Es agosto de 1983, Barcelona y Nottingham Forest se miden en el Trofeo Joan Gamper. Maradona, que tenía 23 años, ya era la gran referencia. Al finalizar el partido, Brian Clough, el técnico del Forest les dice a sus jugadores que pidan la camiseta al 10: “Chicos, coged esa camiseta”. Steve Hodge ya se la había pedido a Víctor Muñoz así que tendría que esperar a una nueva oportunidad. Eran los grandes años del equipo de Nottingham, bicampeón de Europa en el 79 y el 80 y de Primera División en 1978. Una historia ya conocida y que nuestro protagonista cree irrepetible: “Jamás volverá a ocurrir algo parecido con un equipo tan modesto”. Tres años más tarde de aquel encuentro en Barcelona, México reúne un nuevo Mundial con Argentina como aspirante y una excelente Inglaterra dirigida por Bobby Robson.

El hecho de que Argentina e Inglaterra pudieran medirse en el Mundial suponía el primer enfrentamiento entre ambas después de la Guerra de las Malvinas. Un conflicto jamás acabado en lo sentimental como tampoco terminó nunca el dolor de los ingleses después de aquel partido. No existe nadie relacionado con el mundo del fútbol y puede que también fuera de él que no recuerde la mano de Dios o, por supuesto, el mejor gol de la historia protagonizado por el pelusa.

hand“No vi la mano, no la vi y es más, entiendo que sobre todo el asistente no la viese que estaba más lejos”, nos cuenta Hodge. Eran tiempos en los que el portero podía coger el balón con la mano en una cesión y la pelota iba para Shilton, legendario guardameta inglés. “Nadie dentro del vestuario me hizo sentir culpable y es más, mi familia está muy orgullosa de que jugase aquel encuentro”. Hodge fue el jugador que cedió la pelota atrás y ‘provocó’ la acción de la mano de Dios. Un dato que pocos se pararon en su momento a pensar. “Lo volvería a hacer, en condiciones normales Shilton la hubiese cogido”.

Todo lo que pasó en el campo ha sido exhibido una y otra vez por los argentinos y los no argentinos durante años. Sobra decir lo que sucedió después pero la verdadera joya nunca llegó a Buenos Aires. Ganaron aquel Mundial pero perdieron otro en forma de tela. Argentina lucía su camiseta suplente con unos números brillantes donde el 10 de Diego tenía una magia especial. “No sé cuánto puede valer esa camiseta, sé que una de Pele estaba valorada en 150.000 libras en su momento…”, asegura Hodge. La Historia ha visto como grandes tesoros de la humanidad han acabado en manos de los ingleses, sólo hace falta una visita por el Museo Británico de Londres para comprobarlo. Al final del encuentro en el Estadio Azteca, los argentinos celebran el pase a semifinales. “Gritaban y saltaban, yo quería huir cuanto antes hacia los vestuarios”. Hodge intenta marcharse rápido. En su cabeza el sentimiento de culpa existía aunque fuese consciente que poco pudo hacer en aquella jugada. “‘Mierda, he sido yo’, pensé en ese instante cuando Maradona marcó”.

El periodista Gary Newbon iba a ser clave en la historia. Fue el primero que habló con Hodge para preguntarle sobre el partido. Esos minutos fueron vitales para que algo cambiase. La mayoría de jugadores ingleses ya se había alejado de la escena del crimen, todos menos el protagonista del último toque antes de la mano maldita. Hodge termina su diálogo con el reportero y enfila el túnel de vestuarios que unía a ambos equipos. “Era el momento”, nos dice. Seguro que en su cabeza sonaban más las palabras de Clough en 1983 que cualquier otra cosa: “Coge esa camiseta”. Un cruce de miradas y un gesto en el pecho sirvió para que Maradona y su víctima se intercambiasen la que, a buen seguro, es la camiseta más valiosa de la historia del balompié. A la altura del 23 de Jordan, el 32 de Magic o el 10 de Pelé, a la altura de los más grandes. Hodge no contó a sus compañeros la naturalidad de la situación. “El vestuario era un hervidero y todo el mundo hablaba de la jugada, de cómo nos habían engañado”. “Puse rápido la camiseta en mi bolsa”, confiesa Hodge que escribió su biografía en 2010 bajo el título ‘El hombre con la camiseta de Maradona’.

Un cruce de miradas y un gesto en el pecho sirvió para que Maradona y su víctima se intercambiasen la camiseta.

“No hablé con Maradona en ese momento y sólo nos volvimos a ver en 1987”. Fue en un homenaje a ‘Ossie’ Ardiles, jugador argentino del Tottenham, cuando se volvieron a encontrar. “Te digo que ahí tampoco citamos el tema”, asegura Hodge. Pues así es, los protagonistas de uno de los momentos más míticos del mundo del deporte sólo se vieron una vez más y nunca hablaron de aquello. El gesto de las camisetas quedó guardado en la memoria, era suficiente con la mirada. Hodge regresó a casa con el tesoro en su bolsa. Pese a que reconoce que nunca se sintió culpable por aquel partido, mantuvo oculta en el ático de su casa la camiseta de su verdugo durante 16 años. Estaba en un rincón, como cualquier abrigo de invierno o vestido de boda de su mujer, ahí estuvo la valiosa prenda que nunca tendrán los argentinos. No existe una razón clara de por qué permaneció tanto tiempo ahí. En 2002, Hodge decidió donarla al Museo de Preston, ciudad donde debutó con el equipo reserva. Después de una década expuesta allí, el museo se mudó a Manchester, conocido como ‘National Football Museum’ donde se mantiene expuesta la camiseta.

Apariciones en televisión, un libro y numerosas entrevistas rondaron su vida ya en el siglo XXI. “La camiseta aún mantiene el sudor, jamás la lavé”, cuenta Hodge. Bobby Robson no dio específicas instrucciones de marcar al hombre a Maradona aquella tarde en México, ya lo hizo Hodge después, aunque algo tarde. “Coge esa camiseta”, y la cogió… La agarró bien fuerte.


 

* Nota publicada en la edición número 10 de la Revista Líbero.