Cuando los hinchas de América de Cali sufrían por no ganar la Copa Libertadores en la década del ochenta o por no lograr un título nacional en los sesenta, nadie les dijo que esa frustración genuina se convertiría en una nimiedad al lado de las penurias del siglo XXI. Aquellos que se lamentaban por las derrotas en finales jamás imaginaron que iban a penar durante cinco años en la segunda división colombiana. Porque descender es algo que le puede suceder a cualquier equipo, así quedó demostrado a lo largo de la historia y en todas las latitudes. En cambio, lo que sí es extraño para un club gigante como América es tardar un lustro en regresar. Fue un calvario largo e inesperado, pero uno de los tres grandes de Colombia ya está de vuelta.
Cada vez que América está en un mal momento, en Cali se recuerda una leyenda. Y, como no hubo peor momento que el que comenzó en 2011, “la maldición de Garabato” cobró importancia. En 1948 se debatió en todos los clubes de Colombia el paso al profesionalismo. En América, la mayoría de los directivos estaba de acuerdo con esto, salvo Benjamín Urrea, alias Garabato. El día de la asamblea de aprobación del nuevo sistema, el hombre, decepcionado y fuera de sí, exclamó: “Que lo vuelvan profesional, que hagan del América lo que quieran, pero juro por mi Dios que nunca serán campeones”. Por supuesto, nadie le dio demasiada trascendencia. Hasta que vieron que pasaban los años y el título no llegaba.
En 1978, cuando se cumplieron 30 años de la maldición, hinchas y dirigentes decidieron tomar medidas extremas: llamaron a Garabato y lo invitaron a un exorcismo en el campo de juego del estadio Pascual Guerrero. Al año siguiente, el equipo ganó su primer título profesional. América, uno de los cuadros con más hinchas del país, fue el décimo equipo en ganar un campeonato. Conjuntos muy menores, como Deportes Caldas o Deportes Quindío, dieron la vuelta olímpica antes que los Diablos Rojos. Es fácil pensar que la maldición finalizó el día del exorcismo, más aún teniendo en cuenta que en los ochenta ganó cinco ligas consecutivas. Sin embargo, las cuatro finales de Libertadores perdidas y el largo calvario en la B parecen tener la firma de Garabato.
A fines de 2011, América jugó la promoción contra Patriotas de Boyacá, un equipo muy chico fundado en 2003. Parecía un trámite para un conjunto que tuvo que jugarse la permanencia a pesar de haber clasificado a los cuartos de final. Porque el invento argentino de los promedios también llegó a Colombia. Después de dos empates 1-1, la serie se definió por penales y el pequeño Patriotas logró el ascenso en la casa del gigante América. Así comenzó el infierno para el Diablo.
Eduardo Lara, el ex entrenador de la Selección Colombia, se hizo cargo del plantel y América desfiló en el primer torneo de la temporada. Marcó una gran diferencia futbolística y ganó el Apertura tras vencer a Unión Magdalena, otro campeón histórico, en la final. En el Clausura, quedó cerca del título y el ascenso directo, pero debió jugar una final mano a mano contra Alianza Petrolera, club fundado en 1991 que le ganó por penales y ascendió por primera vez en su historia. Le quedaba una chance más al cuadro caleño: la promoción contra Cúcuta. Pero la frustración no pudo evitarse y el equipo que había comenzado el año como para tene un paso fugaz por la B se quedó en el pozo. Lo más increíble es que nunca volvió a estar tan cerca del regreso hasta este año.
En 2013 fue contratado el último DT campeón de primera, Diego Umaña, un ídolo histórico de la institución. No pudo conseguir el título ni en el Apertura ni en el Clausura y vio con estupor como ascendían dos equipos que habían nacido tres años antes: Fortaleza y Uniautónoma. En 2014 llegó a jugar la final del Apertura, que perdió por goleada contra Jaguares de Córdoba, club fundado en 2012. En el Clausura, se clasificó a los cuadrangulares por diferencia de gol y terminó último en su zona. Fue, quizás, el peor momento de América en la B.
La tristeza se profundizó en enero de 2015, cuando la Dimayor entregó dos ascensos extra con la extraña esperanza de que el gigante en desgracia de una vez por todas lograra el objetivo. Se eligieron a dedo ocho equipos de la categoría (los más “históricos”) y se formaron dos grupos, con un ascenso para cada uno. A pesar de ese intento oficial por impulsar el retorno de América, el equipo volvió a fallar. No pudo ganar ninguno de los tres partidos y los beneficiados fueron Cúcuta y Cortuluá.
En 2015 tuvo tres entrenadores: José Alberto Suárez, Luis Augusto García y Fernando Velasco. Eso explica muy bien cómo fue el año. El formato fue diferente, ya que no hubo Apertura y Clausura y se jugó un solo campeonato, todos contra todos. Los mejores ocho avanzaron a la segunda fase, donde se dividieron en grupos de cuatro, como se hace habitualmente en Colombia. América peleó hasta el final, pero el ascenso en su zona fue para Atlético Bucaramanga, un equipo que supo ser campeón de la A. El modesto Fortaleza se quedó con la otra plaza.
En 2016 se cumplieron tres años de su salida de la “lista Clinton”, una lista negra de empresas y personas vinculadas con dinero proveniente del narcotráfico. Su presencia allí fue un problema enorme, ya que provocó graves daños no sólo en la imagen del club sino también en su estado financiero. Después de un buen tiempo fuera de esa lista, el pasivo se redujo de gran forma, los dirigentes lograron sanear la institución y contrataron a un entrenador de primer nivel nacional (Hernán Torres) y jugadores de categoría. Así, lograron un ascenso que parecía que jamás llegaría. Hoy, uno de los grandes del continente está de vuelta en su lugar.
Cuando descendió, América era el club con mayor cantidad de títulos en Colombia, con trece estrellas. Hoy, lo superan Atlético Nacional y Millonarios. El Verde aprovechó la ausencia de uno de sus principales rivales y estableció una hegemonía que hoy está en su punto más alto. Así, el cuadro escarlata tiene un gran desafío: reacomodarse rápido en la elite para volver a pelear mano a mano con sus pares.