En nuestro desacreditado fútbol, el verbo sobornar se conjuga en el presente del modo indicativo. “Yo soborno, tú sobornas, él soborna…”. No vamos a usar el tiempo pasado, y no precisamente porque todo tiempo pasado haya sido mejor. Desde que a mediados de septiembre último el referí Javier Collado acusara -sin nombrarlo- a un asistente suyo de haber sido “tocado”, el clima se enrareció. Hubo medios que publicaron cómo la AFA está investigando a cinco jueces por presunto enriquecimiento ilícito, el presidente de un club cordobés declaró que se volvió común ofrecer arreglos, el secretario general de uno de los gremios admitió que el arbitraje está con las “defensas bajas” y una simple consulta nos permitió comprobar que el Tribunal de Disciplina no cerró todavía dos viejos expedientes con denuncias por tentativas de cohecho ocurridas en 2003 y 2005.
Quienes hablaron con él tras la denuncia que hizo, cuentan que el tucumano Collado está deprimido. “Soy un cadáver arbitral”, dice, y todavía no sale de su asombro por cómo le hicieron pisar el palito. Tomás Dagna, un periodista de la revista cordobesa Deporte Total, lo entrevistó después de que ofreciera una charla durante un congreso sobre fútbol. Al parecer, no se percató de que el colega lo estaba grabando y se despachó con una jugosa confesión: “me terminé enterando después de un partido que había sido arreglado. Lo más lamentable es que fue alguien de mi entorno, un asistente. Pero a mí nadie me dijo: ‘Collado, hay tanto para que ganes’. Yo creía que no pasaba, pero lamentablemente pasó, y me golpeó”.
El árbitro lo llamó a Julio Grondona e intentó explicarle lo inexplicable. No pudo desmentir sus dichos porque quedaron registrados, pero habría mencionado la supuesta deslealtad de Dagna. De aquel episodio con su asistente, Collado recordó que se enteró en la pretemporada, cuando había finalizado el torneo y por boca del otro juez de línea. “Le pregunté cómo estaba y me contestó: ‘para la mierda, porque esta mierda… ¿No te enteraste?’. Después me puse a ver el partido y dije: ‘¿cómo puede ser?’. No me di cuenta. Hay que estar preparado para eso. No hay que dormirse porque en cualquier momento te acuestan”, declaró a Deporte Total.
En la AFA no se volvió a hablar del tema, y eso que el referí también salpicó a dos equipos por ir para atrás: Colón e Independiente, en 2007. Poco tiempo después de que Collado dijera lo que dijo, comenzó a circular el rumor en el ambiente arbitral de que se estaban investigando los patrimonios de cinco jueces, dos de Primera División y tres de la B Nacional. Alejandro Toia, el secretario general de la Asociación Argentina de Árbitros (AAA), sostiene: “no creo ni dejo de creer en una investigación de la AFA. Hasta donde conozco, no citaron a nadie. Aunque si alguien se equivocó, tendrá que pagar. Acá hay muchos intereses en juego, pero es muy sencillo conocer si un árbitro cambió su nivel de vida. Todos saben lo que cobramos y en la AFA tienen el número de nuestra cuenta corriente o caja de ahorro”.
“Me terminé enterando después de un partido que había sido arreglado. Lo más lamentable es que fue alguien de mi entorno, un asistente. Pero a mí nadie me dijo: ‘Collado, hay tanto para que ganes’. (Javier Collado a la revista Deporte Total).
El dirigente gremial de la AAA admite que la actualidad sorprende al arbitraje “con las defensas bajas”, se confiesa “futbolero y bien-pensado” y hace autocrítica desde una pregunta: “¿sabés qué mal te sentís cuando te mandás una macana en un partido?”. Toia informa que, en Primera División, un juez principal cobra una suma fija mensual, más 1.600 pesos aproximadamente por partido que juega. Según él, todos están bajo contrato de la AFA hasta diciembre de 2010.
Gabriel Brazenas se siente tan mal como describe Toia al estado de ánimo de un árbitro que se equivoca de modo grosero en un fallo. No es para menos; desde aquel partido decisivo en que Vélez derrotó a Huracán por 1 a 0 y salió campeón, nunca más volvió a dirigir. Su colega lo defiende: “sí, lo defiendo porque vos no sabés lo que está padeciendo. Se lesionó, le dieron el alta médica y espera que le den el alta física. Él está entrenando con nosotros”. En la temporada 2008-2009 dirigió 26 partidos, de los cuales 24 fueron en Primera División y dos en la B Nacional. Carlos Babington, el presidente de Huracán, tampoco desconfía de su honestidad, como se lo dijo a este periodista hace unos meses: “en el fútbol argentino todo se multiplica por mil. Está todo arreglado, los referís están arreglados, las finales están arregladas… Yo, que tengo muchos años en esto, digo que pasa desde que era jugador. Ahora, las cosas después las tenés que probar, porque está en juego la honestidad de la gente y yo no desconfío de Brazenas. Si Brazenas hubiera sido deshonesto, creo que hubiera tenido la suficiente capacidad para decir que no se equivocó. Pero cometió una falla que no es una más. Hay miles de partidos con fallas así, pero en éste se perdió un campeonato. Entonces hubo una desatención demasiado pronunciada, él sólo sabrá porque se equivocó”.
