River llevaba ya 15 años sin salir campeón, Boca llegaba cómodo, sin urgencias. Había ganado el Nacional de 1970 y también el del 69, consagrándose frente a River en el estadio Monumental.
En la primera jugada del partido, al minuto de juego, Heber Mastrángelo conectó un centro bajo de Oscar Más y puso en ventaja a River.
A los 9 minutos, tras gran desborde y centro de Jota Jota López, Oscar Más, de cabeza, marcó el 2 a 0.
A los 13 minutos el árbitro Luis Pestarino cobró penal para Boca, por falta del arquero Perico Pérez sobre el delantero Hugo Curioni. De ejecutar la falta se encargó Ruben Suñe, gran shoteador, que cuatro años más tarde, amargaría a todo River al vencer al mismísimo Pato Fillol con un tiro libre en la final del Nacional de 1976. Pero esta tarde no era la suya, y su débil y anunciado remate fue atajado sin mucho esfuerzo por el arquero riverplatense.
La mesa parecía definitivamente servida para River, la zurda magistral del Beto Alonso, el despliegue de Jota Jota, la picardía de Mastrángelo y la movilidad del Mono Más no daban respiro a Boca, que estaba para cualquier cosa y encima desperdiciaba un penal.
A los 24 minutos, en una jugada fuera de contexto Mané Ponce desbordó a Giustozzi por la derecha, saca el centro y en gran gesto técnico, de tijera, Hugo Curioni descontó.
Boca empezó a animarse y River se replegó. A los 42 minutos Pestarino pitó una falta en el borde del área que defendía River. Curioni, Potente y Ponce deliberaron un rato para ver quien se hacía cargo. Finalmente fue Mané. Chanfle con cara interna del pie derecho por sobre la barrera. Golazo. 2 a 2.
Sobre el filo del primer tiempo, a los 45, Ponce volvió a desbordar por la derecha del ataque boquense y sacó un centro bajo. Osvaldo Potente se anticipó a su marcador, alcanzó a poner, apenas, la puntita de su botín izquierdo y marcó el insólito 3 a 2. Antes de irse al descanso Boca ganaba un partido que veinte minutos antes hubiera firmado para no perder por goleada.
Al reanudarse la acción los jugadores de River continuaban consternados tratando de entender qué era lo que había sucedido. Nunca como esa tarde quedó tan claro que el fútbol es un estado de ánimo. A los 6 minutos, Patota Potente en jugada individual, se filtró en el área de River y marcó el 4 a 2. Los jugadores de River no reaccionaron, siquiera, para a ir a buscar la pelota al fondo de la red. Potente tomó el balón con las dos manos, lo besó y se lo mostró a la hinchada de River con gesto burlón.
A los 13 minutos llovió un centro intrascendente sobre el área de Boca. Los defensores durmieron la siesta y el Mono Más metió un frentazo casi de compromiso. El arquero Rubén Sánchez no controló del todo la pelota y se le escapó hacia atrás, se arrojó sobre ella pero fue tarde, había cruzado la raya. 4 a 3, segundo gol de cabeza de Más, el jugador más bajito de la cancha. El partido daba para todo.
Cuatro minutos después, Mostaza Merlo filtró un pase hacia la izquierda para el Puma Morete. El nueve, que casi no había participado del juego hasta ese momento, sacó un zurdazo tremendo y marcó el 4 a 4.
Faltaba un montón, 28 minutos. No había en el estadio un solo espectador que no fuera consciente que estaba asistiendo a un acontecimiento histórico irrepetible.
El partido se moría, las piernas pesaban. En el último minuto Jorge Dominichi, marcador central de River, ejecutó un tiro libre desde la mitad de la cancha sin grandes ilusiones. La pelota cayó en el área de Boca, Mastrangelo le cambió la trayectoria hacia el segundo palo. La pelota cruzó frente al arquero Sánchez y Morete, casi abajo del arco, la reventó contra el fondo de la red.
River 5 Boca 4, el Superclásico más extraordinario de la historia.