En la casa de los Emery, en Hondarribia, el fútbol no es un deporte sino un oficio. Unai creció coleccionando figuritas de los cracks de la Liga, memorizando formaciones y escuchando las historias de su papá Juan, que atajó en una decena de clubes españoles, y de su abuelo Antonio, el gran Pajarito, que fue arquero de Real Unión de Irún y que ganó un par de veces la Copa del Rey.

Eventualmente, como mandaba el apellido, Unai Emery también se transformó en futbolista. Hizo inferiores en Real Sociedad y entre 1990 y 1995 jugó en el equipo filial, en Segunda B, como interior izquierdo. Era inteligente y habilidoso, pero desangelado. “Veía bien el fútbol y tenía una buena zurda, pero me faltaba fuerza, potencia. Era poco competitivo porque no me veía capaz de responder a un nivel alto”, reconoce. Difícilmente hubiera jugado en sus equipos. En realidad, tampoco jugaba en aquellos equipos. En su única temporada con la primera de la Real nunca fue titular.

20entrenadoresliga_6“Cuando no me convocaban respiraba aliviado porque sentía mucho la presión y era bastante cagón”, escribió el ahora DT en su autobiografía “Mentalidad ganadora”. Apenas ingresó en media docena partidos pero se dio el gusto de hacer un gol. El rumano Craioveanu, que ese día marcó su único triplete en España, lo abrazó tras el partido y le regaló la pelota.

No fue suficiente respaldo. Las pocas veces que jugó la desconfianza lo dominaba. “La única compasión que tenía era ver si en Marca o en AS me habían puesto un 0, un 1, un 2 o un 3″. La fortaleza mental, uno de sus pilares como entrenador de élite, no estaba entre sus atributos como futbolistas. “Yo aprendí mucho de cómo mis entrenadores no lograban suplir las carencias que tenía”, contó alguna vez el DT vasco.

“El miedo existe, lo he conocido. El miedo de saber que no llegabas a lo que se esperaba de ti. Hemos visto cosas terribles, como el suicidio de Enke, para descubrir lo frágiles que somos y hasta dónde la presión puede llevar a una persona. Como entrenador, mi principal objetivo es generar confianza. Cuando hablamos de rendimiento de alto nivel hablamos del manejo de los miedos”, explica Emery.

La mayor parte de sus temores los adquirió como futbolista en el Ascenso. Jugó más de 200 partidos en Segunda con Toledo, Racing de Ferrol y Leganés. En 2003 volvió a Segunda B con el humilde Lorca. Al comienzo de su segunda temporada una lesión de rodilla lo dejó al borde del retiro. A fin de año el club murciano despidió a su DT y uno de los directivos le propuso asumir que le gustaba más pensar el fútbol que jugarlo.

EL SER COMPETITIVO
La Navidad de 2004 fue su última como futbolista. “Me fui a casa de vacaciones tres días, despidiéndome de mis compañeros como uno más, y volví como entrenador. Fue difícil. Pero me metí tanto en el papel que no lo pensaba”. Lorca, que estaba en mitad de tabla, llegó al reducido y ascendió. El boleto a Segunda lo consiguieron en la cancha de Real Unión de Irún, donde su abuelo se hizo mítico con sus atajadas. Fue un bonito gesto del destino.

emery_lorcaYa en ese primer equipo, Emery instaló al trabajo y a la competitividad como las bases de su filosofía. “Siempre viví el presente con objetivos agresivos. Es la única forma de sobrevivir en este oficio. Empecé con un reproductor de DVD y dos controles. Hoy todo eso ha cambiado. Lo que no cambia es mi dedicación. Hay muchos que pueden ver el fútbol mejor que yo, pero no puede ser que trabajen más que yo”, asegura. Cuando le piden que resuma sus cualidades saca a relucir su lema: “Lo que me define es que quiero ser competitivo. Y quiero que mi equipo también lo sea. ¿Qué significa jugar bien? Para mí, es ser competitivo”.

