Carolina Bandini y Diego Simeone relanzaron sus respectivas carreras hace años. Ella trabajó: pasó de ama de casa a modelo-bailarina-esposa infiel y bañista comebañeros.
El saltó de la cancha a la dirección técnica, primero en Racing y después en Estudiantes, River, San Lorenzo y ahora, Atlético de Madrid.
Aquellos relanzamientos tuvieron un leitmotiv bastante polémico: “Somos los Beckham argentinos”, aseguró en aquel momento la mujer del Cholo (auto-apodada La Chola en una de las operaciones de marketing más ingeniosas de los últimos años) desde la tapa de la revista Caras y sus sucedáneas.
(Paréntesis: No puedo dejar de pensar que la Nanis, la actual ex esposa de Caniggia, debe retorcerse de envidia, preguntando por qué los Beckham no existían en los 90, exactamente cuando ella ganaba popularidad a puro tarjetazo en los shoppings).
Por más que a esta altura haya varias parejas criollas que pelean por el título –Wanda Nara y Icardi, Danel Osvadlo y Jimena Barón y hasta Nicole Neumann y Fabián Cubero, entre otras–, el estandarte de la categoría “DT que la juega de cheto” es de Simeone.
Aquella la idea original de aparecer luciendo músculos en las revistas –La Chola, tiene más bíceps que el 3 de Flandria–, bronceados y vestidos como modelos de Dolce del Tercer Mundo fue de él o de ella, poca importancia tiene en el asunto. Lo cierto es que la tendencia ostentosa – y alejada del buen gusto – había vuetlo a la vidriera mediática para reinstalarse.
La camisa planchadita, planchadita, planchadita…
Paradojas de la moda. Mientras Sean Connery definía la masculinidad a través de la sastrería, sello indiscutido de un James Bond al dente en los años 60, Simeone arrasa con todo el clímax de esa simbología presentándose los sabados o domingos al mediodía, sin importar estado del tiempo, con traje negro y solapa de raso, una pieza de rigor en su manual de estilo.
¿Cómo se le ocurre? ¿No está familiarizado acaso con la idea de que hay ropa para el día y ropa para la noche? ¿Acaso es lo mismo estar a las 2 de la tarde del domingo gritándole indicaciones al Niño Torres que sentarse a tomar un Jack Daniels un sábado a la noche? No señores, no es lo mismo.
Lo digo con todas las letras para que quede claro y que no se dejen engatusar con falsas opciones. Por momentos parece que nadie le enseñó al Cholo que para seleccionar la vestimenta existe un círculo cromático, entre otras cosas, para marcar temporadas, tipos de eventos y otras yerbas que, un fanático de la pilcha como él, debería conocer.
Para citar algunos ejemplos, digamos que en algún momento Ariel Cuffaro Russo, ex de Rosario Central, o Néstor Pipo Gorosito son hombres menos pretenciosos, que arriesgan todo en el tocado –y ya hablaremos de eso en otra columna–, pero que llevan bien el look “traje sport”. Saco sastre –que le da la envergadura de “tipo al mando”–, con jeans y camisa en colores claros, cinturón marrón y zapatos abotinados o náuticos (que vuelven con furor para este verano), variantes que tienen más que ver con la ocasión de uso: una jornada deportiva y al aire libre.
Es una incógnita que esta obviedad no le sea revelada a Diego Simeone. Una ironía declarada de la moda, del sentido común, que esperamos se revierta con el servicio que prestamos desde estas páginas.
Con aroma menemista
Este reinado de parejas que combinan el mundo del espectáculo, la moda y el deporte recurren a ese artilugio fácil de reflejar en el vestuario la cuenta bancaria.
Para mucha gente que los mira por TV, son sinónimo de aquello que estaría bueno “poder ser”.
Como la moda respira en todos lados –por más que la mayoría no la comprenda ni la reconozca–, vale decir que ésta es una de las consignas más vulgares que heredamos de la década menemista. Si además la sumamos a la idiotización ideológica perpetrada hoy en gran medida por los medios de comunicación, el comienzo del siglo XXI nos encuentra más dominados que libres.
Toda moda, toda costumbre, toda creencia siempre es producto de la historia y de las condiciones políticas y económicas de un lugar. La falta de libertades para pensar, imaginar y tener acceso a lo verdaderamente bello forzosamente trae un vaciamiento cultural, y ése es el marco fértil donde la plata es, incluso, un engañoso sinónimo de buen gusto.
Nota publicada en la edición número 18 de Un Caño, en octubre de 2009. Su texto original fue editado para actualizarlo.