Ahora resulta que para querer que un equipo argentino gane en un Mundial, todos aquellos que practiquen ese deporte deben ser buenas personas.
Ayer se dio uno de esos raros momentos en los que uno valora su época, su país, su ciudad, su actualidad, su momento, sus nervios, las lágrimas y el fútbol.
Sin jugar bien, Argentina vuelve a la final del Mundial tras 24 años.
Alemania maravilla y Brasil pesadilla quedarán en la historia por este 7-1 que terminó con la torcida silbando a los malos y aplaudiendo a los buenos.
Ahora todos elogian a Sabella, pero siempre hay un rompe bolas. Para un periodista de Un Caño, el DT se puso conservador y corrió riesgos innecesarios.
El entrenador de la Selección, ante Bélgica, hizo exactamente las modificaciones que tenía que hacer para que el equipo fuera sólido y ganara el partido.
El triunfo de la Selección contra Bélgica otorgó cierta sensación de alivio, como si por fin se saldara una deuda con una generación de argentinos.
Un mes de adrenalina al máximo, cada cuatro años, es lo que nos dan los que dominan el planeta. Así nos hacen creer que la vida es un poco mejor de lo que en realidad es.
El éxito de Argentina sobre Bélgica dejó en claro que Sabella consiguió su objetivo: armó un grupo sólido que entiende que la solidaridad es su principal virtud.
Si antropólogos jupiterianos bajaran a la Tierra para analizar a la raza humana, no podría incluir a los argentinos en el colectivo. El fútbol, ¿no es una religión diabólica?
La hinchada argentina le pregunta a Brasil que se siente. ¿Hablan de ganar cinco mundiales? A nosotros también nos gustaría saber qué se experimenta.