Aunque vive en Nueva York, donde es catedrático de Filosofía en la New School for Social Research, Simon Critchley (Hertfordshire, Inglaterra, 1960) sigue siendo un seguidor fiel del Liverpool -el discreto pero visible pin del equipo ‘red que lleva en la solapa lo delata-. Tras decenas de trabajos publicados, en los que ha navegado desde la teoría política y la religión hasta el suicido o David Bowie, el pasado año saltó al césped para volver a tirar de su pedestal a la autoproclamada ‘alta cultura’ con En qué pensamos cuando pensamos en fútbol, un ensayo en el que se acerca al fenómeno balompédico desde la filosofía. Nos recibe en el CCCB de Barcelona, horas antes de dar una charla sobre la materia, en una mañana llena de compromisos con medios culturales, informativos y deportivos. Conversaciones y más conversaciones que no hacen mella en su entusiasmo. Al contrario: las palabras fluyen porque ruedan alrededor del balón.

 

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Cuando pienso en fútbol y filosofía, recuerdo a Zlatan Ibrahimovic llamando filósofo a Guardiola. Un futbolista usando la filosofía como insulto… ¿Por qué ocurre? ¿Se llevan mal ambos mundos?
Bien, la palabra ‘filósofo’ se puede usar como insulto, lo cual tiene una larga historia. Cuando Mourinho llamó filósofo a Guardiola, era una crítica a la pretenciosidad intelectual de Pep, opuesta al realismo pragmático del portugués. Pero lo gracioso es que, en una rueda de prensa con el Manchester United en la que las preguntas giraban entorno a si iba a ser despedido o no, dijo a un periodista: ‘¿Alguna vez has leído a Hegel?’. El periodista respondió que no. ‘Hegel dijo que la verdad es el todo’. El prólogo de la Fenomenología del Espíritu. Mourinho dijo: ‘Tienes que mirar el todo, porque es la verdad. Mira mi trayectoria: soy una ganador. He ganado en Portugal, en Italia, en España, en Inglaterra…’. Parece que Mourinho también puede ser filosófico. Pero es una crítica muy fácil, llamar a alguien ‘filósofo’. Debió ser una crítica al ‘tiki-taka’, que es bello y conceptual, ‘pero le falta agresividad, potencia, fuerza… Todo de lo que el fútbol real se trata realmente’. No estoy de acuerdo con ello, pero puedo entender por qué lo dicen. 

¿Qué puede hacer la filosofía por el fútbol?
¡No lo sé! [Ríe] El libro no es una filosofía sobre el fútbol. Soy un fenomenologista, estoy interesado en la experiencia. Y en cómo se pueden observar y describir las experiencias. La filosofía tal y como la entiendo puede ofrecer un lenguaje poético distinto para entender el fútbol. Cuando observamos el fútbol, hay un enfoque subjetivo y otro objetivo. El subjetivo está basado en qué dicen los jugadores, qué dicen los entrenadores. Cuando a un jugador le preguntan: ‘¿Qué te pasaba por la cabeza cuando marcaste ese gol?’ -por supuesto, no le pasaba nada-. Y el lado objetivo: los datos, las estadísticas… El aumento de los datos en el fútbol es comprensible, pero también es preocupante esa creencia de que los datos explican el fenómeno, lo cual no es cierto. Los datos no pueden explicar nada. Puedes tener un jugador que completa más pases que nadie, pero que no sea un buen futbolista. Entonces, los enfoques subjetivos y objetivos son limitados, y tenemos que centrarnos en el medio, en el área del medio. El juego se desarrolla en eso que llamo ‘reino del medio’. Así que la filosofía puede hacer eso, puede partir de la idea de que, si queremos comprender el juego, no vamos a ser capaces de hacerlo basándonos solo en la conciencia o solo en datos objetivos; tenemos que describir la vida del fenómeno. Ojalá la filosofía pudiera variar la perspectiva con la que entendemos el fútbol. 

