Claudio Paul Caniggia solo jugó cincuenta partidos y marcó 16 goles con la camiseta de la Selección Argentina. No está ni entre los treinta futbolistas con más presencias ni entre los veinte con mayor cantidad de goles convertidos en el equipo nacional. Pero los números nunca alcanzan para describir la trascendencia de los hombres en el fútbol. Porque un minuto es suficiente para ganar el amor eterno de un pueblo.

Caniggia es uno de los jugadores más queridos de todos los tiempos porque hizo posible lo imposible. Y lo hizo dos veces. Primero contra Brasil, el clásico rival. Ya se ha dicho todo acerca de ese partido inverosímil en el que diez segundos de talento sobrenatural pudieron contra más de noventa minutos de toque brasileño. Ni siquiera la ignominia del bidón alcanzó para manchar el maravilloso gol de Maradona y su socio favorito. Porque además de esos goles, Caniggia fue el mejor compañero de Diego en la Albiceleste.

Luego, Cani repitió la hazaña en casa ajena. Aquel partido contra Italia en semifinales se pareció mucho a un clásico, porque enfrente de una Selección local imbatida estaban los leones de Maradona, el hombre que había roto la normalidad y le había sacado a los ricos la corona que por derecho les correspondía. Entonces, apareció una vez más Claudio Paul, se elevó en la noche napolitana y rompió el invicto de Walter Zenga. Dos goles inmortales en unos cuantos días.

Hoy, Caniggia cumple cincuenta años. Antes y después de esos dos partidos forjó una carrera muy importante, en Europa y en Argentina. Sin embargo, su nombre estará ligado para siempre a aquellos goles que todavía retumban en un país que lo ama.