Lunes 19 de noviembre de 2018. Bar The Oldests. 9.05 AM.

Llegamos juntos Pablo Cheb, Christian Colonna y yo. Fuimos hasta nuestra mesa, la que está puntillosamente reservada cada lunes. Un rato después se sumó Mariano Mancuso. Damián Didonato y Fabián Mauri estuvieron ausentes sin aviso.

Pablo arrancó con todo, sorprendido porque River, en caso de ganar la Copa Libertadores, le tendrá que pagar un millón de dólares al San Pablo por la participación de Pratto en ese torneo.

–Es ridículo –dijo Mancu.
–Absurdo –coincidió Colonna.

Y agregó:
–Habrá que ver la letras chica de ese contrato, es decir, goles, participación, etcétera porque de otra manera no se entiende.
–Como te imaginás no tengo ni idea de la letra chica del contrato. Sólo sé que leí que San Pablo, si River sale campeón, podrá cobrar un palo verde –dio por terminado el asunto Cheb.

Tampoco es que daba para mucho más.

Cambio de frente:
–El otro día mi viejo me mostró el carnet de socio de mi abuelo. Era de 1963 –dijo Cheb.
–Eran hermosos. Esos chiquititos con tapa de cuero, ¿no? –pregunté.
–Los mismos –respondió Pablo. Y se puso nostálgico.
–Me contó mi viejo que mi abuelo se iba a la cancha a ver la tercera, la reserva y la primera con un sánguche de milanesa y los apuntes del colegio, porque entre partido y partido o en los entretiempos aprovechaba para estudiar.
–Incomprobable –deslicé.
–Sí, claro. Especialmente si te cuento como empezaron a ganar plata mis abuelos: primero vendían medias por Belgrano y después, más adelante, compraban ropa al por mayor en el Once y la revendían también por las calles de Belgrano. Así empezaron a juntar plata hasta que pudieron poner un bazar. En ese bazar había un vaso, un chuchillo, un tenedor, un plato, una copa… Todo era por unidad. Entonces cuando la gente venía a comprar ellos les tomaban el pedido y le hacían la entrega a domicilio después de ir al Once a comprar. De esa manera llegaron a adquirir un terrenito, también en Belgrano, y armaron la primera galería de la zona: la Del Plata. Para poder construir, antes de empezar, vendieron los locales que daban a la calle y ellos se quedaron con los de adentro.
–Los precursores del pozo –dije.
–Ponele. Y después hicieron con la misma fórmula la Galería Rio de Janeiro, De la Plata, Las Vegas…
–Eso se llama sacrificio y visión –dijo Mancuso.
–Hay un cuento que no sé si es verdad, de un fulano que patentó el diámetro que tenían la salida de los pomos de las pastas de dientes. Dicen que antes eran más angostas, y que a un tipo se le ocurrió agrandar el diámetro un par de milímetros. O sea: en el cepillo siempre ponían el mismo largo pero con esta idea hacías un choricito más gordo por lo que gastabas más. Dice el mito que el tipo que lo patentó se hizo millonario –aportó Colonna.
–Como los argentinos que inventaron el aerosol para los tiros libres, el 9:15. Más allá de que por ahora, según tengo entendido los cagaron con la muerte de Grondona, a la corta o a la larga van a cobrar una fortuna –dije.
–Insisto: visión –reiteró Mancuso.
–Hay dos cuentos sobre los Rockefeller. Uno dice que John Davison, el primero, el patriarca, comenzó su fortuna comprando manzanas a 25 centavos y vendiéndolas a un dólar después de lustrarlas. Es una tontería porque la historia dice que así se hizo millonario. O sea, una estupidez. Pero hay otro más atractivo que dice que un periodista le preguntó a David Rockefeller cuál era el secreto para hacerse millonario y que el tipo le respondió: “¿Ve el cuadro que está a su espalda?” El periodista se dio vuelta, lo observó y le respondió: “Ahora sí”. A lo que Rockefeller le dijo: “Bueno, yo lo vi primero” –contó Cheb.

Mancu ya riendo agregó:
-Visión, carajo.

Luego nos detuvimos a comentar algunas bobadas que escuchamos sobre eso de nacer rico o sobre hacerse de abajo e incluso algo de la nueva ola: el emprendurismo. Recordamos cuando Francis Mallmann contó que su imperio empezó con un restorán en Bariloche como si eso fuera salir de abajo o arriesgar, o cuando Macri, al ser consultado si alguna vez pasó privaciones, le contestó a Jorge Guinzburg que una vez se había quedado sin plata en Chile después de perderla en el casino y que había tenido que pasar tres noches en un coche hasta que les llegó el giro postal con la plata de papá. Un luchador Mauricio. Reímos. Vergüenza ajena.

Dicho sea de paso, en esa entrevista Guinzburg, como en una predicción maléfica, habla al pasar de Macri presidente de la Argentina y el entrenador de Macri, insólitamente en la ficción, es Dady Brieva. Data de 1996. El tiempo pasa.

Colonna me preguntó cómo había jugado San Lorenzo.

Le dije que no había visto el primer tiempo, el de los goles de Atlético Tucumán, pero que me había gustado la propuesta y la intención del segundo tiempo.
–Por un ratito se vio algo diferente, la mano de Almirón, aunque sin profundidad –dije.

Mancu preguntó si Martino iba a ser el técnico de la Selección. Nadie tenía una respuesta certera para darle, más que meras especulaciones. Hablamos cortito, sin profundizar. De que Dybala nunca jugó correctamente en la Selección, de lo bien que lo está haciendo Lo Celso y del daño que el fútbol italiano le hace a los jugadores, citando los casos de Icardi y del mismo Dybala.

Comentamos las repercusiones de la nota de Cheb sobre jugar a un toque y estuvimos de acuerdo con que no entendemos a los que dicen que Guardiola arruinó al fútbol. Aceptamos que digan que no les gusta, pero de ahí a enojarse, putear o descalificar hay un trecho.
–Es otra grieta –dijo Colonna. –Y no la puedo entender. ¿Alguien dice que Spielberg arruinó al cine porque no le gusta alguna de sus películas?
–Es diferente –aportó Mancu. –No hay competencia.
–A los que les gusta el fútbol bien jugado los debe representar Guardiola porque sus equipos son bellos. Y a los resultadistas también los debe representar porque ganó en todos los clubes en los que estuvo. Así que no entiendo el desacuerdo –insistió Chris.

Y se mandó con una anécdota en ese rumbo:
–Una vez fui a ver una charla que daban el Bambino Pons y Miguel Ángel Ruso, por ese entonces DT de Lanús…
–No te privás de nada –lo chicaneó Mancu.
–Bueno, era joven.

Y siguió Colonna:
–En un momento comenzaron a filosofar sobre la Colombia en la que jugaba Willington Ortiz y otros y la que tiempo más tarde goleó a Argentina en el Monumental y fue al Mundial de Estados Unidos. Decían que no estaban en condiciones de decir cuál de las dos jugaban mejor. Yo levanté la mano y les dije que, de acuerdo con su postura ideológica, no había discusión: una había ido al Mundial y la otra no. Y el Bambino no se puso una careta y fue claro: “Tenés razón. Una ganó y la otra perdió. Ahí se acabó el debate”. Para mí no se había acabado el debate, pero el Bambino fue coherente con su forma de pensar.
–Che, a propósito, ¿alguien va a escribir el sábado del partido más importante de la historia del fútbol argentino o nos vamos a hacer los boludos otra vez como en el de ida? –preguntó Mancuso.
–Yo escribo –prometió Colonna.

Y nos fuimos.

Hasta el martes.