Frédéric Oumar Kanouté (Sainte-Foy-lés-Lyon, 1977) descubrió el pasado islámico de Sevilla en uno de sus primeros paseos por el centro histórico. “El poder pertenece a Alá y la eternidad es de Alá”, estos dos versos del Corán decoran en letra cúfica las planchas de la puerta de entrada a la antigua mezquita (hoy Puerta del Perdón de la Catedral). A medida que el Sánchez Pizjuán celebraba más y más goles (128 en 270 partidos) del delantero de Mali, su compromiso con aquellos que reconocen en la Sevilla del siglo XXI como palabra sagrada esos mismos textos inscritos en bronce 800 años antes se hizo cada vez más fuerte. Ese es el talante de un hombre comprometido a partes iguales con el Islam y con África. No fueron ni más ni menos que sus convicciones las que le abrieron las puertas del Sevilla después de rechazar un viaje de lujo que ofreció el Tottenham a sus jugadores después de finalizar una temporada. Una providencia que le señala, años después, como posiblemente el mejor jugador en la historia del club de Nervión.

-A Ali Farka Touré, el gran músico de Mali, siempre que le preguntaban la razón por la que se había dedicado a la música contaba que era para llevar la paz y contribuir a la prosperidad de su gente. ¿El fútbol ha sido lo mismo para Kanouté?
-La gente que nos dedicamos a profesiones como el arte o el deporte tenemos cierta obligación hacia el público que te sigue y admira. Son trabajos que generan una corriente muy positiva y la tenemos que aprovechar para hacer cosas buenas por los demás.

kanoute-Mali, por cierto, también ha sucumbido ante los conflictos políticos y los fundamentalismos.
-En África hay muchas cosas que se están perdiendo. Siempre se ha visto como el continente pobre, el triste tercer mundo, pero también tiene muchos valores que ofrecer al resto. Lo que ocurre es que todo eso se está perdiendo por culpa de la globalización. Incluso diría que antes que las guerras y los conflictos políticos, esta corriente global es la que está arrasando con mucha de las raíces culturales, éticas y humanas que han caracterizado al pueblo africano. Vivimos en un mundo en el que tendemos a que todo sea igual en cualquier parte del planeta y se nos vende que eso es positivo. Yo no lo creo así ni mucho menos; la identidad y la tradición
son dos conceptos que se están perdiendo por culpa de esto que le he explicado.

-¿Identifica, entonces, globalización con imposición occidental o del primer mundo?
-Sí, yo así lo veo. Tengo la suerte de viajar mucho y estoy viendo que se están destruyendo muchísimos valores que hay en África. ¡Claro que la globalización tiene aspectos aprovechables!, pero no olvidemos que los pueblos tienen su historia y su propia manera de ver la vida y el mundo, eso hay que mantenerlo y transmitirlo. No creo que sea bueno para el mundo convertirnos en gente que piense y actúe igual ya estés en España o en China.

-En Mali los griots son los encargados de mantener viva esa tradición a través de sus cantos y cuentos. Son depósitos de tradición oral. En su país la palabra es una fuerza suprema.
-Una de las cosas a las que nos obligó la colonización europea fue a borrar nuestro pasado. Pero en Mali hubo un movimiento importante por mantener todo ese legado. Nuestro territorio fue la base del imperio mandinga y había mucho que preservar. De padres a hijos, los griots han mantenido viva nuestra historia gracias a sus relatos. Cuentan cosas del pasado, pero también son capaces de hablar de la vida de un personaje o de un futbolista famoso que vuelve al país.

-¿De usted, por ejemplo?
-Sí, también hay griots que cuentan mi vida. Cuando llego a Mali, siempre hay algún griot que se acerca a mí y empieza a narrar mis goles o los trofeos que he conseguido durante mi carrera.

Frederic Kanoute Sevilla-¿Habría que cambiar el mundo para encontrar un nuevo sistema político y económico que diera solución a los problemas de África?
-Quizás sí. Desde luego creo que hacen falta muchos años para que haya un cambio significativo allí. Así que lo único que podemos hacer en contribuir con lo poco que cada uno pueda a que otros seres humanos que lo pasan mal puedan ver el futuro con un poquito de esperanza. No se puede cambiar la situación política y económica de un día para otro. Nuestra mejor arma es la sensibilización, hacer que cada día más gente sienta la necesidad de ayudarnos.

