Hay quienes piensan que el fútbol se aprende en la escuela y quienes piensan que se aprende escapando de ella. Bergkamp optó por una tercera pedagogía: los ferrocarriles. Su paso por el Inter significó una telenovela de la debilidad: fue sorprendido por su casero mientras lloraba ante las críticas de un periódico. La Gazzetta dello Sport se apresuró a escribir: “el tulipán traicionado por su jardinero”.
Bergkamp lucía indiferente en la cancha e hipersensible fuera de ella. En su contrato estipuló que sólo viajaría en tren porque le da miedo volar. Alguien que no soporta las bolsas de aire difícilmente puede lidiar con los sabuesos de la prensa y de las defensas italianas.
El frágil atacante decidió vivir en Inglaterra cuando supo que tenía los mejores horarios de trenes. En el Arsenal hizo una gran campaña.
Las refinadas lecciones que recibió en la escuela del Ajax convirtieron a Bergkamp en un virtuoso de baja intensidad. Pero la vida le regaló otra aula. El centrodelantero de Holanda ha empezado a parecerse a los trenes que toma a todas horas.
*Extraído del libro “Dios Es Redondo”. Editorial Planeta. 2006.