A mediados del año pasado, la Selección Argentina femenina de fútbol llevaba dos años de inactividad y ni siquiera figuraba en el Ránking FIFA. El caos de la AFA se llevó puesto a uno de los representativos nacionales más importantes, que después de una floja campaña en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 no volvió a trabajar hasta junio de 2017. Algunas prácticas en el predio de Ezeiza, un amistoso ante Uruguay en el estadio de Defensor Sporting y la promesa de un viático de 150 pesos no alcanzaron para lograr la “refundación” buscada por Chiqui Tapia en sus primeros días como presidente. Entonces, en septiembre pasado las jugadoras argentinas decidieron ir a un paro.
“Nos urge la pasión de vestir, defender y dejar esta camiseta en lo más alto. Sin embargo, desde el comienzo del ciclo de entrenamientos, nos hemos encontrado con demasiados obstáculos que nos desvían del objetivo”, expresaron las futbolistas antes de denunciar la inexistencia del pago prometido, la falta de organización y recursos para viajar a competir y la imposibilidad de utilizar las instalaciones de la AFA. La medida de fuerza cumplió su cometido y el plantel se preparó de gran forma para la Copa América de este año, en la que finalizó en un tercer puesto que le permitió jugar el repechaje por un lugar en la Copa del Mundo ante Panamá. Ese repechaje que hoy ya forma parte del fútbol argentino.
Ninguna de las 22 integrantes del seleccionado que llegaron al estadio de Arsenal en el mismo micro en el que supo trasladarse Lionel Messi imaginó en aquellos días del año pasado que jugarían ante 15 mil personas en busca de un pasaje a un Mundial. O quizás sí lo soñaron. El 8 de noviembre de 2018 será recordado como un día fundacional para el fútbol femenino, porque por primera vez en la historia las mujeres se adueñaron de un estadio. Dentro y fuera del campo de juego.
La goleada 4-0 sobre Panamá conseguida en Sarandí fue suficiente para asegurar la clasificación al Mundial del próximo año, que será el tercero para Argentina. El partido tiene peso propio, pero la importancia de aquel día lo trasciende. Es imposible saber de forma cierta qué porcentaje de hinchas femeninas había en las tribunas del estadio Julio Grondona, pero sin dudas fueron amplia mayoría. Mujeres que ya supieron organizarse para empresas más serias y urgentes un día lo hicieron para apoyar a la Albiceleste. Y para adueñarse de la pasión del fútbol.
En esos tablones, mujeres de más de sesenta años que se animaron a jugar a la pelota cuando aquello era motivo de discriminación se reunieron con cientos de niñas y adolescentes que hoy caminan orgullosas con sus camisetas y acompañadas de sus compañeras de equipo. Militantes políticas que han sabido utilizar el fútbol para romper barreras y luchar por la igualdad cantaron junto a chicas ajenas a esas luchas pero tan apasionadas como ellas. Llegaron organizadas en micros, tan juntas como están acostumbradas en los últimos tiempos.
En la cancha, el equipo dio la talla. Ganó sin problemas, con la autoridad de una potencia. De la mano de una verdadera crack como Estefanía Banini, Argentina sacó una diferencia definitiva. La mendocina que supo jugar en Washington Spirit de la Liga estadounidense y hoy brilla en Levante de España, es la dueña de todas las pelotas y la conductora, por talento y personalidad. Por detrás, Florencia Bonsegundo es su socia en ataque y Ruth Bravo despliega toda su inteligencia en el centro del campo. En defensa, Aldana Cometti brilla por capacidad para ganar los mano a mano e inteligencia táctica. Es una Selección firme y sólida.
La revancha no fue tan plácida pero sirvió para conseguir el objetivo de la clasificación. Ahora, será el momento de prepararse para el Mundial de Francia, en el que el fútbol argentino buscará su primer punto en una Copa. Después del sufrimiento, hoy es el momento de festejar. No sólo por la victoria deportiva, sino por la certeza de que comenzará una nueva era. Porque, como dijo Mónica Santino de La Nuestra, “Acá todas dieron batallas distintas por jugar a la pelota. Saber que ahora puede ser un poco más sencillo quiere decir que todo lo que hicimos no fue en vano”.