La mejor atajada de la historia del Santos ocurrió el 14 de julio de 1984. La protagonizó el arquero uruguayo Rodolfo Rodríguez en un partido del Campeonato Paulista, que fue triunfo 2-0 ante América de Sao José Río Preto. Para el club, y sus hinchas, se trata de “uno de los momentos más bonitos del fútbol mundial”. Pero en realidad, como sucede con frecuencia, es un compendio de errores que el propio arquero soluciona con reflejos, agilidad y algo de fortuna.

Pasa que siempre nos quedamos con la escena espectacular. Y si no brilla debe ser porque no vale. Pasó en el Mundial, se elogiaba como el mexicano Ochoa movía los rulos en cada volada espectacular -cuando salvo en el cabezazo de Neymar siempre daba un rebote largo o se quedaba adentro del arco en algún córner- pero no se decía nada del chileno Bravo que estaba bien parado y cortaba todo peligro bajando cada centro y sin dar show. Hacerlo bien no llama la atención. Pasó también en un River-Boca en el Monumental, por tirar un ejemplo local que viene a la mente, se destacaba a Orión justo por una atajada que generó él cuando un tiro fácil le rebotó en el pecho cinco metros para adelante.

Equivocarse un poco, ayuda mucho. Eso pasó con el uruguayo Rodríguez esa noche del ‘84. Un volante de América le patea de zurda desde 30 metros. Lejos, con tiempo para reaccionar y tirarla al córner. El arquero de Santos arranca tarde y parece que llega justo, en la imagen quedan dudas. Lo salva el palo, pero el rebote se va para adentro. Rodríguez se da vuelta para apretarla contra el piso y terminar la jugada pero, de nuevo, llega tarde. Un delantero se tira y traban tapones contra guantes. Pierde y la pelota rebota, otra vez, ahora hacia el punto del penal. El arquero de Santos se desorienta. Una sombra o un grito lo alerta. El “9” viene de frente para patear. El arco vacío y el uruguayo en el piso, no podía ser más fácil. Y acá sí, Rodríguez hace una atajada genial. Anticipa el tiro, vuela hacia la derecha y la saca con el antebrazo. Ahora la pelota se va casi hasta el borde del área. Pero la agarran los de América de nuevo -los muchachos de Santos vuelven caminando parece-. Otro tiro a la izquierda y el uruguayo que ataja. Pero no la agarra ni la saca al córner, la deja viva a un metro del poste. Otro delantero rival llega para hacer el gol, se tira al piso y patea, pero la pelota pega otra vez en el poste. El rebote vuelve al área grande. Por fin, un defensor de Santos la tira al córner. Todos respiran. Rodríguez se hace héroe, por sus errores. Y si no, miren:

Tiempo después, Rodolfo Rodríguez reconoció que tuvoun poco más de culo que de reflejos: “Si querés hacer una película y tener esa secuencia, creo que tendrías que hacer un montón de tomas”. Justo por eso el cine y el fútbol, la acción futbolística, no se llevaban bien. Una buena película de fútbol no se preocupa por recrear lo que pasa adentro de una cancha, eso es imposible, la ficción no puede ni acariciar a la realidad. En una película sobre Maradona, ponele, el Mundial ’86 hay que contarlo con archivo, cualquier otra cosa está demás.

La atajada de Rodríguez es simbólica para Santos porque, ese año, el equipo portuario volvió a ser campeón después de seis temporadas de sequía, muchas viendo celebrar a Corinthians desde el 2do lugar. Es como si los revolcones del uruguayo señalaran un cambio de suerte para el Peixe. Por eso el documental que celebra su centenario, no nos cansamos de recomendarlo –acá está en portugués-, incluye este momento como uno de los más significativos en la historia del club.

En 2010, antes de un partido contra Fluminense, a Rodríguez, que atajó 255 veces para Santos entre 1984-1988, le dieron una placa por su aporte al club. Pero la plaqueta, en realidad, no conmemora sus títulos, ni su trayectoria, sino esos 14 segundos de atajadas. Que pasarán a la historia como una genialidad de un arquero uruguayo, pero que en realidad son, como la vida, un compilado de errores, suerte y algún acierto.