Hinchas de River tiran piedras al micro de Boca, policías en actitud pasiva, detenidos que son liberados rápidamente, arrestados al voleo. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Habrá sido una interna de las fuerzas de seguridad? ¿Una puja entre el gobierno nacional y el de la ciudad? ¿Habrán sido hinchas de boca disfrazados de hinchas de River? ¿Habrá sido el desinterés y la mala praxis de los funcionarios? ¿Habrá sido el interés, la voluntad de los funcionarios?

Quizás haya sido todo eso junto, que es lo mismo que nada. Ojalá hubiéramos visto a los dos polos enfrentados, Boca y River en una batalla campal, desenfrenada por la preponderancia de las hinchadas. Pero ni eso. Los polos se juntan, la imagen se aplana, indiferenciación de las causas e indiferencia de los efectos. El sentido desaparece. Ni causas ni efectos. Una realidad enferma, agonizante. O que quizás ya esté muerta (aunque sabemos que puede resucitar en cualquier momento).

Ya no tenemos espectáculo. A mayor violencia del acontecimiento, mayor la neutralidad del efecto. Desaparición de la rivalidad por la disuasión que ya no deja lugar para la victoria y la derrota. (El empate del primer partido es un bucle irónico.)

Los medios, los periodistas deportivos, los comentaristas políticos, la cultura, todos se entregan a la simulación, al esfuerzo enorme por construir una realidad que saben ausente, por simular que existen causas, efectos y sentido. Simulación de la rivalidad. La paz social viene a darle la estocada final a la realidad moribunda (que viene a ser como la gobernabilidad en política): son 15 inadaptados que nos arruinaron la esperada fiesta. Esto es peor que la manipulación, que la tergiversación, que demandaría de intención, perspectiva, punto de vista y horizonte, realidad y sentido. Nada de eso. 

Finalmente, el partido en igualdad de condiciones nos priva del partido. El enfrentamiento no tuvo lugar y ya no podrá tenerlo. El partido en igualdad de condiciones elimina la rivalidad y ya aunque suceda, no habrá tenido lugar. El partido, si se juega, nos demandará de un esfuerzo aún mayor de simulación para mantener vivo el principio de realidad.