Es una época dura. La derecha gobierna la mayor parte de América Latina con sus recetas de siempre mientras que en Europa, partidos neo-fascistas sacan dos dígitos en las elecciones y las expresiones populares pierden espacios. Si hace una década la esperanza había renacido, hoy los pueblos miran el porvenir con una preocupación ya conocida. En este contexto, el final de la temporada de fútbol europeo está a punto de dejar algunas alegrías. Módicas. Pero alegrías al fin. Los tres equipos izquierdistas del viejo continente tienen motivos para celebrar. Y viva por ellos.

Livorno festejoEl primer festejo fue a fines de abril, cuando Livorno logró el ascenso a la Serie B después de dos años en las profundidades de la C. El equipo amaranto empató ante Carrarese en la última fecha y consiguió el objetivo sin necesidad de pasar por el reducido. El estadio Armando Picchi se desató una celebración que tuvo mucho de desahogo, ya que hace solo cuatro años el club estaba en la Serie A, donde está acostumbrado a jugar.

La identificación política de los tifosi los precede. Livorno es el puerto industrial de la Toscana, una ciudad humilde sin las luces de otras localidades del norte italiano. Allí nació el Partido Comunista Italiano en 1921, cinco años después de la fundación del club. Desde ese momento, esta pequeña localidad pesquera se convirtió en el corazón de la izquierda italiana. La Associazione Sportiva Livorno Calcio deambuló por varias categorías y nunca fue noticia por la fortaleza de sus planteles, pero sí por los ideales de sus hinchas.

La banderas del Che y las insignias con la hoz y el martillo poblan las tribunas del Armando Picchi todas las semanas y la parcialidad ha entonado el “Bella ciao” partisano desde mucho tiempo antes de que se convirtiera en moda por una serie de televisión. Hoy no tiene un símbolo dentro de la cancha como Cristiano Lucarelli, pero la gran campaña fue celebrada a lo grande en toda la ciudad. El equipo se mantuvo invicto durante las primeras 14 fechas y ese impulso le alcanzó para ganar el grupo A de la Serie C y volver a la B.

HInchada St. PauliEn Alemania hay otra hinchada izquierdista que está de fiesta. Es quizás la más reconocida como tal del mundo entero. Sankt Pauli es mucho más que un club de fútbol. Es una forma de vivir este juego. Hace poco más de una semana, los Piratas vivieron uno de los días más felices de su vida. Hamburgo SV, el vecino rico y poderoso descendió por primera vez en su historia y la próxima temporada el clásico se disputará en la segunda división, territorio mucho más conocido por los descamisados de St. Pauli.

El equipo tuvo un año poco más que digno. Se salvó del descenso a tercera en las últimas fechas y su mejor momento hasta que el cartel electrónico de Hamburgo en primera volvió a cero fue cuando abrió las instalaciones para que los manifestantes contra la cumbre del G20 tuvieran donde pasar el rato. Es que en St. Pauli la identidad es una cosa seria, institucional. No sólo los hinchas expresan su orgullo por ser anti-fascistas, sino también el club todo. Los festejos por el descenso del acaudalado rival se sucedieron en todos los bares donde habían hinchas de St. Pauli. Y esos son muchos bares.

La última alegría llegó el último fin de semana. En la segunda división española, Rayo Vallecano venció a Lugo y consiguió el ascenso a la Liga una fecha antes del final. El barrio obrero de Madrid regresa al torneo más millonario del mundo dos años después de su último descenso. Los hinchas del Rayito, los más combativos de España, tienen un motivo para celebrar mientras continúan su lucha contra la sociedad anónima que dirige al club. Vallecas, como Livorno y St. Pauli, está de fiesta.