Durante la transmisión del River-Boca, en un par de oportunidades, el relator Sebastián Vignolo le dijo al comentarista Diego Latorre que Adrián Suar lo había invitado a ver la película “Me casé con un boludo”, que muy pronto se va a estrenar en los cines de todo el país. Era una publicidad encubierta, pero mucho más que eso, parecía una metáfora de lo que estaba sucediendo con el fútbol durante la transmisión en cadena del superclásico. Bah… en cadena no, porque en la TV pública, a esa hora, se podía disfrutar el maravilloso espectáculo del Cirque du Soleil, que ya vimos más o menos doscientas veces en diferentes emisiones de relleno.
No vamos a exagerar, pero queda más o menos claro que ya está casi concretada la transferencia de los derechos del fútbol a sus anteriores dueños y que lo que hasta hace poco era fútbol para todos, pronto volverá a ser fútbol para el que pueda pagar.
No vamos a entrar en la discusión sobre si el Estado debe pagar millones de pesos para que todos los argentinos puedan ver libremente el fútbol. Porque más allá de que respaldemos la iniciativa, entendemos perfectamente a aquellos que sostienen que, en un tiempo de vacas flacas, sería mejor usar ese dinero para otras cuestiones más vitales. Igual, frente a estas afirmaciones, nos permitimos dudar sobre el probable destino de esos 881 millones de pesos en caso de que no fueran al fútbol. ¿Irían a la construcción o equipamiento de hospitales, infraestructura de escuelas o al desarrollo de caminos? Nos permitimos dudarlo, porque sabemos perfectamente que las cosas no son automáticas. Y la virtud muchas veces no tiene mucho que ver con estos asuntos.
El objetivo de las transmisiones deportivas durante la anterior administración estaba claro: el Gobierno pagaba por un producto y aprovechaba ese espacio para lanzar campañas de concientización, de prevención, promocionar acciones y hasta para promover alguna que otra denuncia contra alguien. Repetimos: podía gustar o no aquel formato pero la idea estaba clara. Se ponía plata y se usaba ese espacio para que el Gobierno dijera cosas. Y se usaba bien, mal o pésimamente. Pero se usaba. La inversión le rendía al Gobierno, que no es lo mismo que decir al Estado, pero que normalmente se confunden erróneamente.
El presidente Mauricio Macri anunció en campaña con bombos y platillos que el Fútbol para Todos iba a seguir pero que se buscaría una receta para recuperar parte del dinero invertido. La propuesta era razonable. Nosotros pensamos: el Gobierno va a pagar 800 millones de mangos y tratará de recuperar esa plata vendiendo el espacio de los entretiempos a diferentes empresas, con lo que la pérdida será menor. Y hasta nos ilusionamos: ¿y si encima el Fútbol para Todos se convierte en un negocio para paliar el déficit fiscal? Celebramos la idea.
Pero como nada es como se dice ni todo es como se ofrece, esa no fue la receta que implementó el nuevo gobierno. No. Prefirió sentarse con Canal 13, Canal 11 y América y cederle los derechos de Boca, River, Independiente, San Lorenzo y Racing a cambio de 45 millones de pesos a cada uno por cuatro meses. Es decir 135 millones. O sea: poco más de un millón de pesos por partido.
El costo de la publicidad en estos partidos por segundo ronda –en el peor de los casos– los 10 mil y los 12 mil pesos limpios. Digamos, para ser prudentes, 10 mil. Con 5 minutos de publicidad (300 segundos) cada canal recauda 3 millones de pesos por partido. Además disfrutan de otros beneficios colaterales como mejorar su rating, promover sus programas y calentar la pantalla. Es decir: Canal 13, Canal 11 y América, en caso de vender esos 5 minutos de publicidad, ganan alrededor de 2 millones de pesos por partido. Una cuenta rápida nos dice que en estos cuatro meses (a dos partidos por fecha) recaudarán 192 millones, con lo que no sólo pagarán los 135 que abonaron por los derechos sino que además les quedará una ganancia de 57 millones, es decir 19 para cada uno. No está mal, ¿no?
Nadie se opone a que los privados ganen plata. Sería necio de nuestra parte objetarlo cuando vivimos en una sociedad capitalista. Pero es inevitable la pregunta: si se hubiera mantenido el formato anterior el Gobierno recaudaría 720 millones de pesos con sólo vender 5 minutos de publicidad por partido, a 10 mil pesos el segundo, en los 240 juegos que posee en torneo de Primera. Y si restamos 720 millones de pesos a 881 millones, nos queda un déficit de 161 millones de pesos. El que tranquilamente se podría subsanar vendiendo a 12 mil o 15 mil pesos los segundo de los partidos de los equipos más grandes. Un dato: En el River-Boca el segundo rondaba promedio los 70 mil pesos.
Todo es confuso. Por eso vamos a tratar de explicar con mayor claridad cómo debería haber sido y como es.
Debería haber sido:
- El Gobierno paga 881 millones por los derechos del fútbol.
- El Gobierno recauda 720 millones de pesos vendiendo 5 minutos de publicidad en cada uno de los 260 partidos, a 10 mil pesos el segundo.
- El déficit del semestre sería de 161 millones de pesos. Que es compensable vendiendo más cara la publicidad en algunos partidos especial, Además, el Estado, no el Gobierno, tendría el beneficio colateral de potenciar la pantalla de la TV Pública, además aprovechar las repetidoras para que los partidos se vean en todo el país por TV abierta.
Pero es:
- El Gobierno paga 881 millones por los derechos del fútbol.
- Tres canales (el 13, el 11 y Amércia) compran con 45 millones cada uno los derechos para transmitir a Boca, River, San Lorenzo, Racing e Independiente.
- El Gobierno recauda 135 millones de pesos.
- Déficit del semestre: 746 millones de pesos.
- Se padece el vaciamiento de contenido a la TV Pública y los partidos, en el Interior, sólo se pueden ver si hay sistema de cable o por algunas repetidoras de los canales citados. Ni que hablar de cómo están matando DeXTV en beneficio de Fox, ESPN y TyC Sports.
- Los canales recaudan en concepto de publicidad 192 millones de pesos.
- Los canales ganan 57 millones, decir 19 cada uno en apenas cuatro meses.
- Los canales mejoran su rating, su posicionamiento en el mercado y promocionan su programación.
“Me casé con un boludo”, se llama la película de Suar. Los canales de aire, tranquilamente pueden empezar a escribir el guión de la saga: “Me asocié con un boludo”.