que se universalizó una definición para aquellas imágenes que aburrían por su repetición mediática: “Eso ya es un gol de Señor”.

Nadie recuerda demasiado bien qué pasó en los seis minutos restantes. El único registro cierto es que Rafael Gordillo, jugador del Betis, marcó el 13-1, pero fue anulado por el árbitro. Y que hubo un cambio español sobre el final: Alonso por Rincón. Sí se sabe, en cambio, que el vestuario fue una fiesta. El técnico lloraba mientras abrazaba a todos los jugadores: “Se han portado de maravilla”. “Una cosa así pasa cada mil años”, acotaba Santillana. “No lo olvidaré nunca”, anunciaba el propio Gordillo. La prensa se hizo un festín con la increíble goleada: “Podrían haber sido veinte”.

Fueron 12. Llevaron a España hasta la Euro ’84. Allí sería finalista, subcampeón. Pero eso es lo de menos: a esta altura puede olvidarse. Lo inolvidable fue la proeza de once muchachos de furia imposible y el gol de un señor que tiene camiseta con número de defensor y apellido de fábula. Un apellido sencillamente enlazado con la historia.