Son dieciocho minutos y veintidós segundos en blanco y negro durante los que se intenta descifrar un misterio, o lo que se supone que es un misterio. Para algunos, recorrer esas imágenes puede parecerse a encontrar un tesoro, abrir el cofre de la felicidad racinguista y darle enter al código secreto que lleva a una época bisagra, ese techo a dos aguas que fue la década del sesenta, en la que por un lado ganamos todo y en la que por el otro dejamos de ganar, los años del Equipo de José. Porque las escenas de esos días también pueden verse como una selfie llena de sonrisas, en una playa maravillosa, mientras allá en el fondo una ola comienza a hacerse gigante en lo que más tarde será un tsunami. Todos están felices con el equipo de José. Son hinchas de Racing, son campeones, ahí los vemos. Dan ganas de contarles –de advertirles, no para que sufran sino para que lo eviten- las tres décadas y media que vivirán después, los treinta y cinco años que se les vienen encima.
Pero ya está, no podemos.
Los que no fuimos contemporáneos de aquella proeza la vimos cientos de veces en videos, con la multitud de hormiga llenando el Cilindro, los movimientos silenciosos del Bocha Maschio, los cruces imperiales de Perfumo, los saltos para cabecear de Basile y la ausencia de nervios en la cara de Pizzuti. Vimos millones de veces, como en un gif animado que nunca dejó de reproducirse en nuestras pantallas internas, el gol del Chango Cárdenas, la cinta de moebius de la memoria racinguista. Pero lo que no vimos –o sólo lo vieron unos pocos- fue el efecto de ese triunfo más allá de las fronteras racinguistas, el derrame que había generado –si es que lo había generado- sobre el resto de la sociedad. Vimos el triunfo propio pero no vimos que quizá también implicaba un triunfo ajeno.
Cuando Franco Bronzini, director editorial de Informe Escaleno, me contó que Manuel Antín había hecho una película sobre el equipo de José y que además me la daría para que pudiera verla, lo primero que pensé fue que estábamos ante una perla escondida a miles de metros bajo el nivel del mar, el filme incunable del Racing sesentista. Lo confirmé unos días después, apenas empezó a correr el DVD con “Este ‘milagro’ llamado Racing”, un título que puede actuar como una premonición para todo lo que lo vino después.
“Una vuelta olímpica, epopeya deportiva que en nuestro país no tiene parangón”, dice la voz en off de Sergio Renan, que además de actor y director era, quizá por sobre todo eso, hincha de Racing. “Se trata –agrega- de la otra historia, el misterio del equipo de José”. De fondo, un grito de tribuna: “Y ya lo vé, y ya lo vé, es el equipo de José”. Renan nos habla de una resurrección futbolística con record de recaudaciones. “Un proceso de resurgimiento anímico colectivo que pasa del descreimiento a la fe, de la apatía al fervor, del silencio al canto”, dice la voz de Renan. Pero hay algo más que fútbol. Ese triunfo, sostiene, también significó “todo lo que fue o pudo ser nuestro éxito”, el de los argentinos; un éxito que se basó en tres secretos que parecen ingredientes básicos, además del juego, de una receta para formar un equipo de fútbol: trabajo, organización y fe.
Los jugadores de Racing llegan en sus autos al entrenamiento, vestidos con traje algunos de ellos. En el vestuario hay carteles con mensajes como “no insulte a nadie, menos a sus compañeros de juego”, “el juego de tus compañeros es el tuyo propio, apoyalos siempre”, “la comprensión y el respeto mutuo enaltecen al hombre” o “juegue alegre y buscando siempre la armonía entre sus compañeros”. Mientras Pizzuti lanza pelotas para que las cabecee el Chango Cárdenas o para que se revuelque el arquero Luis Carrizo, se cuenta que se cambió la dieta del plantel y se eliminaron las concentraciones previas a los partidos porque “la vida familiar es más rica y menos carcelaria”.
Sentado en una de las plateas del Cilindro, sombrero en la cabeza, camisa y corbata, Ernesto Sábato reflexiona: “Hay algo de este equipo en este momento del país, que parece estar urgentemente necesitado de entusiasmo, de trabajo en equipo, de salir de la precariedad modesta; hay algo de este equipo que creo que ha satisfecho esta íntima necesidad espiritual del pueblo argentino”. Se ve el mástil de la cancha, la calle, los autos, hombres y mujeres de una Argentina gobernada por la dictadura de Juan Carlos Onganía. Sábato hace una reivindicación del fútbol, de los equipos grandes y pequeños, no importa. “Racing surgió –dice- de los rangos más modestos o, por lo menos, menos espectaculares, y lo hizo a fuerza de fervor, de jugarse entero, correr desde el vamos. Pero para lograr los resultados prácticos y materiales son necesarios una fe, una confianza, una actitud espiritual que antes debe estar”.