¿Por qué eres aficionado del Liverpool?
No tuve otra opción. Mi padre era del Liverpool, mi familia es de Liverpool, en la tumba de mi abuela está el Liverbird… No se me dio la oportunidad de elegir, cuando tuve uso de razón, ya era aficionado del Liverpool. Y le he hecho lo mismo a mi hijo: lo he programado para que también lo sea. El club es especial por muchas razones, pero yo podría ser de cualquier otro, me podrían haber programado para apoyar a cualquier equipo. Creo que es interesante no elegir a tu equipo: es tu destino, o lo aceptas o huyes de él. Pero para mí hubiese sido imposible elegir otro.  

Quizá elegir sea la diferencia entre el aficionado tradicional, nacido en un contexto que lo conduce a un equipo, y el aficionado de un lugar como el que vives, Nueva York, que ha escogido hacerse del Liverpool.
Y eso está bien. 

¿Hay alguna diferencia entre un tipo de aficionado y el otro?
Es curioso lo importante que es la conexión material con el lugar donde está el equipo para la gente que no la tiene. Si eres de Chicago y eliges animar al Liverpool, porque ganan o porque llevan una camiseta roja, suele pasar que quieras ir a Anfield. Algo así como una peregrinación. Hace unas semanas, un tipo llamado Timothy contactó conmigo. Me dijo que había leído mi libro y me preguntó si quería ir a ver un partido con él. Vivimos en el mismo vecindario, así que fuimos a un bar de la zona para ver el Liverpool-Chelsea. Era estadounidense, negro, pero su abuelo, también negro, era de Liverpool. Para Timothy era importante que existiera esa conexión material con el club. Así que puedes elegir un equipo, y cambiarlo, pero sigue pareciendo importante tener una conexión viva y real con él. ¿Cómo se toma la decisión inicial? Puede ser un poco arbitraria, pero luego le convierte en tu fe. Siempre he estado interesado en Perú. ¿Por qué? Porque en 1970, cuando veía la Copa del Mundo, y Perú tenía esa camiseta blanca con esa línea roja, pensé: ‘¡queda genial!’ Y los jugadores tenían nombres fantásticos como ‘Cubillas’. Fue por el color y los nombres, y aún me sigue interesando. Si hoy juega Perú contra Brasil, quiero gane gane Perú. Es extraño… 

En tu libro explicas que cuando tu hijo te pidió una camiseta del Arsenal, tú le regalaste una del Liverpool. ¿De dónde viene esa conexión futbolística entre padres e hijos? Los hijos siempre han tendido a rebelarse ante los progenitores, pero en cuestiones futbolísticas suelen seguir la tradición…
Yo era totalmente rebelde respecto a mi padre, es cierto. No hablamos durante años. Tuvimos una relación complicada durante mucho tiempo, pero nunca dejé de animar al Liverpool. Así que siempre tuvimos eso. Nunca se me pasó por la cabeza cambiar de equipo. Supongo que ha habido períodos en mi vida en los que he estado menos interesado en el fútbol, pero la idea de animar a otro equipo es inimaginable. Podría animar a un equipo de otra división, tener un segundo equipo. Tenía uno, que era el Ipswich Town, en la Championship, porque era el equipo local e iba con mi hijo a ver partidos. Luego también tienes equipos extranjeros… No lo sé, me gusta el Schalke 04. Solo porque me gusta el nombre: Schalke. 

