Faltaba un año para el Mundial del 78 y la selección argentina terminaba de disputar, mostrando un rendimiento irregular, una serie de partidos internacionales en La Bombonera. El discurso del juego limpio y ofensivo del entrenador, César Menotti, no era unánimemente compartido en el ambiente del fútbol y su antagonista más visible era Juan Carlos Lorenzo, el  entrenador del Boca bicampeón del 76 que en ese momento estaba jugando las instancias decisivas de la Copa Libertadores.

lorenzo menottiAntes de que la histórica polarización Bilardo-Menotti entrara en vigencia, la grieta principal entre las escuelas futboleras argentinas era la que separaba al Flaco del Toto Lorenzo, un fundamentalista del catenaccio que había dirigido en dos mundiales a nuestra selección, con resultados bastante olvidables. Bilardo era caracterizado como uno de los principales herederos de Zubeldía pero no había tenido todavía un recorrido importante como entrenador en la Argentina, dónde había debutado con el saco de DT en su Estudiantes de La Plata antes de partir al fútbol colombiano a dirigir al Deportivo Cali.

El miércoles 3 de agosto de 1977, en la serie  semifinal de la 18° Copa Libertadores de América el destino puso frente a frente al Boca de Lorenzo y al Deportivo Cali de Bilardo. Fue en el estadio Pascual Guerrero y como era de esperar, se jugó en un clima irrespirable y terminó en un escándalo con el árbitro retirándose del campo custodiado por la policía.

La revista El Gráfico de esa semana prácticamente pasó por alto el comentario futbolístico del encuentro y en su “informe especial” titulado LA VERDAD DE LO QUE PASÓ CON BOCA EN CALI dio cuenta de los sucesos previos que habían contribuido a la batalla que finalmente resultó  el partido.

Todo había empezado con una indignada acusación de Lorenzo, que hacía responsable a Bilardo, (supuestamente  enterado de que el entrenador de Boca no viajaría a Cali a ver jugar a su futuro rival) de haber impedido la televisación para la Argentina del partido entre Deportivo Cali y Libertad de Paraguay y mantener de esa manera a resguardo “los secretos tácticos de su equipo”.

bil350Las quejas de Lorenzo continuaron al llegar a Colombia y acusó a Bilardo nuevamente de interferir en la elección del lugar de concentración de Boca, logrando que los mandaran a un hotel… “dónde siempre están de fiesta, no se puede dormir, entra y sale gente todo el día. Me imaginaba algo así porque a los de Bolivar les hicieron lo mismo. Yo tengo informes, vinieron a concentrar acá, les mandaron cinco o seis mujeres… Je, je, conmigo les falló porque éstos están bien educados. No le dan bolilla a ninguna mina y yo los controlo en todo lo que hacen…”

En represalia Lorenzo no permitió a Bilardo presenciar el entrenamiento de su equipo. Pero Bilardo armó su numerito y acompañado por algunos fotógrafos colombianos, se subió a un alambrado para espiar los movimientos de su rival y hacerse la víctima.

Para vengarse, algún colombiano comedido tajeó los neumáticos del micro que esperaba al plantel de Boca en la puerta del restaurante donde estaban cenando.

En respuesta algunos jugadores de Boca maltrataron a la prensa local y les negaron cualquier tipo de atención.

Era previsible que tras dos días de mutuas agresiones y de incitación al público por parte de los medios, a su ingreso al campo el día del partido, Boca fuera recibido con una pedrada y una estruendosa silbatina que continuó durante la ejecución del himno argentino.

Según El Gráfico, “El sistema de los dos equipos anticipaba la fricción y el choque. Bilardo dispuso la marca encima en el medio para cortar de arranque los contraataques de Boca. Hubo dos o tres foules muy fuertes, pero hay que destacar dos acciones que indican un descontrol fuera de todo límite. A los 13’, Montufar se acercó a Felman y lo puso nocaut con una violenta trompada en la boca. Y un minuto después el otro marcador de punta, Pecoso Castro, le metió los dedos embadurnados con una crema irritante, en el ojo derecho, a Mastrángelo.”