El documental es un elogio de lo colectivo; del hombre subordinándose al equipo, brindándose a la tarea por el bien común. “¿No serán esas las claves del triunfo y de la simpatía que despertó en los argentinos?”, se pregunta Renan retóricamente. Pizzuti y Maschio dicen, cada uno por su lado, que no hay tal milagro en el triunfo de Racing, que todo fue producto de un esfuerzo conjunto, de un plan que dio sus frutos. Pizzuti habla de “sacrificio” y “revolución, incluso espiritual”. “Ninguno se creyó crack ni estrella; más que milagro es un trabajo”, dice Maschio.
Después de ver la película por primera vez busqué referencias, intenté saber si alguien más la conocía. Llamé a Pablo Ruiz, gerente de marketing de Racing, que siempre está atento a estas cosas. “Nunca la escuché nombrar, no sabía que existía”, me dijo. Y enseguida pensó en voz alta: “Eso hay que proyectarlo para que lo vean todos los hinchas”. Será en el Teatro Roma, me confirmó unos días después, para esa fecha patria del racinguismo que es el 4 de noviembre, el aniversario de la victoria contra el Celtic por la Copa Intercontinental. Llamé a Jorge Bernárdez, crítico de cine, que no conocía el documental pero comenzó a guiarme. “Antín y Renán –me contó- iban juntos a la cancha con otros hinchas, de eso estoy seguro”. Jorge me recomendó que le escribiera a Eduardo Antín, Quintín, también crítico cinematográfico además de sobrino de Antín. Lo hice. “Creo haberla visto en la tele años más tarde –me respondió-. Aunque no estoy seguro. Me parece que tampoco le presté mucha atención”. Y agregó: “Antes no había muchas películas de fútbol como tampoco había muchos documentales sobre otros temas. La principal razón es que era muy caro filmar y el género tampoco estaba muy desarrollado. El cine era un gigantesco armatoste”.
El primero que me aseguró haberla visto fue Flavio Nardini, cineasta, fanático de Racing y alumno de Antín en la Universidad del Cine. “Me dio una copia cuando yo estaba en primer año. Creo que todavía la tengo. Está buenísima”, me contó por teléfono. Le escribí a Carlos Ulanovsky, otro hincha de Racing, y aunque me dijo que no la había visto, tenía una idea de lo que podía tratarse: “Debe ser parte de un ciclo de documentales que Antín dirigió y que salieron al aire en la época de la televisión blanco y negro”. Marcelo Stiletano, columnista de espectáculos del diario La Nación y del programa radial de Víctor Hugo Morales, ¡también hincha de Racing!, se sorprendió por el dato: “Nunca supe de esa película”. Marcelo Panozzo, actual director del BAFICI, me respondió por mail: “¡No tenía idea de su existencia! Qué hermosura, qué ganas de verlo”. Y me dijo que le escribiera a otro cineasta hincha de Racing, Sergio Wolf, algo que hice un rato después. “Vi ese corto en un cineclub de los ochenta (se llamaba Cineclub Bs As y quedaba en Corrientes casi Ayacucho, subiendo una escalera… lo vi sentado en el piso). Lo daba por perdido”, me contestó. Y dejó un deseo –hasta ahí- inconcluso: “Siempre quise volver a verlo”.
Una columna de Oscar Barnade en Clarín publicada en 2006 cuenta que el corto se proyectó una noche en el bar El Clásico, de Las Cañitas, con la presencia de Pizutti y un pequeño grupo de hinchas. “Creo que todavía guardo ese documental”, me confirmó Barnade, historiador del fútbol y periodista. Son las únicas señales que encontré de la película, además de un post en un foro de Racing en el que alguien adelantaba que la subirá ahí mismo. Como nunca lo hizo, abajo se acumularon los reclamos por la promesa incumplida.
Del misterio del equipo de José pasamos al misterio de la película del equipo de José.
Manuel Antín me atendió al teléfono un viernes por la tarde. Me confirmó que el documental fue realizado dentro de una serie de trece programas financiados por la bodega Viñas de Orfila, una marca que incluso aparece en el corto. El ciclo, dedicado a temas relacionados con la cultura, la época y la sociedad, se emitió en 1967 por Canal 11.
