El 1 de febrero de 1965, Stanley Matthews cumplió cincuenta años. A diferencia del resto de los mortales, el hombre no tuvo tiempo de lidiar con los clásicos dilemas existenciales que se les presentan a los adultos cuando “cambian de década”. Es que estaba entrenándose con Stoke City para afrontar un partido de la primera división inglesa frente a Fulham sólo cinco días después.
Matthews tuvo una carrera profesional de tres décadas y media y no es sólo el futbolista más longevo en jugar de forma competitiva en una Liga de las importantes, sino también es un símbolo del fútbol británico y un ícono cultural de Inglaterra. Nunca nadie logró imitar su gesta, ni siquiera en estos tiempos, en los que la medicina deportiva avanzó mucho pero no lo suficiente para igualar el crecimiento de la intensidad del juego. El récord de Matthews no podrá ser destruido ni siquiera por Lionel Messi.
“Creo que me retiré demasiado pronto. Podría haber jugado por lo menos dos años más”. No es una broma ni una exageración forzada, es la absoluta certeza de un futbolista eterno, que se creía capaz de jugar por siempre. Y quizás tenía razón. De hecho, algunos años después, mientras vivía un exilio en Malta y era el entrenador de Hibernians, se calzó la camiseta para jugar un ratito más. Aquella idea de que “el futbolista siempre será futbolista”, él la llevó un paso más allá.
En 1955, Inglaterra enfrentó a Brasil por primera vez en su historia. Era el equipo que tres años después ganaría la Copa del Mundo de Suecia, pero sin Pelé ni Garrincha. Con 40 años de edad, Stanley Matthews dejó en ridículo a la defensa brasileña liderada por Nilton Santos, quizás el mejor central de la historia de la Canarinha. El delantero inglés participó de los cuatro goles de la victoria 4-2 de la Selección local. Tiempo después, el propio Pelé dijo: “fue el hombre que nos enseñó cómo se juega al fútbol”.
Tres años antes se había disputado la “Final de Matthews”. En Wembley, su Blackpool y Bolton Wanderers definieron la FA Cup, el trofeo más prestigioso de Gran Bretaña. Bolton se puso 3-1 arriba y, a media hora del final del juego, controlaba las acciones sin grandes problemas. Entonces, empezó el show del viejito. Primero, asistencia lujosa a Stan Mortensen para el 2-3 y después hizo una jugada legendaria antes de servirle el 4-3 final a Bill Perry. Aquel encuentro fue uno de los primeros retransmitidos por televisión. Quizás, que el fútbol tenga la popularidad que hoy tiene se deba en buena parte al talento de Matthews.
Tenía 41 años cuando ganó el primer Balón de Oro de la historia. Su extraordinaria actuación en aquel partido contra Brasil y su carrera intachable hicieron que la mayoría de los 16 periodistas involucrados en a elección lo votaran. Derrotó a Alfredo di Stéfano, Raymond Kopa, Ferenc Puskás y Lev Yashin entre otros.
Nació en 1915 en Hanley, un pueblo de la ciudad de Stoke-on-Trent. Hijo de un boxeador local al que apodaban “el barbero luchador de Hanley”, a los 15 años fichó con Stoke City, el equipo de la zona. Debutó dos temporadas después, frente a Bury FC. Fue un profesional adelantado a su tiempo y su disciplina y capacidad para entrenarse fueron tan importantes en su carrera como su talento innato. Jugó en Stoke hasta 1947, cuando lo llamó Joe Smith, DT de Blackpool y le dijo: “Ya tenés 32 años, ¿crees poder jugar un par de temporadas más?”. Jugó catorce años en Blackpool y cuatro más en Stoke, el club de su vida.
Tal era la popularidad del bueno de Stanley que en la Inglaterra de los cincuenta se contaba una anécdota. Una vez, el Papa visitó a la Selección de Inglaterra y todos saludaron al pueblo desde un balcón. Entonces, un inglés le pregunta a un italiano: “¿Quién es el Papa?” A lo que el italiano responde: “No sé, no distingo desde aquí”. “Bueno, yo sí se quién es Matthews, el de la izquierda”, responde el británico. Para esos hinchas, Stanley era más que el Vicario de Cristo.
Matthews sólo ganó un título colectivo: aquella FA Cup de 1953, más allá de un par de campeonatos de segunda división. Tampoco fue un goleador implacable: se cuentan 71 goles en toda su campaña. Pero tenía una habilidad de otra época, incluso cuando ya había pasado los cuarenta. Le llamaban “el mago de la gambeta” y él llevaba con orgullo ese apodo. Quizás haya sido el inglés con más estilo sudamericano. Incluso, muchos le tildaron el cartel de “individualista” y lo criticaron por su forma desfachatada de jugar en un contexto demasiado rígido.
Un mes antes de cumplir los cincuenta años, fue nombrado Caballero Comendador del Imperio Británico y se destacó como el primer personaje del fútbol en recibir esa distinción real. Casi tres décadas antes, había sido la indiscutible figura de un amistoso contra la Selección de la Alemania nazi que Inglaterra ganó 6-3 en Berlín. Goering, Hess, Ribbentrop y Goebbels asistieron a dicho encuentro y se fueron maldiciendo al elástico hombrecito que los había bailado.
Así fue la vida de Matthews, el jugador que brilló en el primer nivel del fútbol mundial durante cuatro décadas diferentes.