El arbitraje de Brazenas en aquel partido fue el más comentado del 2009. En marzo del año anterior, aunque no por su desempeño en la cancha, Brazenas también había estado en el tapete. Varios medios gráficos difundieron la noticia de que trabajaba en el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) bajo la conducción de Eduardo Petrini, un empresario muy cercano a Mauricio Macri desde la época en que el primero colocaba futbolistas de las divisiones inferiores de Boca en el exterior y el segundo presidía el club. El diario Perfil publicó una nota bajo el título “Brazenas, el incompatible: árbitro y funcionario de Macri”. Pero él no se sobresaltó: “son contingencias… Yo debo cumplir mi función con profesionalidad, tanto en el organismo como dentro del arbitraje. Es lo que sé hacer desde hace años: la gestión pública y dirigir. Después cada quien puede opinar lo que quiera”.
“No creo ni dejo de creer en una investigación de la AFA. Hasta donde conozco, no citaron a nadie. Aunque si alguien se equivocó, tendrá que pagar”. (Alejandro Toia, secretario general de la Asociación Argentina de Arbitros).
Su nombre no está en la lista de investigados por la AFA, pero aunque se le librara un certificado de buena conducta por aquel arbitraje en Vélez-Huracán, hoy resulta imposible pensar que algún día volverá a dirigir al club de Parque Patricios. Sus hinchas nunca le perdonarán el error en el gol de Maxi Moralez y desconfiarán de él como hasta ahora.
Habladurías semejantes se tejieron en el pasado de ex árbitros como el sargento Daniel Giménez o el fallecido Fabián Madorrán, quien se suicidó en julio de 2004. Pero nunca aparecieron pruebas que los incriminaran en partidos arreglados. Sí, en cambio, desde mayo de 2003 hasta hoy, se conocieron un par de denuncias resonantes por intentos de soborno contra dos jueces que llegaron a la Justicia. En aquel mes y año, Luis Bongianino, en Comodoro Rivadavia y antes de un partido entre la CAI y San Martín de Mendoza, acusó a Jorge Alberto Farías de ofrecerle 4.800 pesos para beneficiar al equipo chubutense. Jorge Ferro, pero en agosto de 2005, también acudió a la policía –en este caso la de Córdoba– a horas de dirigir Belgrano y Almagro. Le habían querido comprar su voluntad en ese encuentro. “Fue una persona de 35 años, vestía sacón negro, camisa blanca y corbata amarilla”, recordó con precisión el ex árbitro, aunque el acusado no fue identificado ni cayó detenido como Farías.
Guillermo Marconi, el secretario general del SADRA –el otro gremio arbitral– hablaba de “una industria del soborno” en el fútbol argentino.
El Tribunal de Disciplina de la AFA, a más de seis y cuatro años respectivamente de aquellas denuncias, todavía mantiene abiertos los expedientes porque la Justicia no se habría pronunciado. En aquella época, Guillermo Marconi, el secretario general del SADRA –el otro gremio arbitral– hablaba de “una industria del soborno” en el fútbol argentino.
A los Farías de entonces se los llama ahora “cazabobos”, según la curiosa metáfora bélica que utiliza Iván Rozzi, el presidente del club Estudiantes de Río IV de Córdoba. La trampa consiste en que “hay gente que llama y ofrece arreglos arbitrales por cierta cantidad de dinero, y ya lo han hecho en varias oportunidades”. El dirigente es también un sindicalista importante de esa ciudad de la Docta: se trata del secretario general del gremio de la AFIP y de la CGT regional. A mediados de noviembre, el Tribunal de Disciplina del Consejo Federal lo suspendió un año porque ingresó a la cancha durante un partido con Deportivo Maipú de Mendoza. El árbitro, César Walker, lo acusó de amenazarlo de muerte, hecho que Rozzi niega.
El expediente 686/09 del Torneo Argentino A, que desde este año fue reconocido por la AFA como competencia profesional, señala que el presidente de Estudiantes y gremialista invadió el campo de juego y la emprendió contra Walker. Eso no fue todo. Lo más sustancioso sobrevino después, cuando presentó su descargo y adujo que el árbitro “lo durmió” con un par de fallos polémicos.
Según Rozzi, se produce todo en un contexto “mucho más profundo y grave donde hay gente que se ocupa de llamar por teléfono y ofrece que puede arreglar los árbitros a cambio de cierto dinero. Sucede y lo pueden consultar con dirigentes de otros clubes. Incluso, cuando llaman puede pasar que te digan ‘te va a tocar tal y tal árbitro’ y que esos árbitros terminen siendo los designados’. Yo la puse en conocimiento a la gente que corresponde, pero se me respondió que esa situación no existe y que son los llamados cazabobos. Si existen, habría que denunciarlos porque complican toda esta situación. En el partido con Crucero del Norte (de Misiones) los tuvimos operando, y si después te inflan la cabeza, uno termina reaccionando de manera inadecuada. Yo no me justifico, he cometido un error, lo asumo”.
El 9 de febrero de 2003, en la misma ciudad de Río Cuarto, jugaban por el Torneo Argentino A Estudiantes y Alianza de San Juan. Al árbitro Eduardo Soto le dejaron un sobre con dinero en la recepción del hotel donde se alojaba. Hizo la denuncia policial, también en el Consejo Federal de la AFA, pero no consiguió nada. No es la primera vez que pasan cosas semejantes en las ligas del Interior. Ni en el fútbol de la AFA, ni mucho menos en el internacional. Cada tanto, como si fueran espasmos, las sospechas de arbitrajes arreglados se repiten. Esta vez, tiró la primera piedra Collado. Pero, ¿quién está libre de culpa para arrojar una segunda o una tercera cuando el verbo sobornar se conjuga sin rubor en nuestras canchas? La respuesta es… nadie.