Cuando éramos un poco más periodistas que ahora tuvimos que hacerle una entrevista a Fernando Redondo. La idea era entrar al campo del Bernabéu para hacer fotos con la Champions League que el argentino había ganado con el Real Madrid en el 2000. Cuando Redondo vio llegar al periodista y al fotógrafo, después de saludar, preguntó: “¿Así vestidos piensan entrar al Bernabéu?”.
No es que estuviéramos (muy) mal vestidos, pero Redondo tenía (¿tiene?) otro concepto de la elegancia. Lo importante es que esa elegancia la llevaba a la cancha. Jugaba como un chico formal, como el que soñaba cualquier suegra de hace algunos años.
Claro que si decimos “formal” para describir a un futbolista quizás el que no lo vio se hace una idea equivocada de lo que era Redondo en un campo. Lo mejor es ir al diccionario y la cuarta acepción de “formal” nos dice: expreso, preciso, determinado. Eso era Redondo. Y al jugar como número 5, esas cualidades quedaban más a la vista. O sea: ver a Redondo era sencillamente sentir placer.
Redondo era un 5 de los de antes, incomparable con los que vinieron después de él. Tuvo a Marangoni como espejo (lógico, por sus características y porque era hincha de Independiente) y a Batista como referente, mientras hacía las Inferiores en Argentinos. A Marangoni le robó la elegancia y al Checho esa capacidad para ubicarse y robar pelotas casi sin que el rival se diera cuenta.
Pero Redondo fue un paso más allá. Mientras Marangoni y Batista robaban y tocaban porque estaban rodeados de cracks, Fernando se tomaba su tiempo para ser una especie de enlace entre los defensores y los delanteros. Por supuesto: cuando llegó al Real Madrid también estuvo rodeado de cracks, pero él ya era tan crack como ellos.
Paradójicamente, su mejor jugada no tiene nada que ver con un mediocentro clásico: un autopase de taco con caño incluido al noruego Berg, llegada al fondo y centro atrás perfecto para que la empujara Raúl. Fue en los cuartos de final de la Champions en Old Trafford. Cuando terminó el partido, Alex Ferguson preguntó si “ese jugador” tenía imanes en los pies.
Lo hizo debutar José Yudica a los 16 años. No quiso ser dirigido por Bilardo y mucho menos por Passarella, que pretendía que se cortara el pelo y lo llegó a tratar de mentiroso. Redondo lo explicó en una conferencia de prensa: “No renuncio a la Selección. Sí a trabajar con el cuerpo técnico actual, que me trató públicamente de mentiroso. Se lo comuniqué telefónicamente al señor Passarella, él se mantuvo en su postura y la conversación no fue en buenos términos. Yo no puedo trabajar con una persona en la que no puedo confiar, aunque sea la Selección argentina”. Fue un anticipado porque… ¿cuántos confían ahora en Passarella?
Así como era afuera, era adentro. Les dejamos un videíto de 15 minutos para que disfruten a un crack de otra época.