«Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado». (Dr. Vergerus, en el film de Ingmar Bergman El huevo de la serpiente.)
Corría el segundo semestre de 1993, el festín menemista estaba al dente, el uno a uno sin tormentas a la vista y el festival de las privatizaciones refulgente con un Estado en retirada. Ese espíritu de época no podía pasar de largo sin involucrar al fútbol en su lógica de mercado.
El novedoso fútbol codificado empezaba a parecerse a un pozo de petróleo del que convenía estar cerca. La televisión paga significaba plata fresca para los clubes, beneficiarios, junto con la AFA, del cobro de los derechos de transmisión en exclusividad. Fue en ese tiempo en que los emprendedores empresarios argentinos vertiginosamente se apasionaron con el fútbol y comenzaron a pergeñar alguna estrategia para quedarse con los clubes. Si se podía comprar Aerolíneas Argentinas, si se podía comprar Entel, cómo no se iba a poder comprar un club de fútbol. Sentido común epocal puro y duro.
Lo que en principio desbarataba esos planes eran cuestiones legales. Los clubes eran –son– Asociaciones Civiles y para que pudieran convertirse en Sociedades Anónimas, la AFA debía cambiar sus estatutos. Ese marco regulatorio era la carta que daba cierta tranquilidad a los socios de los clubes que en absoluta mayoría rechazaban la idea de privatizar sus colores y su historia.
En dicho escenario la ultramenemista revista El Gráfico estaba, desde luego, del lado de los malos. Con sonsonetes copiados y pegados del nuevo paradigma del discurso oficial argumentaba que los clubes, administrados de modo ineficaz fomentaban la burocracia, la politiquería y la corrupción. Y llamaba desde un editorial de su director a revalorizar el fútbol:
Revalorizar el fútbol por Aldo Proietto
AI parecer, el fútbol carece de la vocación y capacidad necesarias para encontrar dentro de sus propias estructuras las soluciones que reclama. Por eso no deben extrañar ni preocupar estos intentos de grupos empresarios -al menos los más serios y respetables como el encabezado por Mauricio Macri- que buscan incursionar en un mundo apasionante con la sana intención de encarar un negocio lícito, en lo posible rentable, y casi con seguridad tendiente a mejorar un producto que ofrece fisuras severas, distando de tener la jerarquía que su prestigio mundial y este especial momento económico reclaman y posibilitan.
Que el Comité Ejecutivo de la AFA se haya quitado la venda de los ojos, propiciando una Asamblea en la que todos quienes corresponden ser consultados para adoptar modificaciones profundas podrán expresarse libremente, es un dato positivo de la realidad. Que Julio Grondona haya mantenido reuniones en el más alto nivel -son públicos sus encuentros con el presidente Menem en los últimos tiempos-revela que está dispuesto a no quedar encerrado en la peligrosa cápsula del aislamiento soberbio y estéril.
A pesar de la drástica decisión de los socios del Deportivo Español, quienes impidieron la concesión del fútbol de su entidad al incipiente grupo futbolístico Macri, puede ocurrir que la idea llegue a buen puerto con ése u otros grupos empresarios en otras entidades cuyos asociados, ejerciendo un derecho tan elemental como los de Español, decidan lo contrario.
En definitiva, deben ser bienvenidas todas aquellas propuestas sanas y honorables que contribuyan a mejorar la situación de las instituciones en particular y del fútbol en su totalidad, siempre y cuando cumplan con todos los requisitos legales sin trampas ni subterfugios.
Más que asustarnos por la presencia e intención de estas nuevas alternativas, debería preocuparnos y avergonzarnos la patética situación que viven algunos clubes, empeñados en prolongar sus agonías en vez de aceptar los cambios imprescindibles.
El fútbol argentino hoy exige un campeonato más competitivo y donde intervengan instituciones que, por su convocatoria, su infraestructura y su estado patrimonial merezcan jugar en Primera División. A nadie escapa que hay clubes que no justifican su militancia en la categoría superior y cuya presencia es difícil de sostener. Los socios de Español usaron su derecho soberano y dijeron “no”. Pero esta intención del grupo Macri no tiene por qué invalidarse definitivamente.
Mientras ciertos sectores prefieren que nada cambie, acaso porque les conviene seguir igual, lo peor que podríamos hacer es rechazar sin fundamentos a quienes tratan de modernizar.
Así como el país encaró impresionantes transformaciones en áreas mucho más complejas y el presidente Menem no dudó en arriesgar su popularidad ni su prestigio, cuesta creer que el fútbol siga distrayéndose en las pequeñeces sin advertir la necesidad de producir cambios importantes que lo revaloricen.
