“Yo no le digo nada a nadie. Yo propongo, pero los que deciden son ellos, no yo. Yo no decido nada. Lo que hago es proponer cosas. Pero yo decidir… ¿Por qué? Si son ellos los que están en el campo de juego y son los que tienen las sensaciones o pulsaciones a mil”.

Gabriel Heinze tuvo una interesante charla con un periodista tras la derrota de Vélez por penales en la Copa Argentina. El asunto era que Nazareno Bazán, un pibe de 19 años, se había hecho cargo del último tiro en la definición para resolver quién se clasificaba a la siguiente ronda. Como le atajaron el disparo, el periodista cuestionaba la decisión, aunque sin cuestionarla directamente. Acá les dejamos el diálogo completo, que la prensa en general calificó de “picante” (no nos parece) porque cada uno defendió su postura. 

“Fue una decisión absolutamente de él”, respondió el DT. Su interlocutor no estaba de acuerdo. Creía que, como entrenador, le cabía una responsabilidad, un liderazgo. O al menos eso suponemos, porque el periodista nunca terminó de aclarar esta cuestión. Más bien se ofendió cuando Heinze lo chicaneó y le dijo que jamás podría entenderlo porque no estuvo en una cancha. El técnico de Vélez también se ofendió y salió disparando para otro lado, que no tenía mucho que ver con el tema: no resulta lógico descalificar a alguien para ejercer una tarea (periodismo) porque no realizó otra (jugar al fútbol profesional, patear penales). Parecían dos nenes peleando. Oportunidad perdida para un enriquecedor diálogo de posturas opuestas.

La realidad es que los dos -Heinze y periodista- parecieron cegados y abandonaron los argumentos, en lugar de profundizar la discusión. Heinze podría haber dicho, por ejemplo, que 19 años también tiene Mbappé, figura del último Mundial. O sea: que en el fútbol la adolescencia también es una edad de madurez. O bien podría haber dicho que es un aprendizaje para el pibe. O bien, como parece querer decir, que un DT puede orientar a sus dirigidos pero no debe manejar los hilos de sus jugadores, en especial ante un tanda de penales.

En todo caso, parece un poco engañoso decir que no tiene ninguna decisión. Por cómo lo dice, se otorga un grado de influencia tan nimio en la jugada como tendría el propio periodista. Y no es así. El periodista mira de afuera. Y Heinze mira, es cierto, pero desde adentro. Está al lado de los jugadores. Los elige para entrar en cancha, no los saca antes del final del partido. Aunque ni siquiera se meta en la tanda de definición, su silencio o su palabra tienen un peso. Mucho más si es el líder que parece ser.

En definitiva, y para no ahondar, parece haber dos puntos a rescatar: Heinze dice que no decidió y que el periodista no podría entenderlo porque nunca pateó un penal.

Lo cual nos dirigió mentalmente, de manera directa, a la siguiente anécdota narrada por Martí Perarnau en el libro Herr Pep, que oportunamente fue levantada en varios portales de Internet. El contexto es la Supercopa de Europa de 2013 que había terminado empatada entre el Chelsea de Mourinho y Bayern Múnich. Todo debía definirse en los penales. Citamos completo el texto:

“Y entonces, en plena euforia, con el corazón desbocado, aparece el Pep frío y gélido, y reúne a toda su gente en un corro. Están todos: doctores, fisioterapeutas, ayudantes, segundos entrenadores, jugadores titulares, suplentes y hasta lesionados como Schweinsteiger. Y surge el mejor Pep, el de las grandes ocasiones, el que deslumbra a su gente. Porque cuando todos esperan una charla intensa y aguerrida, llena de adjetivos épicos, Pep simplemente les cuenta una historia. Les habla sonriendo y relajado, de forma llana, lejos del lenguaje guerrero, como si no estuvieran en una final tensa ni les rodearan decenas de miles de hinchas enfervorizados. Les cuenta una historia de waterpolo. «Chicos, yo no sé tirar penaltis. No he tirado ni uno solo en mi vida. Pero aquí está el señor que mejor ha tirado los penaltis en el mundo», les dice.

