El próximo año el Bayern Múnich de Guardiola, o el Dortmund de Klopp, va a jugar contra un equipo que se llama RB Leipzig. RB, de Red Bull. Ahora están en la B de Alemania pero, pese al desprecio que generan en muchos equipos e hinchas, todo está dado para que ganen el ascenso a la Bundesliga. El dinero está de su lado.
El último fin de semana el nuevo equipo de Red Bull fue a jugar a la cancha de Union Berlin y recibió el más contundente rechazo desde que el millonario dueño de la empresa austríaca de bebidas energizantes lo inventó. Los hinchas del conjunto berlinés, un club de izquierda, cooperativista, cuyo himno lo canta la punk de Nina Hagen, bancado por sus socios, un club -del que alguna vez deberíamos hablar- que durante el último mundial invitó a sus socios a ir al estadio con sillones para armar un gran living comunitario y ver los partidos en pantalla gigante y con cerveza; los hinchas de ese club recibieron a su rival, un invento del marketing, con una enorme bandera negra que, en blanco, decía: “La cultura del fútbol murió en Leipzig”.
RB Leipzig llegó invicto y puntero. Union Berlin no había ganado en todo el torneo. Fue victoria para los berlineses, 2-1 con dos goles de Sebastian Polter, que así salieron de la zona de descenso. Justicia deportiva. En las tribunas se jugaba un partido ideológico. Un panfleto que circuló decía: “Nuestro rival de hoy encarna todo lo que nosotros en Union no queremos del fútbol. Un producto de marketing empujado por intereses financieros (…), jugadores con el signo euro en los ojos (…), alentado en las tribunas por consumidores con el cerebro lavado que nunca escucharon nada de un club manejado por sus hinchas”.
Las 20 mil personas de Union Berlín que estaban en la cancha, a modo de protesta, se vistieron con unos ponchos negros y durante los primeros 15 minutos se quedaron en silencio. En luto. Sobre el perímetro de la cancha colgaron varias banderas más, también negras, que todas juntas decían: “El fútbol necesita, participación, fidelidad, emoción, tribunas de a pie, tradición, fair play financiero, pasión, transparencia, historia e independencia”. Todo lo que a RB Leipzig le falta.
El de Leipzig es el quinto equipo de fútbol de Red Bull en el mundo. El primero fue el de Salzburgo, pero después armó otros en Nueva York, Brasil y Ghana. Todo es parte de una enorme campaña publicitaria en la que la marca vincula el deporte con las cualidades energizantes de su producto. Tienen dos escuderías de Fórmula Uno, una de NASCAR, dos equipos de hockey, varios de autos de carreras -incluso en Brasil- y un team de rally en República Checa. Además, sponsorea a más de 20 equipos de motos, coches y camiones, y a deportistas extremos, golfistas, jugadores de la NBA, NFL, NHL, y hasta de videojuegos.
El proyecto alemán de Dietrich Mateschitz, dueño de Red Bull, está en desarrollo hace casi una década. El plan siempre fue instalarse en Sajonia, una región muy futbolera de Alemania del Este, que supo ser importante antes de la caída del Muro, e invertir 100 millones de euros para, en una década, llegar a ganar la Bundesliga. En 2006 intentó comprar al FC Sachsen Leipzig, un equipo muy tradicional, pero las protestas de sus hinchas lo evitaron. Sachsen y Lokomotiv, el otro equipo histórico de Leipzig, estaban en 5ta división igual que el más pequeño SSV Markranstädt, un club fundado después de la 2da Guerra Mundial. Para todos los propósitos esa se presentó como la inversión ideal.
También ahí hubo algunas protestas, menores. Red Bull no tuvo problemas para comprar su licencia de 5ta división en mayo 2009. El dinero fue bienvenido por la comunidad, según la prensa local. El club fue bautizado como Red Bull Leipzig. Pero había un problema, la Federación Alemana prohíbe que los clubes lleven nombres de sus sponsors. Entonces, lo llamaron RasenBallsport Leipzig e.V., que se resume como RB Leipzig y trampea la regla para decir lo mismo. La otra ley alemana que se saltearon fue la que dice que los clubes no pueden ser controlados por una sola persona física o jurídica y recomienda que al menos sean siete sus dueños. RB Leipzig tiene nueve, todos empleados de Red Bull -y con la renuncia en alguna caja fuerte, seguro.
En la primera temporada, 2009-2010 ascendieron a la Liga Regional Norte, Cuarta División. Ese año jugaron en la diminuta cancha del SSV Markranstädt, con lugar para 5.500 personas. Después se mudaron al estadio Central de Leipzig, que fue remodelado para el Mundial 2006 con capacidad para 45 mil espectadores. Ahora se llama Red Bull Arena. Recién en 2013, ascendieron a Tercera y en la campaña siguiente fueron subcampeones y subieron a Segunda. Para esta temporada en la Bundesliga.2 gastaron 12 millones de euros en refuerzos.
Los que defienden el proyecto dicen que gracias al dinero del toro rojo el fútbol de Leipzig podrá volver a ser importante como en la era comunista e incluso antes, desde 1913 que un equipo de esa zona no sale campeón de Alemania. Red Bull, destacan, instaló modernos campos de entrenamiento y apuntan, con insólito orgullo, que se plantea capturar “a todos los jóvenes talentos de Alemania oriental”.
Pese a lo que es, un club de fútbol creado en una agencia de publicidad, RB Leipzig tiene hinchas. De hecho, tiene tantos hinchas que en Tercera lideró el ranking de recaudaciones. Está visto, el éxito atrae. Pero a su dueño no le interesa que esos tipos que alientan se acerquen mucho. Hasta que la Federación obligó, para dejarlo jugar en Segunda, hacerse socio era casi imposible, caro y burocrático. Tiene 300 miembros mientras que en un equipo como Union Berlín hay más de 12 mil afiliados que los desprecian.
Una vez, Union Berlín no les jugó un amistoso porque sus hinchas protestaron. Lo mismo pasó después con Stuttgart y Nuremberg. Hace ya unos años, grupos de socios de casi 20 clubes lanzaron una campaña en contra de la presencia mercantilista de Red Bull en el fútbol alemán. El DT de Bochum, Peter Neururer, llegó a decir que le daba “ganas de vomitar” lo que estaban haciendo. “Cuando el fútbol es usado como una unidad de marketing para una marca puedo entender la preocupación de los hinchas”, afirmó. Que se sepa, en Un Caño también nos preocupa, y tampoco los queremos.