Se retiró Juan Román Riquelme. Se pueden llenar cientos de páginas con elogios para uno de los mejores futbolistas de esta generación. Se puede hablar sobre su invaluable aporte al fútbol argentino de los últimos veinte años, sobre todo lo que significa para Boca Juniors, sobre su categoría de símbolo de un estilo de juego. Se puede hacer todo eso y seguramente se hará, pero hoy elegimos rescatar una simple jugada, como celebración del fútbol de Román.

Selección Sub-23, previa del Preolímpico 2000. Uno de los planteles con mayor calidad de individualidades que se recuerden. El 11 de enero, aquel equipo de Milito, Cambiasso, Aimar, Saviola y Romeo se divirtió en la cancha de Ferro y goleó 6-1 a Venezuela en un amistoso. En ese partido, hubo una combinación de toques armoniosa, extraordinaria, que tuvo en Riquelme a su principal intérprete.

Iban 25 minutos del primer tiempo cuando en el sector izquierdo del ataque, Placente tocó con Romeo, que de primera encontró a Riquelme, quien construyó una pared con el actual secretario técnico de San Lorenzo. El número ocho (Román usó ese número en aquella Selección) se convirtió en el eje de la acción, que levantó velocidad tras el toque de Romeo a Saviola. El crack de River pivoteó y volvió a ubicar al hombre en cuestión, quien ejecutó un pase quirúrgico y sensacional entre cuatro rivales para el ingreso de Pablo Aimar. Después, su
amigo definió con cara externa, a lo crack.

Es una simple jugada de algunos segundos que sirve para graficar lo que representaba Riquelme en cualquier equipo de fútbol. Con él cerca, cualquier pase era posible, cualquier jugada podía convertirse en una acción de gol. No importa cómo le fue a aquel Seleccionado,
porque lo que importa es el fútbol de Román.