Amadeo Carrizo dijo alguna vez que un arquero empieza a ser confiable, recién después de recibir trescientos goles en Primera. Eso sí, siempre y cuando no se los hagan todos en la misma temporada, remataba.

Ubaldo Matildo Fillol, al final de su exitosa carrera, debe haber reflexionado mucho sobre esa frase de Amadeo, recordando los duros resultados de sus primeras actuaciones en Primera División.

equipoEl Pato estaba en Quilmes A.C., desde 1964. Cómo en tantos otros casos, viajó desde su Monte natal acompañando a un amigo que venía a probarse, lo vieron atajar y quedó. Vivía en una pensión cerca del  viejo estadio y el presidente del club, Antonio Vásquez, dueño de una melalúrgica, le pasaba algunas changas. Una de ellas fue pintar los nuevos arcos para la cancha de Guido y Sarmiento.

Debutó en Primera*, enfrentando a Huracán, el 1 de mayo de 1969, en la 12° fecha del Torneo Metropolitano. Tenía 18 años. A los dos minutos, recibió su primer gol oficial. Se lo marcó Miguel Brindisi, que anotaría uno más. Hugo Tedesco, en tanto, le metió otros cuatro. Quilmes perdió 6 a 3 y Fillol en el triste vestuario le confió sus penas al diario El Sol de Quilmes :“me sirvió de experiencia porque a los 18 años se pueden cometer errores. Igualmente no pierdo la esperanza de ser convocado nuevamente para atajar en el primer equipo”.

Esa esperanza se concretó recién 10 meses más tarde, el 22 de marzo de 1970, en la primera fecha del Metropolitano. Quilmes recibía a Atlanta, equipo en el que debutaba un futuro ídolo del club, Rubén Cano. A los 18 minutos Atlanta ganaba tres a cero con tres goles (a los 4’, 14’ y 18’) de Cano. A los 27 minutos, Fillol se lesionó y lo reemplazó Jorge Traverso, cuyo segundo nombre, curiosamente, era Ubaldo. Quilmes perdió 5 a 3. En sus primeros 118 minutos en Primera División, Fillol recibió 9 goles, un promedio de uno cada 13 minutos, según la fría estadística.

Fillol volvió a los tres palos en la cuarta fecha para enfrentar a Rosario Central en Arroyito. Ese día Quilmes presentó un equipo de emergencia con diez debutantes de las inferiores (el único que ya había jugado en Primera era el arquero) ya que los profesionales estaban en huelga, por un conflicto económico con los dirigentes. Circula por Quilmes la incomprobable leyenda de que los líderes de aquel equipo intentaron “secuestrar” a Fillol (que todavía no era profesional) para que no viaje a a ese partido y así debilitar aún más al equipo. Los dirigentes, en un operativo de contrainteligencia, habrían “liberado” al arquero que llegó a Rosario unas pocas horas antes del partido. Los pibes perdieron 2 a 0 pero Fillol fue la figura. En el partido siguiente logró conservar por primera vez su valla invicta en el triunfo por 2 a 0 ante Huracán. Una vez solucionado el conflicto de los profesionales, el arquero permaneció como titular y se fue consolidando. El equipo hizo una campaña muy mala ese año, no clasificó para el Torneo Nacional y se vio obligado a jugar un reducido contra Almirante Brown, Colón y Ferro, todos contra todos, sin revanchas, en cancha neutral. Los dos primeros mantendrían la categoría, los dos últimos, descenderían.

llorando 350Quilmes llegó a la última fecha de ese reducido, dependiendo de si mismo. Si le ganaba o le empataba a Ferro en la cancha de Huracán, se quedaba en Primera. A esa altura todo el ambiente del fútbol se había percatado de las extraordinarias condiciones de Fillol, recurrente figura en todos los partidos del cervecero. Sin embargo aquella tarde de Parque Patricios, fue tal vez la más armarga de su gloriosa carrera deportiva: Quilmes perdió 4 a 0 y descendió. Fillol dejó la cancha llorando como un chico, mientras que su compañero Julio Ricardo Villa  -junto a quien se consagraría Campeón Mundial en 1978- intentaba en vano consolarlo mientras la hinchada de Ferro cantaba “Y ya lo ve, y ya lo ve: nosotros a Primera, ustedes a la B.”

A pesar de las muchas ofertas de equipos grandes que recibió Quilmes por el pase del arquero al final de la temporada, Fillol continuó en el club y el año siguiente -mientras cumplía con su Servicio Militar en la Fuerza Aérea, dónde la pasó bastante mal- jugó todo el campeonato de Primera B, sin conseguir el ascenso. La categoría le quedaba demasiado chica y su partida fue inminente**. A fin de año Racing ganó la pulseada que disputaba con River, Boca, Vélez, San Lorenzo y San Pablo y por 12 millones de pesos se quedó con el pase del que se convertiría en el mejor arquero de la historia del fútbol argentino.

* Reemplazó al titular, Oscar Cavallero, padre de Pablo, el arquero del plantel de Argentina en los Mundiales 1998 y 2002.

** En total Fillol jugó 57 partidos en Quilmes, atajó dos penales y le marcaron 71 goles.

Fuentes: Libro Azul y Blanco es mi corazón de Ignacio Lombán y Juan M. Pollini y archivo diario El Sol de Quilmes.