Salta el delantero con el brazo estirado para pelear una bola con un defensor. La pelota le pega en la mano al atacante y el árbitro, contra toda evidencia, marca el punto del penal.
Hay que estar muy mal de la cabeza para ver una jugada en un partido de fútbol argentino y acordarse de otra que pasó 38 años antes, en un duelo entre selecciones, en Inglaterra. Pero así estamos, mal de la cabeza, como tantos de los lectores que nos siguen y que –igual que nosotros- miden el calendario de su vida en Mundiales.
Por eso la mano de Rosero que en realidad fue de Pavone y que Delfino cobró y después dejó de cobrar nos disparó rápidamente a una situación anterior. A un partido que valía la participación en un Mundial. Un duelo regional entre dos conjuntos británicos: Gales y Escocia.
La cuestión es sencilla: tenían que enfrentarse por las Eliminatorias para entrar al torneo de Argentina ’78. El que ganaba, quedaba a un paso de jugar el campeonato del mundo en Sudamérica. Gales debía ser local, pero alguna de esas jugadas indignas de la federación había llevado el duelo a Anfield Road, el estadio de Liverpool, para contar con una hinchada más numerosa.
Efectivamente, el cambio de escenario arrojó un lleno total, pero de hinchas escoceses, que se animaron a ir al estadio por la cercanía geográfica con la ciudad inglesa. De pronto Gales fue mucho menos local. “Cuando llegábamos en micro al estadio, nos sorprendió ver azul por todas partes”, reconoció el arquero Dai Davies, que jugó aquel partido.
Hay que estar muy mal de la cabeza para ver una jugada en un partido de fútbol argentino y acordarse de otra que pasó 38 años antes, en un duelo entre selecciones, en Inglaterra. Pero así estamos, mal de la cabeza
Fue un juego entretenido, y hubo varias situaciones de gol, pero lo que marcó esa noche a fuego en la memoria colectiva del futbolero fue un fallo arbitral increíble, en el minuto 78: después de un lateral larguísimo, el escocés Joe Jordan saltó a pelear por una pelota en el área galesa frente a David Jones. El salto del defensor fue prolijo hasta el extremo. Brazos abajo, pegados al cuerpo enfundados en manga corta. Jordan, en cambio, metió el puño arriba e impactó la bola de manera casi obscena con su manga larga.
El juez francés, Robert Wurtz, cobró penal. ¿Cómo confundir un brazo de manga larga con uno de manga corta? Casi tan difícil como confundir una mano blanca con una mano negra (buenos días, Delfino).
No era una jugada rápida, ni confusa, ni nada. Sin embargo los galeses protestaron un poco tibiamente y -a diferencia con el affaire Delfino- no hubo vuelta atrás. “Inmediatamente corrí hacia el referí y levanté nueve dedos para indicarle que fue Jordan, el número nuevo del rival, el que tocó la pelota con la mano”, recordó el propio Davies tres décadas más tarde en una entrevista con BBC.
El entusiasmo era grande en un país que sólo había podido jugar un Mundial, en 1958. Antes del partido, los jugadores se habían ilusionado con la posibilidad de conocer Argentina. “Todos en el plantel estábamos hablando de ir a la Patagonia. Rob Thomas y Terry Yorath, aficionados a los caballos de carreras, habían recibido invitaciones para conocer gente relacionada a esas cuestiones ”, reconoció el jugador.
“Después del partido estábamos devastados. Dos años de trabajo duro tirados por la borda por culpa de un árbitro”, agregó. Se ve que el recuerdo le picaba todavía.
El penal lo transformó en gol Don Mason, y Kenny Dalglish puso el 2-0 para Escocia antes del final.
Pese a Ryan Giggs, a Gareth Bale, a Gary Speed, a Ian Rush, a Mark Hughes, a Craig Bellamy y a muchos años transcurridos desde entonces, Gales nunca volvió a estar tan cerca de jugar una copa del mundo.