¿Solo por el nombre?
Sí. Schalke Null Vier. Es un nombre realmente genial. Me gusta esa parte de Alemania, es fea y los equipos son bastante duros. Me gusta el Dortmund, también. Pero, sí, hay algo extraño en esa relación padre-hijo. Mi madre, diría era una fan del Liverpool, pero no tenía un interés real. Algo que está cambiando en el fútbol son las dinámicas de la agenda. Históricamente, ha sido un deporte masculino, dominado por hombres Y eso está cambiando. Es interesante la importancia creciente que se le da al fútbol femenino. Donde vivo, en Nueva York, en los Estados Unidos, es un deporte participativo, un deporte de clase media, que la gente practica, a menudo, en la universidad, y en el que las mujeres son campeonas del mundo. Creo que la situación cambiará en los próximos diez o 15 años. El fútbol será un lugar para que emerjan todo tipo de asuntos sociales, cuestiones relativas a la sexualidad… Me pareció muy interesante que Olivier Giroud diera una entrevista hace poco a una revista gay en Francia. 

Hay un problema de homofobia en el fútbol…
Va a cambiar, porque la gente, los aficionados al fútbol, ya no son homófobos. Así que creo que en los próximos años habrá más futbolistas gays. Eso pasará y estará bien que así sea. 

Hablas del fútbol como una religión moderna. Dices que hay aficionados y clubes que se ven a sí mismos como los elegidos. Pasa con el Liverpool, con el Barcelona… ¿Cómo se puede describir ese sentimiento?
Está fuertemente ligado al lugar. El excepcionalismo de Anfield, la idea de que Liverpool es una ciudad especial y que su club de fútbol también lo es. ¿Cómo lo justificas? Bueno, se puede justificar diciendo que la historia de una ciudad como Liverpool es la historia de una ciudad dentro de un país, Inglaterra, del que realmente no forma parte, como una isla dentro de él. Algo aparte, separado. Un lugar singular. Como es un puerto, ha sido un lugar que ha tenido una comunidad extranjera significativa: chinos, una comunidad negra, una enorme comunidad irlandesa… Y también tiene relación con la idea de que, políticamente, sobre todo durante el mandato de Margaret Thatcher, Liverpool se identificó como una ciudad socialista y el equipo de fútbol quedó vinculado a esa idea. Y desde los años 60, los aficionados del Liverpool se ven como internacionales y europeos. Es aristocracia europea. Esa es la idea: somos especiales y pertenecemos al grupo de los grandes clubes del continente. Y eso a veces es cierto y a veces no. Ahora, por supuesto, en gran parte son tonterías románticas. Pero esas son las tonterías románticas con las que vivimos. Creo que algunas ciudades son especiales de verdad. Barcelona es un lugar especial. Liverpool es un lugar especial. ¡Mánchester es menos especial! [Ríe] Es importante sentir que tu club tiene un carácter distinto. Eso es por lo que es importante a nivel religioso: puedo creer en mis dioses locales, mis héroes, mi lugar sagrado, mi campo… Pero, luego, a 30 kilómetros, en el Manchester United, la gente se siente exactamente de la misma manera. Y eso está bien. Está bien si aceptas que, a nivel religioso, [el fútbol] es una estructura politeísta. Hay muchos dioses. Están los dioses del Barcelona, los del Real Madrid, los del Sevilla… Está bien porque puedes tener una conexión con tu lugar y aceptar que otros crean en otra cosa. La cuestión es no querer matarlos por esa razón. 

Pero los ‘dioses’ de hoy son distintos. Antes parecían más terrenales, gente de la propia comunidad. Y ahora son más dioses en el sentido que le solemos dar a la palabra: viven por encima y no se mezclan con la gente. ¿Sigue siendo lo mismo?
No lo es, pero no es distinto del todo. Los equipos del Liverpool de los 60 y los 70 tenían muchos extranjeros, pero eran escoceses o irlandeses o galeses. Había una fuerte conexión escocesa: Bill Shankly, Kenny Dalglish… Técnicamente eran extranjeros, pero se volvieron dioses en el lugar. No venían de tan lejos. De algún modo, los fans son muy tolerantes y maleables en lo que a sus dioses se refiere. El dios más reciente que tenemos es Mohammed Salah, que viene de Egipto. Y ahora tenemos canciones sobre él y es uno de los nuestros.

