Ahora que Alemania ganó el Mundial toda historia vinculada a esa selección es bienvenida. Estos días se empezó a hablar de la paradisíaca concentración que el equipo de Löw utilizó durante la Copa del Mundo, de la relación del plantel con la comunidad de Santo André, el pequeño pueblo cercano, y de la ayuda solidaria que los europeos brindaron a los nativos sudamericanos, en su mayoría descendientes de tribus locales.
La base de operaciones que utilizó Alemania se llama Campo Bahía. La construyeron en apenas seis meses, se terminó semanas antes del inicio del Mundial, y está ubicada en el noreste de Brasil a 400 kilómetros al sur de Salvador. Muy cerca de ahí, en Cabralia, los portugueses llegaron a Brasil en 1500. Cinco siglos después, los conquistadores que tocaron tierra eran más nórdicos.
El predio ocupa 15 mil metros cuadrados sobre la costa del Océano Atlántico, e incluye un campo deportivo, con dos canchas de fútbol con iluminación, y un complejo hotelero que tiene 14 edificios de dos plantas, con seis habitaciones cada uno, varios restaurants, gimnasio, pileta, spa, y mucho más.
En varios medios se dijo que lo construyó la Federación alemana, que después del torneo, en gratitud con la comunidad local, el lugar pasó a ser propiedad de la localidad de Santo André para que lo gestione “en beneficio propio del pueblo indígena de esa zona”, que los jugadores donaron diez mil euros para comprar una ambulancia para llevar salud a las aldeas cercanas y que una parte del complejo será utilizada “como escuela para los hijos de los habitantes más pobres de la zona”. En resumen, los alemanes, además de campeones, son muy buenos tipos y tienen mucha conciencia social.
En realidad, la historia es un poco más capitalista.
En 2013, Jöachiw Löw, entrenador de la selección alemana, viajó a Brasil junto a Oliver Bierhoff, manager de la Mannschaft, para elegir un lugar adecuado para utilizar como sede durante el Mundial 2014. El DT quería un espacio tranquilo, donde no fuera espiado, pero no encontraron nada de su agrado y regresaron a Alemania.
Entonces aparece este hombre, Christian Hirmer. Se trata de un empresario de Múnich, reconocido en la industria de la moda, y que desde hace unos años incursiona en la construcción con su compañía Hirmer Immobilien GmbH. Hirmer es amigo de Bierhoff, quizás del mundo de la alta costura (la mujer de Bierhoff es la modelo Klara Szalantzy, ex novia de Drazen Petrovic y la mujer que manejaba el auto en el que murió el basquetbolista croata tras un grave accidente), o quizás de otro lado. Lo importante es que Bierhoff volvió de Brasil con una necesidad, un lugar para concentrar a los futuros campeones mundiales, y que su amigo Hirmer le ofreció una solución: construir el resort Campo Bahía.
Hirmer tenía la idea pero necesitaba un socio brasileño con contactos para impulsar el proyecto. Casualmente, su mujer Christiane Hirmer, es gerente general de la sucursal alemana de LIDE, un grupo de líderes empresariales creado en Brasil, en 2003, por Joao Doria junior.
Doria es un empresario y periodista paulista, hincha del Santos, considerado una de las 100 personas más influyentes de su país por la revista ISTOÉ. Es fundador y presidente del Grupo Doria, especializado en comunicación y marketing. LIDE, un foro de contacto empresarial con sede en diez países, es la nave insignia del conglomerado. Sólo en Brasil, reúne a más de 1600 empresas que representan el 52% del PBI de ese país.
Para realizar un proyecto inmobiliario semejante, se calcula que se gastó más de 40 millones de dólares, ideado en Múnich y concretado en San Pablo, Doria era una persona esencial. No sólo porque fue secretario de turismo paulista o porque durante la presidencia de Sarney presidió Embratur, el ente que aplica la Política Nacional de Turismo de Brasil. Sobre todo, porque Doria tiene muchos contactos empresariales y porque está muy conectado dentro de la política brasileña.
