Uno de los personajes más peculiares y queridos del fútbol brasileño fue Manuel Francisco dos Santos, más conocido como Garrincha. Mané Garrincha, delantero del Botafogo, fue uno de los héroes de las Copas del Mundo ganadas por Brasil en 1958 y 1962, y se le considera el  mejor driblador de la Historia.

Según la leyenda, tenía una pierna seis centímetros más larga que la otra, y además, siendo diestro, ambas se viraban hacia el lado izquierdo. Esas características daban a sus movimientos un extraño sesgo que desconcertaba a los contrarios. Uno de sus hermanos le puso el apodo de “Garrincha”, que es un pajarillo propio de su región natal. Otro de sus motes fue “La alegría del pueblo”.

Garrincha -un cojo elegido por los dioses para mostrar la maravilla del fútbol- fue muy apreciado por los poetas brasileños. Carlos Drummond de Andrade dijo de él: “Fue un pobre y pequeño mortal que ayudó a un país entero a sublimar sus tristezas”.

El autor de la famosa Garota de Ipanema, Vinícius de Moraes, de cuyo nacimiento se cumplieron cien años en 2013, le hizo el siguiente soneto.

El ángel de las piernas chuecas’ (‘O anjo das pernas tortas’) de Vinícius de Moraes (1962)

A un pase de Didí, Garrincha avanza

con el cuero a los pies, el ojo atento,

dribla una vez, y dos, luego descansa

cual si midiera el riesgo del momento.

Tiene el presentimiento, y va y se lanza

más rápido que el propio pensamiento,

dribla dos veces más, la bola danza

feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!

En éxtasis, la multitud contrita,

en un acto de muerte se alza y grita

en unísono canto de esperanza.

Garrincha, el ángel, oye y asiente: ¡goooool!

Es pura imagen: la G chuta la O

dentro del arco, la L. ¡Es pura danza!

 


Fuente: Revista Líbero.