Canciones interesantes; algunas hablan de ir a la mezquita.
Es muy interesante. En la última temporada, cuando marcaba un gol, Salah siempre lo celebraba de la misma manera: los jugadores del Liverpool se abrazaban y cuando regresaban a su campo, él retrocedía, se ponía de rodillas y rezaba durante un momento. En ese punto, los aficionados del Liverpool aprendieron a permanecer silenciosos ese par de segundos, en señal de respeto. Es muy interesante. Sí, puede que sean dioses de otro lugar, pero se pueden convertir en los nuestros. Quizá el jugador más popular de los últimos 20 años, aparte de Steven Gerrard, ha sido Luis Suárez, que consiguió algo tan destacable como ser profundamente querido por los aficionados porque se esforzaba mucho y era un jugador buenísimo. Y cuando se marchó al Barcelona no hubo sentimientos negativos al respecto. Algunos dioses caen, otros desaparecen; depende del respeto que le demuestres a los hinchas que dejas atrás. Raheem Sterling, cuando dejó el Liverpool para irse al Manchester City, dijo que estaba bien marcharse al fin a un club más grande en el que ganaría títulos. Eso hizo que lo machacaran en Liverpool, y ahora mismo lo odian. Pero quizá lo perdonen en el futuro. Ya veremos [ríe]. Los aficionados son un poco volubles, cambian de religión muy rápido, siempre que ganes, siempre que los jugadores marquen. 

Dices que el fútbol es útil para canalizar la violencia. ¿Pero es en sí mismo una expresión de violencia?
Sí. Es una expresión de violencia. Hay diferentes maneras de mirarlo. Puedes decir, y hay evidencias al respecto, que el ser humano es violento. Los humanos son violentos, animales, y la evidencia de la historia lo probaría. Por lo que el fútbol es una manera de canalizar esa violencia y darle una expresión simbólica y de ese modo prevenir que se manifieste de otras maneras. Eso podría ser cierto. No estoy seguro de si los seres humanos son violentos por naturaleza, pero no hay dudas de que en el fútbol se trata de regular cuidadosamente las demostraciones de violencia. Siempre va unida a las reglas del juego.

¿Está mal sentir un poco de nacionalismo, por ejemplo, durante el Mundial?
No es malo. Creo que el sentimiento nacional es algo que tiene que ser admitido. De repente, tenemos todo este discurso de cosmopolitismo que cree que el nacionalismo es un error y que podemos ir más allá de eso. Y yo creo que no es cierto. Tenemos que aceptar que, como seres humanos, estamos en parte definidos por nuestro lugar de origen y nuestra lengua. Así que la nación sigue dándonos forma. Y si la desechamos, nos estamos perdiendo algo. Eso no significa que el nacionalismo deba ser celebrado. Creo que el nacionalismo es muy complicado en el fútbol… ¡Especialmente cuando hablamos de España! [ríe] Estoy feliz si Inglaterra juega bien, pero no lo estoy tanto porque autoriza toda clase de estupideces jingoísticas y nacionalistas que me parecen tediosas. Así que, entre el club y el país, me quedo con el club, sin dudas. La Copa del Mundo… no es que no tenga importancia para mí… No me emociona tanto y es difícil tener fe en esta competición, por culpa de la FIFA. 

Muchos aficionados empiezan a sentir que, de algún modo, el Mundial de Rusia es el último Mundial tal y como lo hemos conocido.
Sí, también a consecuencia de la corrupción, sin duda. Hemos escuchado noticias sobre la naturaleza corrupta de la FIFA [en los últimos tiempos], pero también sobre la decisión de dar la Copa del Mundo a Alemania en 2006, con bolsas de dinero enviadas por la frontera entre Alemania y Suiza. La FIFA es una catástrofe. Y el hecho de que la FIFA sea el máximo órgano de gobierno del fútbol, el deporte más importante del mundo, es una broma. La forma cómo administran el fútbol es humillante. Las selecciones que participan en el Mundial están aumentando porque es un negocio lucrativo. La Copa del Mundo de Rusia… No lo sé… Estuvo bien… Pero es complicado imaginarse qué va a ocurrir en Catar. Y en 2026, en Estados Unidos, Canadá y México. Es un área muy grande [ríe]. Soy más cercano al fútbol de clubes, y espero que no creen una Superliga europea, sería un error. 

