Miren si habrá sido un acontecimiento notable que aún hoy, más de medio siglo más tarde, sabemos el horario exacto en que sucedió: eran las 23.11 del miércoles 19 de noviembre de 1969 cuando Pelé pateó un penal y anotó su –supuesto- gol número mil. Fue el gol de la victoria en un partido contra Vasco Da Gama. El número era insólito para la época y digno de un prodigio que dominaba al fútbol de aquel mundo.
Fue el primero, según su particular cuenta, en alcanzar los cuatro dígitos goleadores en la historia del fútbol. Incluyó amistosos de todos los colores, partidos contra el ejército, giras internacionales, juegos de selección. Una cuenta parecida le daba ya hace unos años a Lionel Messi el dígito exacto de 1000 tantos. Fíjense que diferencia de épocas, o de marketing, vaya uno a saber. Messi ni se enteró.
Pelé, en cambio, había arrancado una cuenta regresiva que despertó una expectativa planetaria. En el partido anterior, sin ir más lejos, se había hecho bastante circo porque O Rei llegaba con 999 tantos en la mochila. Antes del partido, la TV entrevistó al arquero (“¿Sería un honor para usted que Pelé le hiciera el gol 1000? No, sería un momento muy amargo”) y al presidente de Bahía, rival de turno.
El propio Pelé relató más de una vez que en ese partido hizo una jugada fenomenal que podría haberle dado su número redondo anotador tan buscado. “Después de una combinación con Coutinho, esquivé al arquero hacia la derecha y pateé desde un ángulo cerrado. La pelota iba al gol, pero apareció el marcador de punta izquierdo que cerró a toda velocidad y sacó la bola con un pelotazo desde la línea. El estadio entero empezó a abuchearlo, el tipo no entendía nada de lo que pasaba”.
El tipo en cuestión era Nildo, y las imágenes de video dan fe –en blanco y negro y a color- de que la jugada existió. “Pelé se me acercó y me dijo: ‘Vos sí que tenés personalidad’”, recordaría el defensor. Ese partido terminó 1-1, sin goles del Rey.
El grito matemático llegaría recién en el Maracaná, en la fecha siguiente de aquella Taça de Prata (Torneio Roberto Gomes Pedrosa), el torneo nacional en que Santos ni siquiera se pudo clasificar al cuadrangular final.
“Cuando Pelé marcó el milésimo gol fue un negocio fabuloso”, comenta Cosmo Damiao, fundador de la Torcida Joven del club paulista, en el documental Santos, 100 años de futebol arte”. En portugués, la palabra negocio puede significar lo mismo que en español o referirse a un más trivial “asunto” cotidiano. El doble sentido parece aplicarse perfecto en esta situación.
“La expectativa que fue creada para ese gol 1000 resultó en que el mundo entero estuviera acompañándolo”, apoya Carlos Alberto, compañero de Edson Arantes en aquella temporada de 1969.
En ese partido hubo 65 mil espectadores que iban básicamente a ver un gol de la mega estrella. Parecía que se negaba, especialmente después de un tiro del 10 en el travesaño. Cuando estaban 1-1 y faltaban 12 minutos para terminar, el árbitro marcó un penal para el Santos. ¿Adivinan quién lo fue a patear?
Era la oportunidad de oro, y el rival directo resultó un argentino: Edgardo Andrada, arquero del Vasco. “Me sentí solo contra el mundo. Hasta los hinchas de mi equipo estaban contra mí”, relató el uno. “Quería detener el penal desesperadamente. No quería pasar a la historia como aquel arquero”. Pelé y él se abrazaron justo antes de que se ejecutara el penal.
El delantero también estaba tenso. “Por primera vez en mi carrera me sentí realmente nervioso”, confesó. “Andrada estaba en un excelente momento. Nunca había sentido una presión igual; estaba temblando”.
El relator exageraba: “Es como si se fuese a decidir una copa del mundo. Es una carrera extraordinaria que se acerca a una marca excepcional”. Los fotógrafos invadieron el campo y se instalaron atrás del arco de Andrada. Muchos hinchas entraron a la cancha incluso antes de que se ejecutara el penal.
Y llegó el gol.
Delicado toque de cara interna después de su breve freno característico, el atacante pateó a la derecha del arquero, que voló sin tocar la bola. Y llegaron más relatos: “El mundo está aplaudiendo, personificado en el público que está en el Maracaná”. “Sentimos orgullo de ser contemporáneos del más grande jugador de fútbol de todos los tiempos”.
Pelé lloró. También Andrada. El delantero se fue contra la red, dentro del arco, en los festejos. Tomó la pelota. La besó. Miró a las tribunas. Allí fueron también los reporteros equipados de enormes transmisores para llevar su palabra en vivo a los hogares brasileños a través de la radio. Y los hinchas. El delantero despachó a los primeros con una inexplicable frase políticamente correcta: “Por el amor de Dios, gente. Ahora que todo el mundo está escuchando, ayuden a los niños, ayuden a los desamparados. Es mi único deseo en este momento tan especial para mí”.
Los hinchas, en cambio, los subieron en andas le dieron una vuelta de honor. El partido estuvo parado 25 minutos. Emocionado, el diez decidió que lo tenían que sustituir. Se acabó el partido. Se acabó el mundo. La acción volvió al campo de juego, pero él no. “No puede volver. Está tan emocionado que no puede volver. Él no estaba en condiciones y me pidió salir”, reveló en ese mismo instante Antoninho, asistente del DT Lula. Lo reemplazó Jair Bala -que sí le había hecho un gol al Bahía- para jugar lo que quedaba del match.
Los micrófonos siguieron la vuelta olímpica desde abajo, intentando robarse una palabra de la estrella. En el vestuario, que en ese mismo momento pasó a llamarse “vestuario ‘Pelé’”, le robaron alguna otra frase.
Santos ganó 2-1, pero le sirvió de poco. Terminó quinto en su zona (la zona A), con 5 triunfos, 5 empates y 6 derrotas. (¿Esa campaña le costaría el puesto hoy a un DT?). Quizá era el mejor equipo del planeta, pero sólo los dos primeros se clasificaban a las semifinales de ese torneo en particular.
Palmeiras fue el campeón, pero el marketing ya estaba hecho.
Pasarían muchos años hasta que Romário inventara que él también convirtió mil goles.