Una marea de petrodólares inunda el fútbol desde que las pequeñas monarquías árabes lo consideran una cuestión de Estado. Qatar es una de ellas. Pero no menos que Emiratos Árabes Unidos (EAU) o el más poderoso reino saudí. Desde que buscan mercados emergentes para colocar sus excedentes de capital o promocionarse, jerarcas o empresas de estos países se adueñaron de clubes y camisetas, contrataron técnicos o jugadores. Se embarcaron también en una guerra no declarada. Ahora que el conflicto se agravó y tiene un origen distinto, que los qataríes son acusados de fomentar el terrorismo por sus vecinos, tiembla el mundo de los negocios donde la pelota es una excusa para posicionarse. La camiseta del Barcelona que luce la publicidad de Qatar Airways fue prohibida en EAU. Si alguien la usa puede terminar en prisión. El boicot a Qatar también puede afectar al Bayern Munich que promociona en sus remeras de entrenamiento al aeropuerto de Doha, la capital qatarí. Pero nada se dice de la FIFA que extendió su relación comercial con la aerolínea del país castigado hasta 2022. Ese año se jugará el XXII Mundial. ¿Se jugará?
Estas monarquías gastan fortunas en el fútbol como los clubes-empresas de Europa o China, que ya se puso al tope de ranking. Qatar Airways le pagó cerca de 40 millones de euros al Barcelona en la última temporada a cambio de usar su camiseta para publicitarse. El contrato con la aerolínea estaba vigente desde 2013. El club catalán ya había recibido 165 millones de euros entre 2010 y 2015 por promocionar a Qatar Foundation en su indumentaria y el estadio. Este negocio del Barca parece que devino en negociado si se toma en cuenta que su ex presidente, Sandro Rosell, está preso desde el 25 de mayo pasado acusado de blanquear capitales espurios. Se lo investiga porque habría recibido dinero de aquella fundación. A los seis meses de llegar a la presidencia firmaba el contrato con ella.
En el Barcelona de Rosell no se discriminaba a ningún inversor árabe. La justicia española también sospecha de un convenio que acordó con la empresa International Sports Events (ISE), del grupo Dallah Albaraka, dirigido por el magnate saudí Saleh Kamel y que difunde eventos deportivos. La operación en que se detuvo a Rosell se denomina Rimet. Le imputan haberse quedado con 6,5 millones de euros y triangular el dinero a través de la banca offshore de Andorra.
Las consecuencias del conflicto político entre los emiratos del golfo pérsico se sienten fuerte en el fútbol. La FIFA sigue su larga cuarentena para sacudirse la corrupción, pero es evidente que los petrodólares la salpican hacia adelante y hacia atrás. Su acuerdo comercial con Qatar Airways estará vigente hasta el Mundial 2022. Aunque no se difundió el monto que recibirá la federación, es uno de los más altos en el mundo deportivo. Su zozobra es tan grande como la cantidad de millones que perdió y debió salir a buscar entre las monarquías árabes. Cuando explotó el escándalo FIFA el 27 de mayo de 2015 la abandonaron sponsors como Sony, Castrol y Fly Emirates, competidora de la aerolínea qatarí.
Barcelona no es el único club que está atado a un acuerdo estratégico con el emirato acusado de fomentar el terrorismo. Bayern Munich publicita en sus camisetas de entrenamiento al aeropuerto de Doha, la capital de Qatar. También se comprometió a que su plantel realice la pretemporada en ese país, juegue un amistoso con la selección local y asesore a su federación. A cambio recibe una paga anual de 17 millones de euros. Hacia allí había viajado Armando Pérez cuando era delegado normalizador de la FIFA en la AFA. Quiso conseguir plata para paliar el rojo de caja, pero no obtuvo nada. Fue la excepción qatarí al derroche.
El emirato está teñido de sospechas por cómo se hizo de la organización del Mundial 2022. Las coimas pagadas para obtener esa sede de la Copa fueron la principal hipótesis del FBI para investigar a la FIFA. Pero en lugar de toparse con los corruptos de Qatar, se encontró con corruptos de este lado del mundo, incluidos los de Estados Unidos como Chuck Blazer. La mayoría de los dirigentes que cayeron detenidos o están bajo proceso provienen del continente americano. La pequeña monarquía del golfo sí tuvo un dirigente al que se le descubrió el pago de sobornos en 2011. Mohamed Bin Hamman quiso ser presidente de la FIFA apelando a la coima. Lo descubrieron. Fue inhabilitado primero, apeló y finalmente lo expulsaron de por vida.
El 16 de noviembre del año pasado, la FIFA suspendió por un año a otro qatarí, Saoud al Mohannadi, vicepresidente de la Federación de Fútbol del emirato y también de la Asociación de Fútbol de Asia (AFC). Lo acusaron de no cooperar en aquella investigación contra su coterráneo.
Señalado por sus vecinos del Golfo de alentar el terrorismo de ISIS y otras organizaciones, Qatar se defiende. Describió como “feroz” a la campaña en su contra. Nueve países, Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Yemen, Libia, Jordania, Maldivas y Mauritania tomaron varias medidas en su contra. Rompieron relaciones, cerraron su espacio aéreo o emplazaron al pequeño país de 11.437 km2 –que tiene uno de los PBI más altos del mundo y es tercer productor mundial de gas–, a alejarse de Irán, el vecino chiita en una región donde son abrumadora mayoría los países sunitas.
En este conflicto regional también influye Estados Unidos. Pidió bajarle el tono por medio de su diplomacia. Los saudíes y el emir qatarí Tamim bin Hamad al Thani son sus aliados. En este último país tiene la base militar Al Udeid desde donde ataca blancos yihadistas. La contradicción política explica la complejidad del problema que puede condicionar esa mezcla de diplomacia del fútbol y negocios a la que apelan las monarquías árabes del Golfo. Qatar no es la única, aunque parece la que llegó más lejos.
Su máxima autoridad ideó un modelo para posicionar al país en el mundo gracias al deporte. Organizó el Mundial de Handball en 2015, en 2019 hará lo mismo con el de atletismo y en 2022 el de fútbol. Como si fuera poco, controla a través de la Qatar Investment Authority (QIA) –un fondo de inversión fundado en 2005–, a uno de los clubes más poderosos de Europa, el Paris Saint-Germain.
Sus enemigos actuales no se quedan muy atrás. Emiratos Árabes Unidos, a cuya selección nacional dirige ahora Edgardo Bauza, banca al campeón de Europa. Real Madrid es auspiciado en su camiseta por Fly Emirates. El club renovó en 2017 el contrato de publicidad por 40 millones de euros al año. También el Arsenal inglés la tiene y su estadio se llama como la aerolínea de los Emiratos desde 2006. La misma que compite con Qatar Airways. La camiseta del Barcelona que lleva esta publicidad se prohibió en EAU. Quien se arriesgue a ponérsela podría ir preso. En Arabia Saudita dirigen dos entrenadores argentinos de los más caros: Diego Maradona y Ramón Díaz, flamante campeón de su Liga profesional con Al Hilal. El fútbol se juega en estadios semivacíos donde sobra dinero y faltan espectadores.
*Artículo publicado en el diario Página 12