El Liverpool estaría en ella.
Quizá sea bueno para el Liverpool… ¿Qué significaría? ¿Que jugaríamos contra el Barcelona cada año?

Quizá dos veces. 
Probablemente pasará, pero creo que destruirá la infraestructura del fútbol. Lo genial de este deporte es el hecho de que tengas a esos grandes equipos junto a equipos no tan grandes, que a veces pueden hacer grandes cosas. El Real Betis puede ganar en el campo del Barcelona. Si hubiera una Superliga europea, eso no ocurriría. O cuando el Leicester City ganó la Premier League, hace tres años. Tampoco sería posible. Por lo que, con la Superliga, se acabaría como la MLB [béisbol] o la NBA. Con un número de equipos que juegan entre ellos cada año, que son franquicias y nadie desciende ni asciende. Rápidamente, dejaría de tener sentido. Es importante que los equipos grandes fracasen. O, por lo menos, que tengan la posibilidad de fracasar. También es muy importante que se mantenga la infraestructura del fútbol local. Así que estoy en contra de la Superliga. Aunque probablemente ocurrirá. 

Y eso ocurrirá porque en la industria del fútbol, empezando por la FIFA, manda un capitalismo enloquecido. Pero tú hablas del fútbol como algo socialista y asociacionista.
Es mi ilusión. 

Por lo tanto, ¿es el aficionado ingenuo? ¿Cree en cuentos de hadas, como dijo Brian Clough? 
Sí. 

Entonces, ¿cómo podemos lidiar con ello? 
Nos las arreglamos para hacerlo, hasta que no podemos más. Mira al Manchester City. Tienes tres elementos: una gran cantidad de dinero árabe que hace que todo sea posible, con el jeque Mansour, Etihad Airlines… Luego tienes una profunda cultura de aficionados -el auténtico equipo Mánchester y todo eso-… Y trajeron a Pep Guardiola, que adaptó el modelo del Barcelona, redefinido a través del Bayern de Múnich, y ha producido este nuevo equipo. Y esas tres cosas son completamente contradictorias, pero de alguna manera los aficionados lo pueden tolerar. Lo perdonamos porque es bello. ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Llegará un punto en el que dejaremos de ver fútbol? Es posible. Todavía no estoy en ese punto. El comportamiento y la corrupción de la FIFA significa que la Copa del Mundo, para mí, casi ha dejado de tener sentido. ¿Va a dejar de tener sentido el fútbol de clubes? Espero que no. Si el fútbol se vuelve un modelo de negocio, la forma como las empresas y los hombres más ricos y poderosos presumen ante el mundo, creo que tendremos cosas mejores que hacer con nuestro tiempo. Sabemos de dónde viene ese dinero, es dinero sucio, pero hace que pasen cosas. Nunca te puedes sentir bien con el fútbol, y eso es lo importante: expresar tanto deleite como disgusto. Pero el fútbol requiere ingenuidad. 

Pero escribes que los aficionados al fútbol son gente inteligente.
Gente inteligente que está contenta de ser estúpida a fin de ver a su equipo y disfrutar el partido. Ambas cosas son ciertas: los aficionados saben lo que está pasando. Y hasta cierto punto están preparados para vivir con ello. 

Los hinchas también saben que el éxito es algo muy extraño en el fútbol. En una sociedad en la que ganar lo es todo y en la que se dice ‘si haces todo lo posible, tendrás éxito, no te preocupes’…
Lo cual no es cierto.

