Es probable y preocupante que uno de los pocos asuntos, tal vez el único, que genuinamente desvele a nuestro presidente sea el fútbol y que otras cuestiones —la responsabilidad de su cargo, la atención urgente del desastre económico en el que vivimos— se le presenten como obstáculos problemáticos, negativos e innecesarios que lo distraen de lo que él considera el eje central de su interés cotidiano: su diletante pasión por Boca Juniors.
En vísperas de las semifinales de la Copa Libertadores, reconoció ante un periodista en La Rioja estar pendiente y nervioso por la posibilidad de una final frente a River Plate:
“La verdad es que prefiero que gane un brasileño para no tener esa final. Serían tres semanas de no dormir. Y tres semanas de no dormir es mucho. Sabés la presión que va a ser eso. El que pierde tarda 20 años en recuperarse.”
Jorge Vizcarra, futbolista de Platense, en rápido reflejo reflexionó en un tuit sobre esos dichos: “20 años comparados con los 200 que va a tardar el país de recuperarse de tu gobierno no es nada. Pasa volando.”_publicó en su cuenta.
Más tarde, como casi siempre ocurre, la realidad se interpuso en lo deseos de Macri y finalmente River y Boca consiguieron su lugar en la final. El presidente entonces, ante el hecho consumado, creyó necesario justificar sus dichos:
“Teniendo en cuenta que ahora además soy Presidente, ya tengo un estrés por mi trabajo y agregarle el estrés por una final prefería que sea entre un argentino y un brasileño”.
El “además” sinceramente asusta, debería ser lo fundamental. Pero bueno.
No estamos en condiciones de afirmar si a partir del día de la clasificación de los equipos argentinos el presidente dejó de dormir, pero lo que sí es seguro es que por lo menos se acostó, ya que hace apenas unas horas nos sorprendió con otra de sus inexplicables declaraciones, ésta vez a una radio porteña:
“Hoy me levanté y dije ‘vamos a hacer que esta final tenga el condimento del fútbol argentino’”
Más tarde, en un tuit, terminó de redondear la idea que tuvo mientras desayunaba:
Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica. También una oportunidad de demostrar madurez y que estamos cambiando, que se puede jugar en paz. Le pedí a la Ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir.
La confianza que deposita el presidente en su ministro de seguridad también preocupa, apenas unas horas antes Patricia Bullrich, con toda tranquilidad, había afirmado que “el que quiera andar armado que lo haga y el que no quiera, no. Vivimos en un país libre”
En ese país libre, pocas horas antes, habían jugado Rosario Central y N.O.B por la Copa Argentina a puertas cerradas y a trescientos kilómetros de Rosario. Sin embargo Bullrich aseguró que “gracias al trabajo que desde hace dos años y medio venimos desarrollando le garanticé al presidente que están dadas las condiciones para que las finales se jueguen con público visitante.
Breve inquietud a manera de digresión: ¿acaso las semifinales no se habían jugado con público visitante? Tal vez los hinchas de Gremio y Palmeiras que estuvieron en el Monumental y en la Bombonera eran figurantes disfrazados de brasileños y nos estemos equivocando.
La compulsión del presidente en anteponer sus deseos personales a lo que conviene a toda la sociedad puso en marcha una vez más la disparatada cadena de ineptitud de sus funcionarios para complacerlo. La honrosa excepción, fue el ministro de seguridad porteño, Martín Ocampo, que en diálogo telefónico con el periodista Antonio Laje aseguró que “no están dadas las condiciones para que esto suceda.No es factible un River-Boca con visitantes. Mientras haya un solo vecino de la Ciudad en riesgo, la decisión va a ser la misma”
Así las cosas, el presidente obligado a recular unos metros en chancletas, volvió sobre sus dichos haciendo la salvedad de que por supuesto la decisión final estaba en manos de los presidentes de los clubes. Recordó su expertise en el tema y en charla telefónica en vivo con Vignolo y compañía, por FOX, evocó con nostalgia aquellos buenos tiempos en los que él como presidente de Boca y Ramón Díaz, como entrenador de River, se chicaneaban antes de los clásicos y se apostaban camionetas cero kilómetro. Lamentó que posteriormente las cosas (pasaron cosas) se hubieran desmadrado y aseguró que “es una lástima, porque lo más lindo que tiene el fútbol, lo esencial, son las gastadas”
Dijo eso.
Desde ya que nos encantaría, como a todos los futboleros, que el público visitante concurriera no sólo a este sino a todos los partidos del fútbol argentino. También nos encantaría que antes que eso, tantas otras cosas mucho más importantes y urgentes se resolvieran de una buena vez. Lo que desconcierta es que el presidente considere que el parámetro de normalidad que puede mostrar nuestro país ante el mundo sea un partido de fútbol al que concurre el público visitante custodiado por un ejército de policías y gendarmes, mientras ese mismo “mundo” se acostumbró a ver por televisión la sistemática represión a las manifestaciones populares en contra de las delirantes medidas su gobierno. Irrita que conceda más de veinte minutos de entrevista exclusiva a Vignolo y compañía para hablar de banalidades cuando en mayo pasado consideró que dos minutos, cuarenta segundos eran suficientes para comunicar en cadena nacional grabada que estábamos dejando entrar, una vez más, a los visitantes más temidos y que nuevamente estábamos en las fauces del Fondo Monetario Internacional.