Hay una realidad incontestable: el Atlético de Madrid que dirige Diego Simeone ha derribado al actual poder del fútbol, eliminando al Barcelona y el Bayern Munich de la Champions League -en la que vuelve a una final apenas dos años después de la derrota de 2014-, mientras comparte al mismo tiempo la punta de la tabla en la Liga española. Y cualquier análisis que se haga sobre los métodos con los que ha conseguido esta continuidad y estos resultados debe partir de esa base. Pero los métodos son, justamente, el punto de debate.

En los últimos tiempos la cultura futbolística se ha sofisticado. Sobre todo en España, donde predomina un fútbol de posesión, de ataque, que lo ha ganado todo, entre otras cosas dos Eurocopas y un Mundial. En este paisaje, el Cholo es casi un superviviente. Porque ha logrado su estatus como entrenador y sus éxitos deportivos por otro camino, mucho más emparentado con las antiguas raíces del viejo fútbol italiano, lo cual tiene un componente casi heroico. Esto, y la elogiable persistencia competitiva de un proceso que ya lleva varias temporadas de desarrollo, convierten al Atlético, y al Cholismo, en un interesante caso de estudio futbolero.

pelotas 350Jugar bien al fútbol, que no siempre está relacionado con ganar, requiere de muchos elementos. Y de vez en cuando una manera determinada de jugar, aquella que se apoya en los aspectos defensivos, el poco interés por la pelota, los ataques selectivos y la mentalización del equipo para llevar a cabo un plan determinado, vuelve para recordarnos que el fútbol es así de rico y de variado. Aunque siempre necesite de grandes jugadores para ser ejecutado. Porque sería un error grave pensar que el Atlético de Madrid no los tiene. Ni Godín ni Griezmann ni Koke, por ejemplo, son cualquiera. Saben jugar y tienen características muy marcadas, más allá de que puedan resignar algunas de sus virtudes naturales, o que las aporten en cuentagotas, para darle prioridad a interpretar el rol que tienen asignado en el funcionamiento y la estructura colectiva del conjunto.

Simeone ha armado un equipo del que es dueño porque expresa los mismos valores que están en la esencia del Atlético: la garra, el entusiasmo, la pasión. Elementos que ya había cultivado cuando jugó en ese club y que le dieron a su llegada como técnico la credibilidad y la ascendencia necesarias para dibujar el cuadro a su gusto.

Al mismo tiempo, el Cholo ha tenido la sapiencia táctica de estructurar un discurso acorde con su manera de ser y sentir el fútbol. No sólo declara que lo único que le interesa es la victoria y que no le importa tomar cualquier atajo para llegar hasta ella, sino que lo pone en práctica sin importarle las formas, o incluso rechazando premeditadamente esas otras formas y haciendo ver que no son tan útiles como las suyas. El mensaje, que tiene un toque aterrador, encierra además una contradicción. Porque si bien se puede jugar al fútbol de mil maneras y nadie tiene la receta del éxito, sugerir que la pelota es lo de menos y que se puede prescindir y renegar de ciertos aspectos del juego le quitaría sentido a su propia tarea como entrenador.

Decía en estos días Jorge Valdano que el Atlético de Madrid “juega a apagar las virtudes del rival, a desconectarlas para después exprimir las suyas”. Y es exactamente así. Al menos cuando se enfrenta a rivales como el Barcelona, el Real Madrid o el Bayern (contra adversarios menores asume otro papel y ocupa el campo rival, aunque siempre con la idea de simplificar la acción con pocos pases). Pero ante los poderosos, el Atlético pasa a ser un equipo compenetrado y de mentalidad muy fuerte que espera pacientemente para disminuir al rival y ganar el encuentro en dos o tres jugadas; un conjunto que mantiene la estructura, que siempre está atento, contra el que hay que conquistar cada metro de la cancha porque su mayor solvencia está en la defensa de su arco. Y que posee una efectividad asombrosa. Porque como también comentaba Valdano, sus delanteros “agudizan la atención” cuando tienen una oportunidad de gol, ya que saben que no habrá muchas más en el mismo partido.

grano 350En este aspecto, el Cholo ha logrado manejar un arma muy eficaz. Desde su indiscutible liderazgo, su poder de convencimiento y su capacidad para evitar la complacencia en sus jugadores, los ha liberado de la responsabilidad de practicar un juego más atractivo. Su táctica fue instaurar la idea de ser el más pobre, el más desfavorecido, factores que lo autorizan a perder o simplemente a ganar sin más condimentos, mientras son otros los obligados a ganar y también a gustar. Una mirada más amplia permite observar que, en realidad, en la medida que fue ganando espacio en la toma de decisiones sobre la salida y contratación de jugadores, nunca le interesó apartarse de la horma. Y aunque contó cada vez con más dinero para ampliar el repertorio, siempre eligió futbolistas que se adaptaran a su estilo antes que grandes estrellas, lo que le permite mantenerse en su rol de héroe que combate a los poderosos.

Resulta curioso en ese sentido observar cómo se ha interiorizado que la lucha y el esfuerzo valen para equipos con menores recursos y cómo el sacrificio se hace notar sólo en aquellos que ponen el acento en correr. Y eso es algo que juega a favor de conjuntos como el Atlético de Madrid y técnicos como el Cholo. Casi nadie toma en cuenta el coraje, el tesón y la entereza que deben poner en juego los que apuestan a crear cuando los obstáculos y las dificultades crecen. ¿O acaso no requiere un esfuerzo enorme ser el Barcelona, al que todos medimos no solamente por los resultados que obtiene, sino también por las expectativas que genera? Sostener esas expectativas de un nivel de juego más virtuoso también es duro porque las cosas no siempre salen bien.

Cabe preguntarse, llegados a este punto, qué pasaría con una selección argentina dirigida por Simeone, un destino que parece asignado para algún momento de su carrera que, personalmente, dudo que se encuentre cercano. Marcelo Bielsa afirmó alguna vez que un entrenador puede llegar a tener éxito “siempre y cuando no finja algo que no siente”. O en otras palabras, que no se puede impostar una forma de jugar, porque en algún momento los futbolistas y el equipo van a acabar confundidos.

El Atlético de Madrid es todo lo contrario. Tiene las cosas muy claras, y eso también es responsabilidad del técnico. Por eso, me parece que si alguna vez llega a dirigir a la Argentina, Simeone no modificaría su esencia y aplicaría aquello en lo que cree y le dio tantos beneficios, porque es lo que transmite y refleja en las palabras que utiliza para hablar del juego: lucha, esfuerzo, garra, concentración.

El dilema es preguntarse si ese modelo podría funcionar en la selección. Mi opinión es que no, pero es hablar en el aire y habría que verlo, aunque todavía habrá que esperar. Es imposible aventurar si el Cholo puede convertirse en un Alex Ferguson o un Arsène Wenger, pero por el momento creo que puede haber Simeone en el Atlético de Madrid al menos por un rato más.

En definitiva, en el puesto de entrenador también se cultiva el ego. Y no hay mejor mimo para un ego que lograr objetivos antes nunca alcanzados o ser el héroe en un lugar donde todos esperaban poco, o tal vez incluso nada.

 

Publicado en Canchallena