Entre los documentos secretos hallados por la cancillería brasilera cuando desclasificó las comunicaciones con sus embajadas en 1978, hay uno que no trascendió jamás. En la imagen que usted puede apreciar más abajo, en un telegrama urgente y confidencial, la embajada de Brasil da cuenta de una visita de Joao Havelange a Buenos Aires, cuando era presidente de la FIFA, para tratar de vender en nuestro país compactadoras de lixo (basura).

havelange 350¿Qué cuernos hacía el poderoso hombre de la FIFA, cinco meses antes del Mundial, en el país de la dictadura?

Resulta que el buen señor trataba de colocar uno de los productos de su empresa: Orwec Química y Metalúrgica. Los compactadores de basura de Orwec resultarían un buen negocio en las tierras argentinas donde el intendente de facto brigadier Cacciatore había prohibido los incineradores en los edificios. El documento rescata del olvido, un manejo apañado por la corrupción y los negocios de los empresarios y los dictadores: una negociación entre Havelange y los militares para conseguir una reducción de gravámenes aduaneros del 50 al 21 por ciento. De esa manera, el negocio para Havelange le dejaría ingresos por ventas de seis millones de dólares.

Este no sería el único hecho que vinculó a Havelange con la dictadura. En 1976, cuando la furia asesina de los grupos de tareas se desataba en las calles, en los centros clandestinos de cautiverio y en las cárceles, un poderoso embajador brasilero Paulo Henrique Paranaguá, consiguió una audiencia con Havelange para pedirle por la libertad de su hijo Paulo Antonio Paranaguá y la novia María Regina Pilla. Ambos encarcelados por la dictadura y acusados de pertenecer al OCPO (Organización Comunista Poder Obrero).

Havelange llamó al general Videla y éste le ordenó a Roberto Viola que liberase a los jóvenes brasileros y los subiese a un avión de Air France para que se exiliasen en París. Desde ese momento, la FIFA no puso más condiciones a la Argentina para que apurase las obras del Mundial 78 y Havelange le confirmó a Videla que de ninguna manera la Argentina perdería la sede de la Copa del Mundo.

¿Fue por todo esto que Havelange permitió que la foto de la ceremonia final dejase para la historia a tres dictadores entregándole la Copa a Passarella y no lo hiciese el titular de la entidad organizadora?

Joao ha muerto. Qué ni él ni sus compactadoras de lixo gocen del descanso eterno.

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