En Segunda Lorca fue la gran revelación. Con poco, peleó el ascenso a la Liga hasta la última fecha. El Emery entrenador, con apenas 34 años, estaba en boca de todos. Almería lo contrató en 2006 para llegar a Primera. Unai cumplió. Fueron segundos y subieron. Tras un gran campaña inaugural, 8vos con 52 puntos, Valencia lo fue a buscar para pelear contra Real Madrid y Barcelona. Era el DT más joven en la historia del club.

David Villa, David Silva, Juan Mata, incluso un jovencísimo Isco, estuvieron a su cargo. El Valencia de Emery cumplió con los requisitos mínimos, ganaba la Liga sin Real ni Barça, pero perdía los partidos clave, no podía vencer nunca a los grandes y no conseguía ningún trofeo. Al final, lo reemplazaron con Mauricio Pellegrino.

Emery se había ganado una buena reputación como técnico minucioso y dedicado. “Está obsesionado con el fútbol, es prácticamente una enfermedad”, confirmó Joaquín, uno de sus jugadores en Valencia. También se hizo conocida su compulsión por los videos. Una vez corroboró sus sospechas de que un jugador no miraba las imágenes que le pasaba al entregarle un pendrive vacío. “Es uno de los mejores entrenadores que tuve. Trabajé con él durante tres año. No hubiera podido un cuarto. Pasaba tantos videos que se me acabó el pochoclo”, agregó el ídolo de Betis.

La página de la UEFA presenta a Emery como un técnico experto en editar videos. Hasta hace poco tiempo no tenía un analista en su cuerpo técnico. El propio DT seleccionaba las imágenes. Puede ver un partido hasta una docena de veces en busca de detalles, admite.

Emery no trabaja de entrenador, vive de entrenador. “El centro de tu vida debe ser el fútbol”, afirma. Suele repetir que la alquimia de la existencia es “70% trabajo y 30% relax, y a la inversa en vacaciones”. Cuando su equipo ya jugó, un típico domingo es algo así: “Fui a ver a Levante. Al llegar a casa vi de reojo Athletic-Sevilla y Racing-Madrid mientras preparaba el partido con Schalke. Y a la 1.30 de la madrugada acabé viendo Hospitalet-Orihuela. Puedes aprender más de un técnico de Segunda B que de muchos de Primera”.

Trabajar de noche se le hizo un hábito, “hasta las dos o las tres”. Luego madruga, desayuna en el club, y a la tarde duerme una siesta. En esa rutina puede descuidar a su familia pero jamás al oficio: “A costa de sacrificar a mi mujer y a mi hijo, mi día de descanso ha sido ver más fútbol, trabajar aún más”. No hay obligación, hay deseo: “Lo hago desde la pasión, para mí no es un trabajo, no me cuesta”. Lo mismo le inculca a sus jugadores. “Les digo, lo más importante es que te guste el fútbol. Tenés que estar agradecido de hacer lo que te gusta y de hacer felices a muchas personas”.

LA ESCUELA DEL PRAGMATISMO
Después de Valencia, Emery recibió una jugosa oferta de Rusia. El presidente de Spartak de Moscú le dijo: “Si ganás la Liga te hago rico”. Pero Unai apenas duró un semestre en el cargo, imposibilitado de comunicarse con los jugadores. “Nunca entendieron mi forma de vivir el fútbol”, lamentó.

Volvió a España por revancha, su popularidad había menguado pero no su ambición. Fue un exarquero, como su padre y su abuelo, el que le consiguió el trabajo de su vida. Monchi, director deportivo de Sevilla, se contactó con él, compartió su filosofía y le ofreció conducir a un equipo andaluz que buscaba dar un salto de calidad.

unai-emery-sevilla3Emery agarró el equipo en enero de 2013 y a mitad de 2014, al final de su primera temporada completa, consiguió su primer título como entrenador. La tercera Europa League en la historia de Sevilla, la primera de las tres consecutivas para Unai, le permitió a Emery quitarse la etiqueta de perdedor que le asignó parte de la prensa española.

