“Conozco bien el estilo del Barça y tendré que readaptarme. Mi idea es darle continuidad y lo que quiero es darle una vuelta más”. Ernesto Valverde habla con la tranquilidad de las certezas acumuladas, con la sobriedad de lo conocido, con la firmeza del pragmatismo. El nuevo entrenador de Barcelona se presentó ante el mayor desafío de su carrera dejando en claro que tiene principios claros pero que está dispuesto a modificarlos para cumplir el objetivo de volver a poner al equipo catalán en la cima del mundo del fútbol.
En los días siguientes a su presentación oficial, se habló mucho en España de su pasado como futbolista en Barcelona, para reforzar sus credenciales culés, y de su ideología táctica, para revisar si su modelo es aplicable al plantel que lidera Lionel Messi.
Valverde fue delantero suplente en el Barcelona de Cruyff a fines de los ochenta. Jugó poco, 22 partidos con 8 goles, y no hay muchos que recuerden su paso por el equipo catalán. “Era un excelente delantero al que le fallaba su mentalidad. Tenía calidad, pero no pudo ofrecer el rendimiento que le hubiera gustado. Las lesiones también influyeron. Era muy inteligente y siempre me transmitió su interés por el fútbol y por aprender. Como entrenador será de los más prometedores”, lo describió el holandés en su biografía.
El paso por aquel proto Dream Team, sin dudas, determinó la ambición de sus equipos. De Heynckess e Irureta también aprendió lo suyo. Pero su idea táctica le debe mucho a Javier Clemente, que además le regaló el apodo de Hormiga (Txingurri en euskera) cuando sacó lo mejor de él como jugador en Espanyol y en Athletic. “Cruyff cambió la manera de entrenar en España. Y Clemente, desde el punto de vista táctico, fue de los entrenadores con los que más aprendí”, admitió.
En su década y media como entrenador, Valverde desarrolló una identidad clara que supo plasmar en todos sus equipos (Athletic, Espanyol, Olympiacos -su etapa más gloriosa, cinco títulos en tres tremporadas-, Villarreal y Valencia). En pocas palabras: protagonismo, presión alta y un dibujo favorito: 4-2-3-1.
Esa numeración de cabecera asusta a algunos catalanes porque no respeta el 4-3-3 holandés. Pero, en realidad, como los jugadores se desplazan, no se ve tan lejano del dibujo que usó Luis Enrique. La gran duda es, quizás, cuan atrasado, o estacionado, estará Messi, pero Valverde, antes de hablar de refuerzos, ya dejó en claro que está preparado para hacer concesiones. “Me tengo que adaptar al juego y al estilo con el que se lograron tantos éxitos. El equipo se maneja bien con 4-3-3 y 3-4-3, pero eso tampoco es importante. Todo es movible, nos adaptaremos a lo que haga falta para tener el control del juego”, afirmó.
En defensa, ese dibujo se reorganiza con dos líneas de cuatro muy juntas y una defensa bien adelantada. En eso, nada nuevo para Neymar que lleva un par de temporadas retrocediendo por la banda izquierda para sumarse a la línea media. Tampoco habría demasiados ajustes en la filosofía de juego. “Los equipos de Valverde tienen buena circulación, mucho ritmo y dinámica total. Les gusta llevar el peso del juego, pero no masticarlo”, afirman en La Vanguardia.
Quizás donde más deba trabajar Valverde es en recuperar la presión alta que supo tener Barcelona en sus mejores momentos con Guardiola. El propio DT la definió como “la presión de los cinco o seis segundos”. Un esfuerzo máximo en el sector donde se pierde la pelota y, si no se recupera rápidamente, el repliegue mencionado. Para llevarlo a la práctica será clave la preparación física. Esa área estará a cargo de José Antonio Pozanco, otro exBarcelona de bajo perfil, que en Athletic recuperó la intensidad del equipo con una rutina de trabajo menos desgastante de la que había impuesto Bielsa.
En este Barcelona plagado de estrellas, parece imposible pensar que Valverde quiera imponer su esquema favorito o una metralla de cambios. Es un entrenador cercano a sus jugadores, que elige escucharlos. Su capacidad para gestionar vestuarios, aunque nunca de tan alto perfil, es otra de sus virtudes. “Es una de las claves para poder conseguir los objetivos”, explicó en su presentación.
Sin embargo, eso no quiere decir que, en algún momento, el nuevo técnico de Barcelona no vaya a dar alguna sorpresa táctica. De hecho, esa es otra de sus señas particulares como entrenador. En Athletic supo cambiar la delantera de un partido a otro para aumentar el ritmo de la presión, o quitar al 9 de área para confundir a la defensa rival. Contra Barcelona, en 2015, hasta ensayó una marca bastante cercana a lo personal contra Messi. No siempre tiene éxito en sus experimentos, pero nunca dejo de hacerlos.
El desafío es supremo y, también, estimulante. “El juego del Barça siempre se basó, en ataque y defensa, por el juego colectivo. Tendremos que encontrar la fórmula para que el equipo juegue cómodo”, explicó el nuevo DT. “Hacer una foto es como hacer un equipo, hay que buscar el equilibrio”, aseguró en paralelo con su otra vocación. Será necesaria una alquimia particular para recuperar la fórmula del éxito. De esas que se hacen en un cuarto oscuro y después se revelan grandiosas. Como la fotografía de un campeón, en la que Valverde quiere estar dentro de un año.