Independiente, Aldosivi, Olimpo y Unión. Son los cuatro rivales que le faltan a Boca para terminar este calvario. Sin embargo, después de ver lo sucedido tras la reanudación del campeonato, los nombres de los cuatro rivales terminan siendo uno solo: Boca. Desde aquel momento, Boca se enfrenta contra Boca en todos los partidos. Boca pelea contra sus miedos, contra sus presiones, contra su impotencia. Paradójicamente, hasta hace unas fechas ni siquiera peleaba contra sus rivales. Pero, ahora, para agregarle más morbo al asunto, ahí está River. En realidad no está tan ahí porque le queda un fixture terrible, pero por las inseguridades de Boca parece que ya lo hubiera pasado.
En cada uno de los últimos partidos del equipo de Guillermo Barros Schelotto nos surge la misma pregunta: ¿qué hace Boca? ¿Ataca? ¿Contraataca? ¿Presiona arriba? ¿Espera? ¿Es paciente para encontrar los espacios? ¿Es vertical? Y, debemos aceptarlo: nos declaramos incompetentes para responder. Lo de Boca es una incógnita. O es demasiado obvio: Gago trata de sacarla limpia, Pablo Pérez trata de hacer jugar al equipo, Barrios trata de equilibrar, Pavón trata de enganchar y patear o trata de tirar un centro y Benedetto trata de hacer lo que puede y lo poco que le llega lo transforma en muchísimo. De hecho, sin el penal tonto de Rossi, con los goles de Benedetto ante Newell’s y Huracán, Boca tendría el título en el bolso. ¿Y cuántos tiros necesitó el 9 para meter dos goles? Dos. O casi.
Quizás, y para esbozar una teoría, podríamos pensar en esa frase absurda que dice que “las finales no se juegan, se ganan”. Evidentemente, cuando afloraron las dudas tras la partida de Tevez, el técnico habrá arengado a su plantel con algo parecido a un “a partir de ahora son todas finales”. El problema de Guillermo es que no les explicó qué había que hacer en esas finales. Porque cualquiera sabe que las finales se ganan. Pero no todos saben cómo. Boca, durante el 2017, demostró que no tiene la menor idea.
Está tan confundido el entrenador que después de abrir el partido con Huracán sin merecerlo ni un poco les ordenó a sus jugadores: 4-4-1-1. Es decir: un planteo para un equipo chico que con esos tres puntos se va a salvar del descenso. Ahí está el quid de la cuestión: Boca juega como si se fuera a ir al descenso si no gana el torneo. ¡Pero Boca está por ser campeón! Sin embargo, el miedo que genera la posibilidad de que River le birle el título no le permite disfrutar un momento único: las últimas fechas de un certamen en el que los números dicen que es, por mucho, el que más chances tiene.
Hoy, el hincha de Boca se agobia cuando tiene que ver a su equipo. Si le toca ganar, como la semana pasada ante Newell’s, se va de la cancha con una sensación de alivio. Como si fuera una visita higiénica. Simplemente alivio, ningún placer. El placer lo consigue mirando a los demás. Porque son ellos los que van a llevar a Boca al momento cúlmine.