Hace tiempo desterramos de la redacción de Un Caño esa noción espantosa que dice que un penal bien pateado es gol. Primero porque es una sentencia que quita mérito a los arqueros, pero además porque desestima un factor de azar que resulta clave en el juego. ¿Y si la pelota pega en la parte interna del palo? ¿Y si pega los dos palos, atraviesa la línea y la termina agarrando el arquero? ¿Eso quiere decir que estuvo mal pateado?
Pero la pregunta que nos surgió hace poco buscaba ir un poquito más allá. Y surgió desde un par de imágenes famosas, como el tiro que el checoslovaco Antonín Panenka popularizó en la final de la Eurocopa del ’76, como el recuerdo de una serie de definiciones mágicas en los pies de Andrea Pirlo o como aquel otro tiro de Zinedine Zidane en la final del Mundial 2006. Y es la siguiente: ¿penal bien picado es gol?
Nuestro primer impuso fue pensar que sí, que claro, que obvio. La técnica depurada y el engaño al arquero hacían imposible cualquier duda. Incluso hubo una breve discusión en torno al referido gol de Zidane: ¿si después de pegar en el travesaño picaba afuera? Esa diferencia fue derimida en el tribunal: aquel penal no estuvo particularmente bien picado, la pelota se le fue demasiado alta.
Es que una vez que el arquero se inclina hacia un lado, es suficiente con empujar la pelota despacio para que ingrese en el arco. Era claro que la potencia de Zidane en ese tiro era excesiva. Pero de pronto se nos apareció esta imagen y nos pusimos a dudar.
El protagonista principal es Claudio Bravo, el arquero chileno que hoy ocupa el arco del Barcelona y en 2006 atajaba para Colo Colo. El ejecutante es el colombiano Mayer Candelo, de Universidad de Chile. Los dos equipos más grandes del país definían el título del Apertura en una serie de penales. Y pasó eso que vieron recién, y que acá tenemos desde otro ángulo.
Lo que sucede es difícil de entender a primera vista. Candelo logra que Bravo se tire a un costado, y la pica. Cuando ya tiene el festejo en la garganta, el arquero se para y de un salto desvía la pelota de una manera que uno pensaría imposible, porque va justamente contra la naturaleza de la picada.
Hay alguna salvedad, es cierto: si se mira en detalle, se verá que Candelo le pegó con la potencia que uno podría prever, pero tiró la pelota un poco ladeada hacia el costado, lo que facilitó que Bravo llegue a tocar la bola en segunda instancia. Si la pelota iba al medio, difícilmente habría podido volver.
Pero la atajada igual es formidable. Y el marco de un clásico la hace todavía mejor.
Una vez que empezamos a buscar jugadas de muestra, ya nos costó un poco detenernos. Lanzados en el tema, usamos la excusa de una justificación científica para demostrar que siempre que se erra un penal picado es por deficiencia del pateador. Ejemplos:
Sin embargo, el que se lleva el premio al penal peor picado de todos los que vimos es este del enorme Eric Cantona, que hasta se mandaba macanas con clase.
Y claro, ya que estamos en el tema de los penales picados, no podemos obviar al rey latinoamericano del ámbito, el que se jugó el apodo en un partido contra Ghana para darle a Uruguay el pase a las semifinales: el Loco Abreu. Que defendió sus convicciones y su estilo cuando tiró ese último penal para darle la gloria a su equipo, pero hizo algo mucho mejor: contó la anécdota de cómo, en la cancha, buscó en su compañero Fucile un aliado que lo bancara en la suya. Los dejamos con la palabra del ex San Lorenzo, River y Central, que es bueno pateando penales pero es mucho mejor contando historias.