Y señala hacia su izquierda, al final del corro, casi oculto.

«Es Manel [Estiarte]. Manel ha sido el mejor jugador del mundo de waterpolo. Lanzaba los penaltis como nadie. Él ha tirado centenares. Pensad que el waterpolo es como el fútbol: se marcan cuatro de cada cinco lanzamientos. ¡Y Manel los metía todos! Es el que más sabe de penaltis del mundo.»

Pep no solo ha captado la atención de todos sus hombres, sino que les ha cambiado el rostro. Quienes esperaban oír consignas de lucha, gritos de motivación, y recibir una buena dosis de adrenalina, se encuentran de pronto escuchando una historia en mitad del bullicio de un estadio que hierve por todos los costados.

El ambiente es silencioso, pero distendido. Los jugadores sonríen. Están a gusto con el tono de la charla: «De Manel y los penaltis he aprendido dos cosas. Escuchadme bien. Son las dos únicas cosas que tenéis que hacer ahora, las dos únicas. La primera: tenéis que decidir ya por dónde tiraréis el penalti y no cambiarlo por nada del mundo. Os lo repito: decididlo inmediatamente y no lo cambiéis por nada del mundo. Y la segunda cosa: repetid mil veces que vamos a marcar gol. No dejéis de repetirlo desde ahora y hasta que hayáis chutado. No tengáis miedo y no cambiéis de opinión».

«Fue una charla increíble», dijo más tarde Matthias Sammer. Pero no ha terminado aún. Tras los dos consejos, Pep añade algo: «Chicos, no hay lista de lanzadores. Lanzad los que queráis. Todos marcaréis gol. Elegid vosotros. ¿Quién quiere tirar?».

Alaba es el primero en ofrecerse. Kross levanta la mano izquierda de inmediato y Lahm, a continuación. Pep le da al capitán uno de sus habituales cachetes en el rostro. Ribéry se apunta a la lista y el entrenador le propina un golpe en el pecho. Shaqiri también se ofrece y Pep lo celebra diciendo: «¡Bravo, Shaq!». Han elegido ellos mismos. ¿Y el orden de lanzamiento? «Elegid vosotros mismos. Como queráis vosotros. El orden que os guste y en el que os sintáis cómodos. No importa: marcaremos gol en cada chut.»

Deciden lanzarlos exactamente en el orden en que se han ofrecido voluntarios. Cuando ya se van, reclamados por el árbitro, Pep agarra a Ribéry y Lahm y hace volver a todo el grupo: «Solo una cosa más. Recordadlo: ya habéis decidido por dónde chutaréis. Id y chutad, y desde ahora y hasta que chutéis, no paréis de repetiros que será gol. A cada paso que deis: gol, gol, gol…».

De los siete que habían ensayado el lunes y que metieron 42 goles en 42 lanzamientos solo lanzan Kroos y Shaqiri. Ni Müller ni Robben, que han sido sustituidos; ni Pizarro, que es suplente; ni Schweinsteiger, lesionado, pueden hacerlo. De los que no habían ensayado se prestan voluntarios Alaba, Lahm y Ribéry. Los cinco marcan. Neuer detiene el quinto lanzamiento del Chelsea, a disparo de Lukaku. El Bayern gana el único título que no poseía y Guardiola, su primer trofeo con el Bayern y la tercera Supercopa de Europa de su palmarés personal”.

La anécdota parece dar la razón a Heinze, en tanto que refuerza el punto principal: “Yo no decido nada”. Guardiola no decide nada. Aunque… ¿no decide nada? Pero hay un detalle que contradice al DT de Vélez. Guardiola aclara que nunca pateó un penal. Como el periodista al que Heinze descalifica (¿le diría Heinze a Guardiola que no podrá entender nunca cómo es patear un penal porque nunca ha pateado uno?). Pep no decidió, ni sabe patear penales. Eso no le impidió entender de qué iba la cosa.