“If England gets beaten, so will she”, se lee en el extraordinario poster ideado por el Centro Nacional contra la Violencia Doméstica de Inlgaterra. La frase podría traducirse como “Si Inglaterra pierde, ella también”. Pero hay un matiz agregado en el idioma original, porque ese “Inglaterra pierde” o “Inglaterra es derrotada” se lee literalmente como “Inglaterra es golpeada”.

“Si Inglaterra es golpeada, ella también lo será”, es entonces el sentido literal de esa foto impactante que agrega una bajada al texto. “La violencia doméstica se incrementa en 26 % cuando juegan. 38% cuando pierden”. El sujeto tácito es la selección que todavía está disputando el Mundial.

La imagen autoexplicativa de una mujer cuya sangre chorrea por la nariz y cubre sus labios, imitando la bandera del país, va en línea con la lucha contra la violencia de género que viene pisando fuerte en Argentina. El movimiento “Ni Una Menos” y la onda expansiva del “Me too” en Hollywood parecen haber encontrado finalmente un link con el mundo del fútbol, uno de los más machistas y retrógrados que hay en el planeta.

Que existan estadísticas acerca de la violencia de género relacionadas con partidos internacionales puede parecer una tontería, pero es claramente alentador: un paso adelante para terminar con el sinsentido de la pasión deportiva como justificativo de lo inaceptable.

Parece tonto decirlo a esta altura, pero ninguna circunstancia, ni un festejo ni la tristeza asociadas con un juego como el fútbol, son aliciente para que un hombre golpee a una mujer, o a otro hombre si a ello vamos.
En un Mundial lleno de imágenes que han llegado desde Rusia, celebramos ésta que vino de otro lado. De un país que ha ganado mucho más de lo que ha perdido en la Copa del Mundo. Pero que no por ello olvida que hay gente en casa sufriendo por cosas más importantes.