Impresiona la comparación entre aquel periodista que levantaba la voz para mandarle un terminante mensaje al presidente de la AFA de parte del presidente de la República y el señor que hoy apenas consigue que se lo escuche en una fragorosa y amontonada convención de panelistas de programa de tele de la tarde.
Impresiona, con el diario del lunes, la asociación de las palabras cambio y modernidad con la figura de un joven empresario, Mauricio Macri, “…que busca incursionar en un mundo apasionante con la sana intención de encarar un negocio lícito…” mientras que ese joven empresario llevaba a cabo desde su vicepresidencia de SEVEL una maniobra de contrabando por la que la fiscal María Gabriela Ruiz Morales establecería tiempo después que se habían evadido —sólo en ese año 1993— 14 millones de dólares y por la que fue procesado.
Dos semanas más tarde El Gráfico insistía y avanzaba con su lobby sobre Grondona tratando de imponer al sentido común de la sociedad las ventajas de privatizar los clubes, publicando un reportaje que justifica la elección de la cita con la que comienza este artículo y, en el que entre otros muchos centros, se le preguntaba a Macri qué quería hacer con el fútbol:
Macri, ¿Qué quiere hacer con el fútbol?
Es un empresario éxitoso y tiene un sueño: que un equipo de Primera juegue como local en Mar del Plata…
La mira de reojo, la acaricia, la acomoda en la punta derecha del escritorio que ocupa en el piso 15 de un edificio de Catalinas Norte. La Adidas Tango descansa plácidamente junto a Mauricio Macri, el hombre fuerte de un holding que facturó 1.392 millones de dólares en 1992. “Lo que intenté en Español lo hice en forma individual, no en representación del grupo SOCMA”, dice, y hay que creerle. Ese vínculo afectivo que lo une con el fútbol es más sólido que el frío saldo de una memoria y balance.
-Todo esto no fue planeado, les diría que se trató de la suma espontánea de una vieja idea que tenía con la necesidad del Deportivo Español y con la ilusión de toda Mar del Plata. Porque detrás de este proyecto hay mucha gente que quiere lo mejor para una ciudad. Más allá de que esto se concrete ahora o no, lo bueno es que el Comité Ejecutivo de la AFA llamará a una asamblea y que de esa manera están más cerca de aceptarse las sociedades anónimas.
-El modelo de las S.A. ya funciona en países como Italia, Francia y España. Sin embargo, es muy común escuchar allí que dirigentes están presos o procesados por actos de corrupción…
-Es cierto, la diferencia es que la gente sabe quién fue el que robó, que el que hizo algo mal rinde cuentas ante la Justicia. En la Argentina no se puede seguir sin ese vehículo que ha permitido el desarrollo del fútbol italiano, el español, y también del básquetbol, el béisbol y el fútbol americano en Estados Unidos. Son todas sociedades anónimas que, a través de un grupo de empresarios, toman diariamente decisiones económicas de las cuales se hacen responsables poniendo su prestigio y patrimonio al servicio del crecimiento de la institución. Acá tiene que pasar lo mismo, se debe dar la convivencia de las sociedades sin fines de lucro con las sociedades anónimas, como en España, y cada uno adoptar la figura jurídica que mejor le convenga. Muchos clubes que hoy no son viables económicamente van a conseguir algún empresario responsable o un grupo que esté dispuesto a poner su plata y hacerse cargo de las decisiones que toman.
-Le insisto sobre si realmente es la solución. Los antecedentes que bajan desde Europa no son tan absolutos y contundentes en favor de las S.A…
-Sí, porque ahora ningún dirigente se hace responsable de los actos que realiza. Si el presidente de un club cualquiera compromete, como sucede en estos momentos, el futuro económico de la institución, no responde ante nadie por sus actos.
-¿Le consta que esto ocurre en el fútbol argentino?
-Sí, en el caso de la televisión, la publicidad, la estática… Los actuales dirigentes de los clubes están cobrándose a cuenta contratos que terminan dentro de tres años sin preocuparse por el futuro de la entidad a la que, supuestamente, quieren. Después, el directivo se aleja con las manos limpias y deja al club fundido, sin hacerse responsable de lo que ha hecho.
Los sábados en su quinta de Villa de Mayo no acaricia la pelota, le pega con una zurda más que respetable. Ordena los movimientos de su equipo y transpira al ritmo de los demás. Es su gran pasión, no hay dudas. Por eso el empresario y el hincha se mezclan constantemente, aunque a la hora de los negocios cambia los botines por una corbata. Entonces se pone serio.
