Se viene la quinta. La que desempata una paridad que lleva casi dos décadas de existencia. River jugó cuatro finales de Copa Libertadores, con dos éxitos y dos derrotas. El choque contra Tigres de México inclinará la balanza para convertir en negativo o positivo el balance. A horas del partido más importante de los últimos lustros para el club, lo mejor es recordar el pasado, para intentar repetir lo bueno y dejar atrás lo malo. Como se debe hacer en la vida.
En 1966, River fue el tercer equipo argentino en llegar a la final de un torneo que cumplía su séptima edición. Boca había perdido contra Santos en 1963 e Independiente ganó las de 1964 y 1965. El club de Nuñez ya sumaba once años sin títulos y se clasificó gracias a que la Conmebol abrió la participación a los subcampeones de cada país por primera vez en la historia. Como de costumbre durante aquellos años, tenía un plantel impresionante, que por cuestiones casi fortuitas siempre fallaba en las instancias claves. Eso sucedió en esta final.
Renato Cesarini era el entrenador, Amadeo Carrizo el emblema y Daniel Onega el goleador (anotó la impresionante suma de 17 tantos en el certamen). Además, jugaban Ermindo Onega, Luis Cubillas y Oscar Más. El rival en la definición fue el Peñarol de Ladislao Mazurkiewicz, Pablo Forlán, Alberto Spencer, Juan Joya y Pedro Rocha. La ida disputada en el estadio Centenario finalizó 2-0 en favor de los locales y River se tomó revancha en Buenos Aires: ganó 3-2. En aquella época se valoraba mucho más el hecho de ganar en la cancha y no en la lotería de los penales y se tuvo que jugar un desempate en Santiago de Chile.
Aquel 20 de mayo de 1966, River se puso 2-0 en el primer tiempo pero se cayó en el complemento y el Aurinegro lo empató. Entonces fueron a tiempo suplementario y allí Peñarol firmó el 4-2. Fue la derrota que le dio el mote de “gallinas” a los riverplatenses. Como lo mejor para intentar entender estas situaciones es ver el partido, lo dejamos completo para que lo “disfruten”.
Diez años más tarde, el maleficio de los 18 años sin ser campeón había quedado en el olvido y River llegó a la Libertadores como el campeón argentino. Tras superar a Estudiantes y a los representantes venezolanos en la primera ronda, dejó en el camino a Peñarol y a Independiente en la rueda semifinal y se metió en la gran final, donde esperaba Cruzeiro. Hasta ese momento, los clubes brasileños sólo habían ganado dos de las 16 Copas disputadas y el único que lo había logrado era el Santos de Pelé.
River tenía un equipazo, otra vez. Fillol en el arco, Perfumo y Passarella en la defensa, JJ López, Merlo y Alonso en el medio y Mas y Luque en la delantera. En el juego de ida disputado en Belo Horizonte, el local goleó 4-1 y se lesionó Fillol. Landaburu atajó en la revancha, que el equipo de Angel Labruna ganó 2-1 en el Monumental. Otra vez partido desempate. Otra vez en Santiago. Otra vez derrota.
River viajó a Chile sin el expulsado Perfumo ni los lesionados Fillol, Passarella y el Gorrión López. Demasiadas bajas. En esta oportunidad arrancó 2-0 abajo y supo empatarlo, pero Joãozinho puso el 3-2 cerca del final y le dio la Copa a Cruzeiro. Aquí, un compacto de aquella derrota.
Una década después de aquella nueva frustración, la Libertadores ya se había convertido en un karma para River. Habían pasado más de 25 años de la creación del campeonato y el más ganador de Argentina todavía estaba en blanco. Hasta Argentinos Juniors la había ganado ya. El maleficio se rompió en 1986, gracias a uno de los equipos más recordados de la historia de la banda, a pesar de que llegó al éxito con un estilo muy diferente al que hizo grande al Millonario.
Con Enzo Francescoli como emblema y el Bambino Veira como técnico, venía de ganar con claridad el título nacional 1985/86. Cuando el uruguayo se fue a Europa antes de la Copa, las chances disminuyeron, a pesar de que un equipo con Héctor Enrique, Norberto Alonso, Antonio Alzamendi y Juan Gilberto Funes siempre está en condiciones de dar pelea.
Tras eliminar a Boca en la primera fase, superó a Argentinos Juniors y a Barcelona de Guayaquil en la ronda semifinal y se citó con América de Cali en la gran final. Los colombianos venían de perder la Copa anterior contra el Bicho y, con Hugo Falcioni, Carlos Ischia y Ricardo Gareca, estaban ante la oportunidad de tomarse rápida revancha. Pero el destino quiso que River ganara los dos partidos, en Cali y en Buenos Aires, y levantara su primera Libertadores.
En 1994, Francescoli volvió para ganar ese trofeo que no pudo en su primera etapa en el club. Y lo hizo muy rápido. Con Ramón Díaz como entrenador y un plantel de lujo, River logró su segunda estrella continental diez años después del último festejo. Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Matías Almeyda y Hernán Crespo son algunos de los jugadores que consiguieron el título después de varias frustraciones en esa década.
En la primera fase, se sacó de encima sin problemas a los equipos venezolanos y en octavos de final eliminó a Sporting Cristal de Perú gracias a un golazo inolvidable de Crespo. En cuartos se enfrentó al San Lorenzo del Bambino Veira, al que superó con autoridad, y en semis fue Almeyda quien convirtió para vencer a la U de Chile. La final fue, de nuevo, contra América de Cali.
Ya no estaban Falcioni, Ischia y Gareca, pero sí Córdoba, Bermúdez y Antony de Ávila. El partido de ida fue similar al que se jugó hace siete días ante Tigres: trabado, con un River que no arriesgó demasiado. Fue una derrota 0-1 que servía para buscar la gloria en el Monumental. Aquí, dos goles de Crespo alcanzaron para ganar la Libertadores por segunda vez. Pocos pensaban que iban a tener que esperar 19 años para volver al partido más grande de América.