Sólo se necesita estar un poquito informado sobre fútbol para saber que Gonzalo Higuaín se cansa de meter goles en Europa pero cuando se pone la camiseta de la Selección, en las grandes citas, se le atragantan todos los gritos. El año pasado veías un partido del Napoli y ahí estaba el Pipita celebrando, un domingo sí y el otro también. Este año ves lo mismo pero con la camiseta de la Juventus. Cada partido del Calcio, un gol de Higuaín. O dos. O tres. Lo mismo que sucedía hace unos años con el Real Madrid.
Pero el mismo tipo que en Europa es un animal del gol, es burla permanente del futbolero medio argentino. El mismo tipo que en Europa la mete de cualquier lado y con cualquier cosa, en la Selección necesita dos arcos y ningún arquero para meterla en los partidos decisivos. ¿Cómo puede ser? Lo primero que surge es que un equipo no es una selección. Que Higuaín se conocía y se conoce, se entendía y se entiende mucho más con sus compañeros del Madrid, del Napoli o de la Juve que con los de la Selección. Es elemental: a más tiempo juntos, más armonía. La Selección se entrena de a retazos y así es muy difícil armar algo más o menos colectivo. Y sobre todo si se cambia de entrenador como de calzón. Entonces ahí hay un buen punto para tratar de buscarle una vuelta a cómo el mismo jugador es capaz de mostrar dos versiones en pocos días.
Antes que nada queremos agradecer a Miguel Simón, quien relatando el partido de ida entre Juventus y Barcelona, avisó sobre una estadística de Higuaín. El crack de Miguel (la palabra justa, el tono perfecto, las muletillas ingeniosas para contar el fútbol sin hacernos creer que estamos viendo la tercera guerra mundial como, por ejemplo, nos quieren hacer creer Vignolo o De Paoli) dijo algo así como que el Pipita tenía una deuda pendiente. Y esa deuda era nada menos que los partidos de eliminatoria de Champions League, el gran torneo europeo. Según lo que contó Simón, Higuaín había jugado 22 partidos de play off y sólo había metido dos goles. ¡¿Dos goles?! ¿Dos goles en 22 partidos un delantero con sus números? Entonces fuimos a chequear y, efectivamente, así era la estadística. Ahora, después de los dos cruces con el Barcelona, los números marcan 2 goles en 24 eliminatorias de Champions. Ambos con el Real Madrid. Metió el primero en un 4 a 1 al CSKA de Moscú en el Bernabéu. Por octavos. Y metió el tercero en un 3 a 0 al Galatasaray, también en Madrid. Por cuartos. Ninguno muy trascendente. Y acá encontramos otro ítem para entender las dos caras del Pipita: le cuesta en los partidos decisivos. Pero seguimos con la búsqueda.
Higuaín metió 97 goles en 190 partidos de Liga con el Real Madrid. Lo que da un promedio de 0.51 gol por partido.
Higuaín metió 61 goles en 104 partidos de Liga con el Napoli. Lo que da un promedio de 0.59 gol por partido.
Higuaín metió 23 goles en 32 partidos de Liga con la Juventus. Lo que da un promedio de 0.72 gol por partido.
Está claro que esos números son impresionantes. Ahora vamos a los partidos de Europa.
Higuaín metió 8 goles en 48 partidos de Champions con el Real Madrid. Lo que da un promedio de 0.17 gol por partido.
Higuaín metió 10 goles en 23 partidos de Europa League (la hermanita muy menor de la Champions) con el Napoli. Lo que da un promedio de 0.43 gol por partido.
Higuaín metió 3 goles en 10 partidos de Champions con la Juventus. Lo que da un promedio de 0.30 gol por partido.
Acá los números ya son bastante normalitos. En realidad, son flojos. Lo salva un poco los del Napoli, pero al ser en una competencia menor, eso también nos marca una pauta.
Para resumir. En sus tres clubes europeos, Higuaín metió 181 goles en 326 partidos por la Liga. Promedio: 0.56 por partido. En competiciones europeas, metió 21 goles en 81 partidos. Promedio: 0.25. Contundente la diferencia, ¿no?
Ahora vayamos a la Selección. Higuaín lleva 33 goles en 68 partidos. 5 en Mundiales, 7 en Copa América, 11 en Eliminatorias y 10 en en amistosos. Hasta acá todo muy bien.
Sin embargo, de los 5 goles en Mundiales, 3 fueron a Corea en la primera fase de Sudáfrica y uno a México en cuartos: el 2 a 0 de un 3 a 1. El otro sí, contra Bélgica en cuartos de Brasil, fue el más importante que hizo Higuaín con la Selección. De los 7 que lleva en Copa América sólo uno se puede considerar importante: el primero. En Argentina 2011, le empató el partido de cuartos a Uruguay (luego derrota por penales). En Chile 2015, le metió uno a Jamaica en la fase de grupos y el sexto a Paraguay en el 6 a 1. En la final contra Chile no fue titular pero ingresó, se perdió un gol sobre la hora y después falló su penal. En Estados Unidos 2016 le metió dos a Venezuela en cuartos y dos a Estados Unidos en semis (el tercero y el cuarto de un 4 a 0). En la final, otra vez con Chile, falló una ocasión muy clara apenas había arrancado el partido. Esta vez, para la definición por penales ya no estaba en la cancha.
A veces los números pueden ser muy fríos. Esta vez, en cambio, confirman las sensaciones: en los torneos con menos presión, como las Ligas, Higuaín es letal. Pero a medida que la presión se acrecienta, decrece el goleador. Sí, se achica. Se nubla al límite de perder el conocimiento. Y el mejor ejemplo es la final del Mundial. Le metió un gol a Alemania en clarísima posición adelantada y en vez de hacer lo que hubiera hecho cualquiera en esa situación (sí, mirar al línea, claro), salió a gritarlo como un loco. El sabía que se estaba sacando un peso de encima. Era lo que necesitaba. Por eso prefirió engañarse y no mirar. Por unos segundos, Higuaín había pagado su deuda: ser importante en partidos decisivos. Ganarle al miedo escénico. Fue un espejismo.