-¿Por qué cree que hay tanta resistencia en los socios y en el ambiente del fútbol en general?
-No sé, pero estoy seguro de que clubes de poca convocatoria no tienen otra salida. Además, nadie dice que las sociedades civiles deben desaparecer: pueden convivir las dos figuras. Pero también en cada club donde se quiera permanecer, como una institución sin fines de lucro, habrá que hacer una modificación en los estatutos por la cual el dirigente se haga responsable de las decisiones que toma. Que los mismos dirigentes tengan que demostrar que durante su mandato no ha habido una administración fraudulenta ni negligencias. Si como resultado de todo este periplo que se armó con el tema de Español, la asamblea de la AFA termina sancionando esto, ya será un éxito…
-El mercado del fútbol parece ser un negocio altamente rentable, de acuerdo con la repercusión que tuvo este posible desembarco de empresarios prestigiosos como usted y a la relevancia de los volúmenes de inversiones que se manejaron.
-Pienso que a partir de ahora muchos empresarios se interesarán aún más por canalizar su capacidad y sus recursos a través del fútbol. No como hoy que es todo muy desordenado, con empresarios que llevan jugadores, por simpatía o porque lucran con esos jugadores, con sociedades que comercializan carnets para los clubes y sociedades para vender la publicidad. Los argentinos no tenemos que inventar nada, ya está inventado y desarrollado en otros países del mundo, nosotros debemos copiar.
-¿La industria del fútbol va hacia el desastre si continúa de esta manera?
-Creo que todavía no es una industria. Industria es todo aquello que produce con algún tipo de rigor o método, y el fútbol argentino tiene parte de pasión y sentimiento, y a la vez posee una parte de flujo de ingresos y egresos que pasan. Esa parte es el desorden… Se maneja con la misma pasión y el mismo sentimentalismo, pero sin ningún tipo de racionalidad. Es lo que lleva al fútbol a una crisis muy grande. Hoy por hoy los clubes se comprometen con cifras que distorsionan todo el mercado, que después no pueden afrontar, y se termina con pasivos que no es posible levantar, impuestos, cargas sociales, servicios públicos… Contraen todo tipo de deudas y años después aparecen sentencias, compromisos que quedan impagos, y se remata una sede social, un estadio. iNo puede ser!
La mira una vez más, la toca, la vuelve a acomodar. La pelota forma parte de la vida de este empresario de 34 años. Una de sus debilidades es jugar al fútbol, por eso ironiza: “En el Mar del Plata Fútbol Club el nueve era yo…” Habla con admiración de Menotti y lo define: “Es capaz de venderle agua a Obras Sanitarias, es el técnico que quiero”. Sigue coqueteando con la Tango y opinando…
-¿El fútbol está inmerso en un caos general? -Totalmente, un caos absoluto. Vivimos una pequeña luna de miel este último año, gracias a que el negocio de la televisión irrumpió con tanta fuerza y tanto capital. Lo ha financiado adelantando los recursos de años futuros. Pero hoy encontramos clubes que ya han cobrado la televisión del año que viene, los derechos de estática y todo tipo de ingresos. ¿Qué va a pasar con el próximo presidente de una institución, cuando llegue y se encuentre con que no tiene ingresos por televisión de partidos que todavía no se han jugado, que tiene vendida y cobrada la publicidad de la camiseta por dos años, con un pasivo vencido? El responsable de eso tiene que dar la cara.
-El acuerdo con Deportivo Español se firmó en la quinta de Olivos, en una reunión en la que participó también el presidente Menem. ¿Coincide él con esta lectura de la realidad del fútbol que hace usted?
-Sí, él está a favor de todo esto y pienso que la gente sensata también coincide con lo que ocurre en el fútbol. Además, está preocupado, como cualquier hincha de fútbol, que ve que las cosas están empantanadas. Lo mismo piensa el presidente de la AFA, personalmente me lo ha comunicado.
-¿El fútbol es negocio
-No es un negocio fácil y creo que hay diez negocios más fáciles que el fútbol.
-Entonces, ¿por qué el fútbol?, ¿cómo un hombre que pertenece al grupo económico que más factura en la Argentina se embarca en semejante responsabilidad?
-Lo hago por pasión. Estoy dispuesto, para revitalizar al fútbol argentino, a llevar adelante este proyecto, con cualquiera que quiera hacerlo y que tenga un equipo en Primera, que ceda su derecho y juegue de local en Mar del Plata con el nombre de Mar del Plata Fútbol Club.