Doria está afiliado al PSDB (Partido de Social Democracia), estuvo cerca de ser candidato a alcalde de San Pablo y hoy, pese a que fue gran opositor al gobierno de Lula, tiene diálogo directo con varios políticos del PT (Partido de los Trabajadores) cercanos a Dilma Rousseff. Suele ir a la cancha a ver a Santos con el exministro de Educación, Aluizio Mercadante; el ministro de Economía, Guido Mantega, habla todos los años en el seminario anual de LIDE; y, en 2012, Doria le prestó su jet al actual ministro de Desarrollo, Fernando Pimentel, para que viaje de Italia a Bulgaria, hecho que terminó en una causa en el Consejo de Ética de la República.
En diciembre de 2013 se supo que Alemania sería cabeza de serie del grupo G del Mundial. Eso quería decir que tendría que jugar en el norte del país. Las tres sedes que iba a visitar en la fase de grupos eran Salvador de Bahía, Recife y Fortaleza. Casualmente, de nuevo, se eligió construir la concentración 30 kilómetros al norte de Porto Seguro, en el estado de Bahía. El gobernador, Jaques Vagner, también es amigo de Doria. Todos los años, Vagner es anfitrión de LIDE durante el Foro Empresarial de Comandatuba, el mayor evento anual del Grupo, en Ilhéus, una ciudad costera cercana al lugar donde se instaló el complejo hotelero. Para Doria Bahía es como su segundo hogar, su padre nació allí.
Elegido el lugar, Hirmer le presentó el proyecto a la Federación alemana, le garantizó todas las comodidades que Löw buscaba, tranquilidad, seguridad, y se las ofreció gratis. Incluso, contrató al paisajista Rainer Ernst, el experto en campos de juego de la Federación y del Mundial 2006. Doria se lo propuso al gobierno estadual y a las autoridades locales. No tenían que poner ni un centavo, pero debían autorizar las obras. Les prometió contratar mano de obra local, construir rutas, ayudar al orfanato de Santo André y dejar el centro deportivo que se crearía para la comunidad. Todos aceptaron gustosos. Incluso la FIFA, cuando fue informada del proyecto, dio su autorización.
Cuando el proyecto se hizo público, Bierhoff aseguró que la decisión de establecerse allí tenía que ver con “minimizar los viajes entre los partidos” y con garantizar la aclimatación al calor y la humedad del norte de Brasil. “Nuestra concentración ofrece condiciones ideales en ese aspecto”, explicó. Nunca negó que Hirmer fuera su amigo, pero tampoco le dio importancia. Para Hirmer era más simple: “El mejor equipo debe tener el mejor centro de entrenamiento”. Todo lo habían hecho por los colores.
Ahora que terminó el Mundial, el complejo hotelero comenzará a funcionar como un resort turístico ecológico. Doria, Hirmer y su esposa Christiane, prometen que la lujosa estancia sobre la playa generará un gran impulso económico en la zona. La teoría del derrame, alguna moneda de los millones que pasarán por ahí caerá para la población local. La compañía alemana Truegast Unternehmensberatungsgesellschaft -posta se llama así-, especializada en gestionar hoteles, lleva adelante su administración. Trabajarán unas 70 personas, en su mayoría habitantes de Santo André que atendieron a la selección alemana durante su estadía mundialista.
En su página oficial, Campo Bahía se ofrece, aún sin precios, como un exclusivo paraíso que mezcla el deporte, con la naturaleza y la cultura. Aseguran que las viviendas están construidas con materiales sustentables, de origen local, con los más altos estándares de seguridad y respetando la arquitectura local. Que la energía que se utiliza es renovable, seis molinos de viento de una empresa alemana proveen parte de la electricidad. Que la pileta tiene 700 metros cuadrados. Que se puede pescar, bucear en un pequeño mundo sumergido, hacer surf o jugar al golf. Que los huéspedes reciben un atrapasueños, la artesanía típica de los nativos, y que tienen la chance de navegar en un barco histórico de madera o de comer comida bahiana y euroasiática. Que se llega fácil, porque hay un aeropuerto a 30 kilómetros. Se dicen muchas cosas, pero la más importante es que ahí se preparó el último campeón del Mundo. Ese dato solo, debería reservar todas la habitaciones por un buen rato.