Superar las dificultades, crearse a sí mismo, es algo de lo que Emery suele hablar con orgullo. “Yo no nací entrenador, me hice. No nací con un apellido que me daba un lugar en la élite, tuve que ganármelo”, afirma. En ese desarrollo, analiza, se volvió más flexible. “Aprendí a ser pragmático, a encontrar el mejor perfil competitivo”, repite.

Más allá de los esquemas, en Lorca jugaba 1-4-3-3 y ahora su dibujo favorito es 1-4-2-3-1, su propuesta siempre se caracterizó por la agresividad, la intensidad, por atacar desde las bandas. Con el tiempo, aprendió a mirar al campo contrario. “Antes quería ser superior al rival incluso cuando no lo era. Ahora, el 80% de mi trabajo es el análisis de mi equipo y de mi rival. Cuando eres superior, tienes que ser muy ofensivo. Cuando el rival es superior, tienes que defenderte”. Su equipo es “mutante”, asegura. “Podemos jugar de contragolpe pero también podemos tener la posesión. Si me das a elegir, escogeré ganar. Pero si puedo elegir las dos quiero ser protagonista”.

El ejemplo más claro de su pragmatismo lo dio en esa etapa en Sevilla. El equipo venía mal y Emery recibía muchas críticas por ubicar a Ivan Rakitic en el doble cinco defensivo en vez de darle libertades ofensivas. “No voy a morir con mis ideas”, afirmó antes de visitar a Espanyol. El croata jugó de mediapunta, fue la figura y Sevilla comenzó a encadenar victorias.

En su segunda temporada en Sevilla alcanzó el récord de puntos para el club en Liga y volvió a ganar la Europa League. Entonces, Emery ya era adorado en Andalucía y respetado en España. Sus varias manías, caminar por la cancha y contar las líneas paso por paso, prohibir que tomen café cerca suyo en el vestuario, sentarse siempre detrás del chofer del micro, repetir alguna prenda como hacía en Almería o comprar un billete de lotería al mismo vendedor ante cada partido de Lorca, se tomaban como rasgos excéntricos de un genio obsesivo.

76075Con el mismo tono se asumieron sus reacciones teatrales al borde del campo de juego. “A veces me dicen: ‘Unai haces demasiados gestos cuando marcan un gol, cuando ganan un partido, y tienes que cuidarlo’. Y es cierto, pero es algo natural. No quiero perderlo. Nunca hice goles importantes como futbolista ni llegué casi a jugar en Primera, entonces ahora ganar un partido es una inyección de adrenalina”.

UN TECHO MÁS ALTO
Tras su tercera temporada en Sevilla, un poco menos lucida en la Liga pero igual de exitosa en Europa, con la tercera copa continental seguida, Emery decidió salir de su “zona de confort” y aceptó el desafío de conducir al PSG de los árabes millonarios en su misión de competir con los más grandes del continente. “No debo lidiar con la presión, debo lidiar con las exigencias”, dice cuando le preguntan por los objetivos de un club multicampeón en Francia pero que aún no llegó a semis de la Copa de Europa.

De momento, el comienzo, tanto en Ligue 1 como en Champions, no fue tan fácil como se esperaba. Emery ve el lado positivo a la ardua competencia local que le plantean el Niza de Balotelli y el Mónaco de Falcao. “Si tenemos dificultades para ganar la Liga será algo bueno porque nos forzará a competir y nos hará mejores en los otros torneos que juguemos”, dice. La competencia, otra vez, es la respuesta.

Emery conoce la dificultad de este nuevo desafío con PSG, el mayor en su carrera. “Los techos cada vez son más altos y más difíciles de alcanzar”, plantea. Eso viene con el salario. También, sabe que será juzgado por los resultados. “Sólo los entrenadores que ganan salen airosos”, agrega. Se trata de trabajar, cada día, todo el día. Eso es lo que le da sentido a su vida. El premio vale el esfuerzo. “Cuando eres capaz de llegar a tus límites y superarlos, la satisfacción es increíble. Esos son mis sueños”. Los que nunca pudo tener como jugador, los que no lo dejan dormir como DT. Sueños de gloria.