La apilada de Nacho Scocco en el 2-0 de River contra Olimpo nos hizo entrar en una nostalgia feliz. Acomodados en nuestras butacas del bar The Oldest, en Colegiales, los viejitos de Un Caño elogiamos desmedidamente la jugada individual del delantero y empezamos a pensar en goles parecidos a lo largo de la historia del fútbol argentino.

Cada uno empezó a lanzar sus propios recuerdos de infancia, o a replicar leyendas que hoy no pueden comprobarse a partir del video (como por ejemplo, el de De la Mata a River). Así que pusimos algunas reglas. Tenía que ser un tanto que haya quedado grabado por las cámaras, e idealmente que pudiera encontrarse en YouTube. Ahí empezamos a pelearnos.

El primer golazo individual que apareció en la memoria colectiva fue uno de Guillermo Barros Schelotto a Banfield, cuando el Mellizo todavía usaba la camiseta de Gimnasia. Parecía un antecesor digno: a plena técnica, con un par de gambetas, el siete fue dejando rivales por el camino y definió con una emboquillada hermosa.

Guillermo también había hecho uno genial en Boca, contra Talleres: doble gambeta y definición cruzada.

Ahí apareció la primera queja. Uno dijo que no podían compararse esos goles con el de Scocco porque en ningún caso el delantero había eludido al arquero. ¿Entonces? ¿Se trata de goles parecidos? ¿En qué se parecen, en todo caso? ¿En la genialidad del esfuerzo individual?  ¿En que son goles “maradonianos”? “Ese último es más de Messi que de Maradona”, espetaron.

En este punto se abrió una nueva discusión. Los goles maradonianos de, por ejemplo, Maradona, se basaban en la explosión de su potencia y velocidad. Y de su control incomparable cuando estaba lanzado. En ese sentido, muchos goles de Messi son maradonianos. Y se parecen mucho más a los goles de Diego todos esos tantos extranjeros que suelen compararse con los que él hacía: además del de Messi al Getafe, el de Ronaldo al Compostela, el de Weah al Verona o el de Al Owairán en el Mundial de 1994.

En este grupo pareció caer, por ejemplo, un gol levantado por algunos medios durante el fin de semana como el antecedente directo del de Scocco: el que hizo el Burrito Martínez a Racing en el Apertura 2010.

En nuestra mesa, algunos decían que este tanto -igual que aquel que Enzo Pérez marcó a Wilstermann el año pasado o el que Tapia le hizo a Platense en 1983-, eran diferentes al de Scocco porque se daban en una jugada rápida, con campo para correr y lugar donde tirar la pelota. De hecho, el propio Scocco había hecho un gol de similares características contra Deportivo Lara, cuando aún estaba en Newell’s, en la Libertadores de 2013. Alguno hasta deschavó su edad (vanamente) cuando trajo el gol de Rendo a Perú en las Eliminatorias para el Mundial ’70 (el video descubrió el engaño de la memoria: no era un gol tan bueno).

También apareció en escena el tremendo golazo que le hizo Agüero a Racing en 2006, aunque ahí la objeción es que había un solo gambeteado. A lo sumo dos.

Otro tanto que salió de una contra y terminó en una jugada brutal fue aquel del Turu Flores a Belgrano. En 1995, sin tanta velocidad y con mucha cintura, el hombre bailó a un arquero que había salido lejos y a un par de defensores.

También apareció inevitablemente en la charla el día en que a Luis “Gardelito” Medero le agarró un ataque de habilidad y esquivó con su velocidad crucero a medio equipo de Platense para marcar un golazo en Boca y lograr que Marcelo Araujo cumpliera una promesa instantánea (“Si lo hace, me voy”) y dejara de relatar en medio del partido.

Hay que reconocer en este gol, de amagues lentos que lo hacen pasar por donde no debería pasar, algo similar a lo que se dio con Scocco. Pero en mucha mayor cantidad de terreno por recorrer. Y sin eludir al uno. Obviamente, en la mesa de Un Caño no nos pusimos de acuerdo.

El que más se acercó a la unanimidad fue un gol que le hicieron justamente a River. Fue Oscar Acosta, en el Nacional ’83. Muchos dicen que se trata del mejor tanto en la historia de Ferro. Mirenlo y juzguen.

Enfrentó a la marea humana y salió airoso, siempre con la pelota en el pie. Como Scocco, por qué no. Y logró –a partir del video- que casi nos pusiéramos de acuerdo. Había más gente en menos espacio. Sólo le faltó esquivar al arquero. No fue un gol maradoniano puro, porque hubo más técnica que explosión. Pero nos permitió pacificar el café.

Y al menos repasamos un par de bellezas locales que surgieron de nuestro recuerdo colectivo.


BONUS TRACK: los golazos que nos agregaron nuestros lectores a través de las redes sociales. Algunos son realmente imperdibles.