Más tarde Bilardo se desligaba de los hechos: “Yo no les dije nada.  A veces los jugadores hacen cosas que el técnico no sabe. ¡O vos te crees que en aquél Estudiantes todo lo que hacíamos adentro de la cancha era orden de Zubeldía? No, Zubeldía indicaba el estilo de juego, las jugadas preparadas, todo eso, pero lo demás corría por cuenta nuestra…”

Después del partido (1 a 1), al llegar al hotel, los jugadores de Boca fueron recibidos por cuatro o cinco fanáticos colombianos que los insultaron. Tesare y algunos más reaccionaron y repartieron algunas piñas. Uno de los hinchas agredidos hizo una denuncia policial y se prohibió por unas horas la salida de Boca del país.

Carlos Ares, el entonces enviado especial de El Gráfico y hoy funcionario del gobierno macrista, tan indignado estaba que escribió una Carta abierta a Bilardo y Lorenzo que no podemos evitar reproducir íntegramente:

“Terminaron los dos ofendidos, acusándose, desnudando imaginarias heridas a la dignidad y a la ética profesional. Bilardo le recriminaba a Lorenzo que hiciera declaraciones culpándolo a él como responsable directo de lo que había sucedido. Prometía su desquite, si no era posible en Buenos Aires, lo dejaba para alguna otra vez en que la situación le diera mejores posibilidades, pero no estaba dispuesto a olvidar. Lorenzo gozaba su victoria y no se hacía responsable de lo que pudiera pasar en el partido de vuelta, quería arengar a la hinchada de Boca, incentivar su natural fanatismo, se regocijaba calculando lo que podrían hacerle a Bilardo o a los jugadores del Cali. Los dos, en la madrugada del jueves, tenían los nervios alterados, insultaban, parecían delirantes. Dos hombres capaces, en ese momento, de la venganza más cruel. Al día siguiente los diarios y las radios colombianos traducían, con palabras desencantadas, el sentimiento desagradable que había producido en la gente el pobre partido de fútbol y todas las declaraciones posteriores. Aunque seguramente ellos tampoco lo habían deseado, todos quedamos envueltos en la misma sensación de angustia. Nadie alcanzaba a comprender cómo se puede llegar a estas situaciones casi desesperantes. Y aún hoy, cuando podríamos empezar a recuperarnos y olvidar como si hubiera sido una horrible pesadilla, nos duele saber que no. Que todo puede volver a repetirse en, cualquier momento. Dan ganas de tomarlos por las solapas y sacudirlos, conmoverlos hasta que reaccionen. Se les aceptan las excusas “Que el fútbol es un negocio y cualquier cosa es válida para conseguir un resultado” (Bilardo) o que “En el fútbol el más honesto es el balón y a veces pica en falso” (Lorenzo). Pero a pesar de esos argumentos es necesario, casi imprescindible, que fijen los límites. Basta, Bilardo, basta de pomadas irritantes en los ojos de los contrarios. Basta, Lorenzo, basta de pedirle a los pilotos de los aviones que provoquen un vuelo anormal para descomponer al cuadro contrario cuando viaja a jugar contra su equipo. Basta, por favor. A pesar del negocio, del medio que exige el éxito a cualquier precio, rescatemos algo de lo que el fútbol tiene de espectáculo y de deporte. Ustedes están capacitados y además disponen de jugadores aptos para ganar utilizando las armas legales que ofrece el juego. Dentro del estilo que quieran. Defensivo, de marca, con stopper, líbero o toque, el que les guste más. Por eso, aunque parezca inútil insistir, volvemos a invitarlos a la reflexión. Hagamos esta experiencia una tarde cualquiera: se trata de ir a la cancha, entrar por la puerta de la tribuna popular, subir los escalones y sentarnos allá arriba, en el último. No importa que esté vacía y no se juegue ningún partido. Es simplemente para ir y pensar un rato en todo esto. Claro que ustedes no son los únicos responsables, pero pueden ayudar a salvar algo de lo poco que queda.”