-Yo era fanático de Racing junto a Sergio Renan y otros loquitos de la época. Íbamos juntos a la cancha con nuestras mujeres. No teníamos hijos todavía y nos reuníamos en la cancha. Así que surgió hacer ese programa, que fue filmado porque en televisión se filmaba, no se grababa.
-¿Por qué eligió a Sábato?
-Desde luego porque era hincha de Racing. Y en segundo lugar, por un dato de familia. En esa época yo hacía la realización general del ciclo y los programas eran filmados por dos directores que trabajaban conmigo, Mario Sábato y Eduardo Calcagno. Mario, con la ventaja que tienen los hijos con los padres, propuso llevar a Ernesto a dar su comentario sobre Racing.
-¿Pero Sábato no era hincha de Estudiantes?
-Sí, es verdad. Pero Mario lo hizo de Racing, por lo menos fugazmente.
Antín describe la idea de la película casi con las mismas palabras del guión. Dice que se trataba de una evocación al trabajo en equipo hecho con amor y devoción. “Aquel plantel –cuenta- tenía un clima de trabajo excepcional. Convivimos mucho con los jugadores en ese momento y era una empresa espiritual más que deportiva, y eso era tomado como una señal virtuosa de una posibilidad en la Argentina de funcionar colectivamente, lo que a mi modo de entender desgraciadamente no se ha logrado. Esa era la moraleja”. Antín se lamenta que el material que recolectó en esas jornadas se haya perdido, destruido por el tiempo.
-¿Cómo era su relación con Racing?
-Era una relación muy afectuosa. Aquel fútbol no se parece al de hoy en día; aquello era más espiritual. No estaba mercantilizado; todo era más desinteresado, más deportivo. Había un espíritu de deportivismo que el profesionalismo se ha devorado. Y el sentimiento del equipo de José era en algún momento más un sentimiento que otra cosa.
-¿Qué jugadores recuerda?
-Yo empecé a ir a Racing con el Chueco García, un wing izquierdo, el Poeta de la Zurda. Cuando empecé a ir la cancha no era lo que es ahora, era mucho más modesta, no existía el cemento. Y cuando íbamos con Sergio íbamos a la popular, no a la platea. Eran días de fiesta para nosotros y no entrañaba un peligro, todo era un poquito menos materialista.
Antín, que recuerda con gracia que alguna vez ganó el PRODE en la década del ochenta aunque el dinero se le esfumó por una de las tantas crisis económicas, dice que se desencantó con el fútbol y que ya hace muchos años que no va a la cancha ni mira partidos por televisión, aunque le alegra saber si Racing gana o sale campeón. “Yo no he progresado como ha progresado la sociedad argentina. Si usted hubiera convivido con aquellos jugadores se hubiera dado cuenta de que todo lo que sucedía en el curso deportivo tenía más que ver con la aspiración de ser el mejor, de ganar y de no perder más que con otros aspectos. Los valores han cambiado mucho. Posiblemente sea un estado de vejez de mi parte decir que todo tiempo pasado fue mejor”.
A pesar de ese escepticismo, Antín habla con entusiasmo de Racing, de la película y de la posibilidad de que la proyecten con la presencia de los hombres de aquel equipo. Como si hablar sobre el documental, recordarlo, le devolviera el encanto por el fútbol.
En el corto, que se filmó antes de que Racing ganara la Copa Libertadores (aunque ya se estaba jugando y hay imágenes de un partido con River) y la Intercontinental, se ve una escena sobre la que Renan no hace mención porque quizá haya resultado común para la época: los jugadores de Independiente le ponen la banda de campeones a sus colegas de Racing entre abrazos. Vista ahora, en tiempos donde los clásicos pueden llegar a ponerse por encima de un campeonato, quizá no resulte tan frecuente.
El relato de la película tiene, incluso, un hilo de conexión con el presente; se trata de una coincidencia curiosa con el título de 2014 y con el paradigma de un Racing positivo, la idea de una energía y una fe puesta al servicio del equipo. Sin personalismos. Sin hinchismo. Sin la cábala como método. Recuperar la película de Antín –verla o volver a verla- no significa sólo escarbar en la memoria racinguista para encontrar la gloria del pasado -el bronce en blanco y negro- sino que puede tratarse también de un aprendizaje, una forma de entender el presente en colores.
*El documental se proyectará esta noche (4/11) a las 21 hs. en el Teatro Roma de Avellaneda, con entrada libre y gratuita.
Publicado en Informe Escaleno – Octubre 2015