¿Cómo asimila que haya personas que crean en el mismo Dios que usted y que interpreten la fe de una manera tan distinta provocando dolor y muerte?
-No hay que ser forzosamente religioso para que una persona vea las cosas de una manera diferente a la mía. Sí que es cierto que los musulmanes tenemos un problema con grupos radicales que en nombre de nuestro Dios actúan de forma equivocada. Es una pena, nuestros textos sagrados hablan de paz y de mejorar la situación del prójimo. El Islam no admite la violencia. Para mí, la religión nunca ha sido un tema de conflicto. Me crié en una familia en la que mi madre era cristiana y mi padre musulmán. He convivido con gente que no cree en Dios, que cree en Alá o en el Dios cristiano. Es algo a lo que estoy acostumbrado desde pequeño y siempre he respetado la libertad de cada persona para creer en lo que considere mejor para su vida

-¿Considera exagerado el revuelo que se originó por las viñetas de Mahoma?
-Es un tema muy sensible. Entiendo la decepción y la rabia de alguna gente, pero no hay que responder a esta provocación con la violencia, porque sí creo que es una provocación. Vivimos en una sociedad en la que cualquier chispa puede provocar un conflicto importante. Hay que tener cuidado con las cosas que se hacen y se dicen.

Kanoute Fundacion-¿Cómo recuerda su primer viaje a Mali? Usted nació en Francia y sólo conocía el país por las referencias de su padre.
-Fue con nueve años, unas vacaciones. Creo que ha sido el viaje que me ha marcado para siempre. Conocer la cultura en la que se había criado mi padre me impactó de una manera increíble. Desde casi el primer día tuve claro que quería formar parte de esa nación y que mi vida iba a estar ligada a ella con unos lazos muy fuertes. Somos la suma de nuestras experiencias, pero hay algunas que valen más que otras. Ese mes y medio que pase en Mali fue una de las cosas más impactantes que me han pasado hasta ahora. Hay una fuerza que no sé muy bien cómo explicar que siempre tira de mí hacia África.

-Fue en ese viaje donde jugó por primera vez al fútbol descalzo.
-Es verdad. Yo venía de Francia, mi familia no era rica, ni mucho menos, pero sí que tenía mis zapatillas de deporte como casi todo el mundo. Pero cuando llegué a Mali y me invitaron a jugar un partido con otros niños me di cuenta de que algunos llevaban sandalias y la mayoría iban descalzos. ¿Qué iba a hacer? ¿Sacar mis zapatillas europeas? Yo quería que me aceptaran como uno más por lo que decidí esconderlas y jugar al fútbol igual que ellos.

-¿Ha hecho muchos amigos en el fútbol?
-Siempre he procurado diferenciar entre mi profesión, que es ser futbolista, y todo lo que rodea y envuelve a ese mundo. Yo tenía que encajar en el campo, contribuir a que mi equipo ganara. He hecho amigos, pero siempre he tenido la sensación de que no era como la mayoría de los jugadores, que no me sentía demasiado cómodo en ese círculo, no me identificaba.

-¿Le incomoda la falta de compromiso del futbolista?
-Por encima de todo somos ciudadanos antes que futbolistas. Creo que se trata de una cuestión de educación. A los niños no se les enseña a tener compromiso, a saber por qué están en el mundo. No hemos venido aquí para comer, beber, trabajar y volver a casa. Hay cosas más profundas de las que el ser humano debe preocuparse.

-¿Ha tenido conversaciones interesantes dentro del vestuario?
-Se habla de muchas cosas, más de las que la gente pueda imaginar, aunque también es cierto que no con todos los futbolistas se puede hablar de determinados asuntos. Yo no estoy muy interesado en hablar de política. Sin embargo, creo que todos debemos preocuparnos por lo que pasa en el mundo. No sé si eso es política o no.

-¿Se ha sentido aceptado en España?
-He vivido muchas cosas positivas en la convivencia con los españoles. Claro que en mi caso es fácil. Saben que soy Kanouté. Pero para un musulmán de la calle que lo que quiere es ir a rezar a su mezquita debe ser muy frustrante que haya tantos problemas para cumplir con sus obligaciones religiosas. ¿Por qué tiene que rezar en un sótano? Volvemos a lo de antes; si se cuidaran todas estas cosas evitaríamos reacciones radicales y violentas de algunas minorías.

-¿Cómo se siente cuando se habla de que Kanouté merecería una estatua junto al Sánchez Pizjuán?
Preferiría que el dinero que cuesta la estatua se lo dieran a mi fundación.


 

Nota publicada en el número 3 de la Revista Líbero.