En el tercer verso de la tercera estrofa del tema El anillo del Capitán Beto, enumerando los objetos que decoran la cabina de un colectivo de línea que viaja por el espacio, junto a una foto de Gardel y la estampita de un santo, Spinetta se refiere a “un banderín de River Plate”.
Esa es la primera referencia futbolera que aparece en la poética del rock argentino y fue, paradójicamente, fruto de la inspiración del, en teoría, más volado y menos terrenal de los autores del género.
Moris ya nos había hablado de un mendigo de Dock Sud y de los camiones Petinari; Javier Martínez había pintado con maestría un amanecer en los suburbios de Avellaneda; Miguel Cantilo describía el pulso de las vivencias del Buenos Aires de la época en registro de crónica periodística, pero increíblemente hasta aquella noche de diciembre de 1976 en la que Invisible –la banda que Luis Alberto Spinetta formaba junto a Machi Rufino y Pomo Lorenzo- presentara El Jardín de los Presentes -su tercer LP- en el Luna Park, nunca se había colado el fútbol en una canción de rock.
Fue una noche con muchas sorpresas para los fieles seguidores del Flaco. La primera, que la banda había dejado de ser un trío: Spinetta presentó a un nuevo integrante, el joven guitarrista Tomás Gubitsch, que fue recibido con frialdad e incluso con algunos abucheos por parte del público. Otra gran novedad fue el cambio de sonido que produjo en la banda la incorporación como invitados en algunos temas del tecladista Gustavo Moretto y los bandoneonistas Juan José Mossalini y Rodolfo Mederos. Fue la primera vez también que en las letras de Spinetta aparecieron referencias geográficas -las golondrinas de Plaza de Mayo, una nave espacial fabricada en Haedo- utilizando en general un lenguaje más directo, menos metafórico e intrincado, que aquel al que su audiencia estaba acostumbrada y que daba, al espíritu general de la obra, un aire tanguero que recordaba al álbum debut de Almendra de 1969.
El anillo del Capitán Beto iba a ser el tema 1 del lado A del Long Play que todavía no había salido a la venta en las disquerías. Al presentarlo en el concierto del Luna Park, Spinetta hizo una breve sinopsis del argumento del tema, a manera de introducción, antes de contar cuatro e interpretarlo por primera vez en público.
Como en misa, el auditorio se entregó candoroso a la historia del astronauta argentino -aquel melancólico colectivero que surcaba el espacio sin brújula y sin radio- hasta que en el tercer verso de la tercera estrofa, Spinetta mencionó el famoso “banderín de RIver Plate”. La reacción que provocó en el público fue inmediata. El griterío tapó por completo el sonido de la banda por algunos segundos. Expresiones como… ¡Gallinón!, ¡Te viniste abajo, flacooo! ¡Afueraaaa!, ¡Dale Booooca! y hasta algunos insultos, se mezclaron con algunos aislados gritos de aprobación al cuadro de la banda roja. Por suerte, rápidamente todo volvió a la normalidad, la banda siguió tocando y se pudo terminar de escuchar el tema. Al final entre los mayoritarios aplausos, algunas voces insistieron en recordarle al Flaco, cuánto lo desaprobaban por su condición de hincha de River. Spinetta se lo tomó con humor: “…veo que hay algunos xeneixes en la sala… pero bueno, sigamos.” Y el concierto siguió con memorables versiones de Niño condenado, Alarma entre los ángeles, Los libros de la buena memoria y otra perlas del repertorio eterno.
Aquella noche surgió la leyenda urbana de que el tema estaba dedicado a Norberto el Beto Alonso, ídolo y capitán del River Plate, bicampeón en 1975, después de 17 años sin conseguir títulos. El propio Spinetta se encargó varias veces de desmentir ese mito y se lo aclaró personalmente al propio Alonso: “Una vez estuve con el Beto y le dije que no lo había compuesto pensando en él. ¿Cómo le iba a mentir? No se puede gambetear a un número 10 tan majestuoso como él.”
Unos cuantos años más tarde, en 1988, Spinetta incluiría en el álbum Téster de Violencia otro tema de su autoría vinculado con el fútbol. Con lo peor del fútbol. Fue el desgarrador La bengala perdida inspirado en el tremendo episodio de la muerte de Roberto Basile, un hincha de Racing que murió desangrado en las gradas a causa del impacto en su cuello de una bengala arrojada desde la tribuna de enfrente en la cancha de Boca.
El anillo del Capitán Beto
Ahí va el Capitán Beto por el espacio,
con su nave de fibra hecha en Haedo.
Ayer colectivero,
hoy amo entre los amos del aire.
Ya lleva quince años en su periplo;
su equipo es tan precario como su destino.
Sin embargo un anillo extraño
ahuyenta sus peligros en el cosmos.
Ahí va el Capitán Beto por el espacio,
la foto de Carlitos sobre el comando
y un banderín de River Plate
y la triste estampita de un santo.
¿Dónde está el lugar al que todos llaman cielo?
Si nadie viene hasta aquí
a cebarme unos amargos como en mi viejo umbral
¿Por qué habré venido hasta aquí, si no puedo más de soledad?
Ya no puedo más de soledad.
Su anillo lo inmuniza contra el peligro,
pero no lo proteje de la tristeza.
Surcando la galaxia del Hombre,
ahí va el Capitán Beto, el errante.
¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango?
¿Dónde están, dónde están
los camiones de basura, mi vieja y el café?
Si esto sigue así como así, ni una triste sombra quedará,
ni una triste sombra quedará.
Ahí va el Capitán Beto por el espacio,
regando los malvones de su cabina.
Sín brújula y sin radio,
jamás podrá volver a la Tierra.
Tardaron muchos años hasta encontrarlo.
El anillo de beto llevaba inscripto un signo del alma.