En la redacción de Un Caño hay una idea de Lucho Van Gaal que nos gusta mucho y que la mencionamos cada vez que hablamos de él. Dice así: “Vos tenés que decidir cómo juega tu oponente, él no puede decidir cómo jugás vos”. Ayer, en la primera semifinal de la Champions League entre Barcelona y Bayern Múnich, con dos DTs que fueron pupilos del holandés, Guardiola intentó eso: decidir, desde el inicio, cómo se iba a jugar el partido. Imponer condiciones.
Apenas se conoció el jeroglífico que Pep presentó por formación inicial, los medios del mundo intentaron descifrarlo como pudieron. Algunos daban a Lahm de puntero derecho, otros a Thiago de wing izquierdo. Nosotros, que sabemos tanto, decíamos en charla interna, “No, así no, seguro juega con línea de cuatro atrás, y en el medio…”.
Cuando comenzó el partido nos dimos cuenta de que Bayern defendía con línea de tres. Benatia como stopper derecho sobre Neymar, Boateng por el centro pendiente de Luis Suárez, y con Rafinha -habitualmente lateral por derecha- como marcador de Messi, en la izquierda. Por delante, Xabi Alonso como líbero adelantado. Cuatro por encima, Bernat, en la banda izquierda ocupado de Dani Alves, sobre el centro Schweinsteiger y Lahm, presionando con Xabi a Busquets, Rakitic e Iniesta, Thiago por la derecha, sobre la salida de Jordi Alba; Mueller de puntero derecho y Lewandowski contra los centrales. Un esquema arriesgado e infrecuente.
“Queríamos monopolizar la pelota”, explicó Guardiola después de la derrota. El plan de Pep, con un plantel debilitado por ausencias notorias, sobre todo en el ataque por las bandas (Robben y Ribery), fue presionar alto -para robar y atacarlos desordenados- y colapsar el medio del campo para evitar que este gran Barcelona, que ganó 28 de 29 partidos en 2015 -sólo empató con Sevilla y derrotó dos veces a Atlético, a Man. City y a PSG, venció a Real Madrid y ahora a Bayern-, pudiera jugar con comodidad.
Para eso Guardiola asumió el enorme riesgo de defender a Messi, Neymar y Suárez, mano a mano y lejos de su arco. En el primer cuarto de hora, el Barça modelo Luis Enrique, que también sabe jugar en largo y de contra, se adaptó a la presión y comenzó a saltear la línea media con pases largos, mientras el Bayern de Pep manejaba la pelota con algo más de prolijidad -y algún pase largo como el que abrió el partido- pero parecía demasiado descubierto atrás.
Fueron 15 minutos intensos, con dos equipos que asumían riesgos para dañar al otro, para doblegarlo, dominarlo. Algo similar pasó hace poco en la serie de NBA entre Spurs y Clippers, en un momento en que Popovich puso todos petisos y Doc Rivers todos altos. Cara a cara, los dos DTs enfrentaban estrategias asimétricas, exponían debilidades para aumentar sus fortalezas. El periodista Álvaro Martín, que trasmitía el partido, lo explicó con genialidad: “Juegan a ver quién pestañea primero”.
En el Camp Nou, después de un pase largo que ¡Messi! ganó de cabeza para dejar a Suárez mano a mano con Neuer, Guardiola pestañeó primero. Le tembló el pulso, perdió la fe en su táctica y le mostró cuatro dedos a Xabi Alonso. Reorganizó las fichas y pasó a un sistema más convencional con línea de cuatro (Rafinha, Benatia, Boateng y Bernat), Xabi Alonso entre los centrales, Thiago pasó a la izquierda, Lahm en la derecha y Schweinsteiger sobre el centro. Adelante, nada cambió, siguió Mueller en la punta derecha y Lewandowski como ariete.
Así, Bayern se mostró más equilibrado, con menos huecos defensivos, pero perdió la hegemonía de la pelota y Barcelona, sin tanta presión encima y con menos tráfico en el medio, aumentó la circulación por el piso y empezó a llevar la pelota hasta sus delanteros de forma más prolija. Ahora Bernat tenía que correr toda la banda para presionar a Dani Alves, los medios ya no tenían ventaja numérica para cortar y pasar al ataque, mientras Lewa y Mueller quedaban cada vez más solos. Igual, el equipo de Pep se las arregló para disputarle, y ganarle, la pelota a su rival, fue la primera vez en nueve años que Barça se vio superado en esa estadística en Champions.
En base a eso, durante más de 75 minutos, Bayern, aunque inofensivo, por que sin punteros no pudo generar demasiado peligro, pareció neutralizar a Barça. Pero en una fracción de tiempo, de desconcentración, en una mala salida, en una buena presión de Dani Alves, en un desacople defensivo entre el seis y el tres, Messi rompió con toda estrategia en apenas tres minutos. En una puso la zurda como para cruzarla al segundo palo y en instante final cerró el pie para definir fuerte al primero. En la otra, metió gambeta -Boateng aportó ridiculez- y la picó de derecha para un gol ya histórico.
“Es demasiado bueno”, dijo Bernat de Messi tras el juego. Cuando le plantearon secuestrarlo para evitar que juegue la vuelta afirmó: “Da igual, se escaparía”. Al final, Neymar, a pase de Messi, en una contra fugaz ante un Bayern golpeado (similar al Boca-River del domingo), firmó un 3-0 que, como afirmó Guardiola, y todos coincidimos, “no refleja lo que fue el partido”. Pero que sí resume bien lo que es el fútbol. Un mundo de voluntades que en cualquier momento desarma un zurdito, cuando nos hace pestañar a todos.