Un amigo me niega que Carlo Ancelotti sea italiano. Lo dice por el estilo de juego de sus equipos, insospechados de Catenaccio, pero también podría afirmarlo por su manera de ser. Lejos de arranques pasionales y extrovertidos, la clásica “tanada”, el nuevo entrenador de Bayern Múnich hace de la calma su religión. En un oficio siempre al borde del despido, donde prolifera la epilepsia junto a la línea de cal, el tipo posa inalterable, todo el tiempo, con un chicle entre los dientes. Es un DT zen.

ancelotti libroAvalada en sus títulos (tres Champions, una Premier, una Serie A y una Ligue 1), la filosofía de Ancelotti, ese enfoque calmo ante situaciones intensas, se transformó en libro de autoayuda para importantes empresarios. Por alguna razón, en el mundo de los negocios consideran que CEOs y DTs de élite son mellizos separados al nacer. Quiet Leadership: Winning hearts, minds and matches (“Liderazgo sosegado: ganando corazones, mentes y partidos”, podríamos traducir), también firmado por un ex director de Chelsea especialista en Management y un gurú internacional de liderazgo empresarial, es un seminario para grandes gerentes a sólo 14 dólares para descargar en Kindle.

La inestabilidad laboral es el punto en común. Los CEOs más importantes no están más de cinco años a cargo de la misma compañía. Los DTs duran mucho menos. El promedio en las grandes Ligas europeas es inferior a dos temporadas. “El técnico solo es importante cuando necesitás culpar a alguien”, explica Ancelotti. “Lo más fácil para el club es apuntar al entrenador. Los presidentes no entienden mucho de mi trabajo, me juzgan solo por si gano o pierdo”, agrega.

Ancelotti aprendió todo esto de primera mano, en sus 21 años como DT, con jefes como Florentino Pérez, Roman Abramovich, Silvio Berlusconi, Calisto Tanzi o Gianni Agnelli. Salvo en Milán, donde estuvo ocho años porque era ídolo y ganó todo, en los demás clubes por los que pasó (Parma, Juventus, Chelsea, Real Madrid y PSG) nunca llegó a cumplir una tercera temporada. La primera vez, en Parma, se enojó mucho. Pero luego aprendió el gran secreto de su profesión: nadie está invicto. “No hay entrenadores a los que no hayan echado. Hasta a Alex Ferguson le pasó (en St. Mirren)”.

ancelotti y fergusonTambién está la cuestión de manejar la presión: la de la prensa, la los hinchas y la de esos dueños resultadistas. Pero Ancelotti nunca se siente estresado. “Creo que la única razón es que amo mi trabajo”, cuenta. “La mayor presión es una o dos horas antes de los partidos, cuando tenés que preparar la estrategia y los jugadores, y realmente no sabés lo que va a pasar. Durante el partido estás concentrado en el juego, no sentís mucha presión”, explica.

La influencia del entrenador durante el juego, admite Ancelotti, es escasa. “En el partido es difícil cambiar algo. Podés proponer alguna cosa en el entretiempo, pero solo tenés tres o cuatro minutos para hablar. Me gusta ser positivo”. Se trata de volver a seducir a los futbolistas para que crean en ellos y en el plan. En esto es clave el tono. Hay que hacerlo, asegura, desde la calma, la confianza, y no desde la histeria, el nervio.

“Un enfoque tranquilo puede sonar algo suave o incluso débil para algunos, pero eso no es lo que significa para mí. Hay poder y autoridad en estar calmado y medido, en construir confianza y tomar decisiones fríamente, en usar influencia y persuasión”, sostiene Ancelotti. En su libro suele poner de ejemplo a Vito Corleone, “un tipo calmo y poderoso a cargo de la situación”.

ancelotti zlatanCon ese estilo, Ancelotti se ganó la confianza de grandes estrellas del fútbol mundial, en vestuario ultracompetitivos, durante temporadas en la más alta exigencia. Cristiano Ronaldo lo considera “una de las mejores y más importantes personas que conocí en toda mi carrera”. Zlatan Ibrahimovic afirma que “es el mejor entrenador de todos”, por encima de Mourinho, con el que eligió reunirse en Manchester United. “José sabe como tratar a un futbolista, pero Carlo sabe como tratar a una persona”, distingue.

Para Ancelloti esa diferencia es clave. “Tenés que construir una buena relación, buena química, con el grupo. Yo habló con mis jugadores, se que ante todo son personas. Es importante tener una relación en el mismo nivel, ni que ellos miren hacia arriba ni que yo mire hacia abajo”. Esa confianza hace que el futbolistas asimile mejor la idea del DT. “El jugador tiene que estar convencido de lo que va a hacer”, asegura.

Pero tanta paz interior no implica que, de tanto en tanto, Ancelotti no sepa pegar dos gritos. De hecho, les da sentido. Eso sí, siempre en privado. Una vez, en el vestuario de PSG, estaba tan enojado que pateó una caja y le pegó a Zlatan en la cabeza. “Cuando se enoja, se enoja en serio”, confesó Ibra. También Beckham vio alguna de sus rabietas. “Creo que la única vez que lo vi sacado fue en el último partido de la temporada en Milan, estábamos peleando un puesto en la Champions League. Íbamos ganando pero jugábamos muy mal. No te puedo decir que lo enojaba porque cuando se saca habla en italiano. Es grandioso e inesperado verlo, pero es algo aterrador”.

“Un enfoque tranquilo puede sonar algo suave o incluso débil para algunos, pero eso no es lo que significa para mí. Hay poder y autoridad en estar calmado y medido, en construir confianza y tomar decisiones fríamente, en usar influencia y persuasión”, sostiene Ancelotti.

“No me gusta gritar cada vez que algo está mal. A veces tengo la necesidad de hacerlo pero habitualmente prefiero encontrar una solución más tranquila”, dice Ancelotti. Así de calmo está ahora, después del año sabático que pasó junto a Mariann, su mujer canadiense, en la aburrida Vancouver, “llueve todo el tiempo, es como Londres… No, es peor que Londres, llueve todos los días”.

Ya instalado en Múnich, donde asumió como DT el 1 de julio, continúa con las lecciones diarias de alemán para cumplir con su tradición de aprender el idioma del lugar donde trabaja. “Es casi imposible. La gramática es muy diferente, para mí es muy difícil”, se lamenta pero sin abandonarlo. Lo necesitará para acercarse a sus nuevos jugadores, para difundir su filosofía silenciosa y también, claro, para pegar un par de gritos cuando más lo necesite. Aunque confía en no tener que hacerlo.