… ¿cómo pueden los aficionados amar todavía el fútbol, si cada domingo pueden experimentar la derrota?
Creo que el fútbol te enseña lo contrario. Te enseña la importancia de la derrota y el fracaso. La experiencia de la derrota y el fracaso no quebranta la experiencia de la comunidad y la pertenencia. Que el Liverpool perdiera ante el Real Madrid en la final de la Liga de Campeones fue una gran decepción. Pero unió a los aficionados de un modo más fuerte que antes. El fútbol debería ser la prueba viviente de que uno no tiene la oportunidad de vivir sus sueños. Si eres afortunado, podrás experimentar un sueño de vez en cuando, pero tu equipo fracasará, todos lo harán. Toda vida humana fracasará. Para mí, el fútbol es una lección sobre la vida. Pero lo que lo une es la solidaridad, pertenecer el uno al otro. 

En el libro, pones a Zidane como ejemplo. ¿Por qué él?
Es la primera parte que escribí, y no estoy seguro de si lo volvería a hacer. De hecho, lo iba a sacar del libro, pero mi editor en Londres me convenció de que lo dejara. Zidane me parece una figura fascinante, aunque creo que el enfoque que le di fue demasiado individualista, basado en él como el héroe. Ahora estoy más interesado en la naturaleza colaborativa del fútbol, el juego como experiencia de equipo, así que no creo que le volviera a dar la misma importancia a Zidane. Pero ha tenido las pelotas de ganar la Champions League tres veces seguidas y luego marcharse. 

Así es como todo acaba con Zidane. Con melancolía. 
La melancolía de saber que no podía hacer más. Tuvo el coraje de irse, lo cual es extraño. El problema con la mayoría de entrenadores es que son adictos, obsesivos, lo que los hace buenos entrenadores, pero no saben cuándo deben parar. El caso más trágico al respecto es el de Arsène Wenger: un entrenador y un hombre brillante que se quedó demasiado tiempo en el Arsenal y acabó destruyendo lo que había creado. Es una verdadera pena. 

Hablamos de entrenadores. ¿Qué me dices de Jürgen Klopp? ¿Disfrutas de su estilo y de su personalidad?
Sí y sí. El Liverpool ha tenido una mala racha con los entrenadores después de Rafa Benítez. Benítez era un hombre complicado, pero entendió la cultura del club, a los aficionados, ganó la Liga de Campeones… Y creo que si Rafa hubiese vuelto, en el momento en que se escogió a Klopp, a los hinchas les hubiese parecido bien. Klopp, por su carácter, entendió que esto va de la relación con los aficionados. Esta temporada es la clave. En los dos primeros dos años y medio ha construido un equipo con un maravilloso contraataque, rápido, ágil -particularmente cuando tenemos a Salah, Firmino y Sadio Mané-, pero frágil, con una sensación constante de colapso nervioso. Podíamos ir dos, tres goles por delante y luego nos desmoronábamos. Así que lo ha hecho Klopp ha sido construir la columna vertebral del equipo. La estructura ahora es más fuerte: Allison, Virgil Van Dijk… La defensa se está ordenando. Esta temporada, el Liverpool es menos atractivo de ver, pero más fuerte como equipo, y los aficionados está felices con ello. Pero la prueba para Klopp es ganar. Este año hay que ganar algo. Desafortunadamente, tiene en contra al que, creo, es el mejor equipo de Europa, el Manchester City. Si el Manchester City se enfrentara al Barcelona mañana, creo que el Manchester City ganaría: son mejor equipo, un conjunto extraordinario. Son como un Barcelona 2.0, con un nivel diferente de desarrollo. ¿El Liverpool va a ganar la Premier League? Veremos… ¿La Champions League? Veremos… Pero creo que para Klopp es muy importante dar algo, ganar, para sentir que ha entregado algo a los aficionados.

 

Entrevista publicada en la revista española Panenka.