Un periodista amigo investigó como se debe y escribió una larga crónica sobre el origen de Lionel Messi en la Selección Argentina. La muy buena Revista Anfibia publicó una versión reducida de esa investigación, y nosotros decidimos publicar el texto del colega completo, en entregas semanales. Hoy les entregamos la segunda: Leonel Mecci, Parte II: La ruta del video M. 

Acá pueden leer la Parte I: Un VHS en el hotel.


Vivas sabía que faltaba un mes para regresar “al predio”, como suele llamarse en la jerga de la AFA a las modernas instalaciones que tiene la Asociación en Ezeiza. Le pareció una buena idea, con la aprobación de Bielsa, anticiparle la novedad por teléfono a Hugo Tocalli, el entrenador de la selección sub 17 de Argentina, y aconsejarle que citara a Messi antes de que fuera tarde. Igual que España, la Argentina disputaría el bendito Mundial de Finlandia en 2003. Por toda respuesta, Tocalli –un hombre reflexivo– prometió ver los videos cuando Vivas estuviese otra vez en Ezeiza.

La Selección de Bielsa inició su ciclo post-mundialista el 20 de noviembre de 2002 con un aburrido 2-0 frente a Japón, de visitante. Dos días después, el cuerpo técnico volvía al país; Claudio Vivas no esperó más: fue del aeropuerto al predio y le entregó los videos a Tocalli. Le volvió a sugerir la conveniencia de convocar al chico argentino del Barcelona, pero Tocalli se mantenía en su postura: no iba a dar ningún paso sin analizar bien la situación. Ante la indecisión de Tocalli, Vivas llegó a preguntarle a Bielsa si no sería bueno hacer viajar a Messi a participar de entrenamientos de la selección mayor, y así evitar que España lo llevara a Finlandia.

me2Al final, Messi no fue a Finlandia ni con España ni con Argentina. Ni vino al país a trabajar con Bielsa. En vez de citarlo, Tocalli llamó al papá y le explicó que ya tenía un grupo armado, con el que trabajaba desde hacía dos años, y que no le parecía bien hacer un cambio a esa altura. Jorge Messi se quedó con una promesa: a su hijo lo tendrían en cuenta más adelante.

Como jefe de equipo, Tocalli asumía un riesgo enorme, que bien podría haber quedado como una mancha de café en su impecable currículum de entrenador de juveniles: dejaba pasar la oportunidad de fichar al que hoy el mundo reconoce como el mejor de todos. Si no le salió mal fue por la tozudez de Lionel, que seguía esquivando a España igual que a los defensores que le querían quitar la pelota.

Ya en Finlandia, durante el Mundial, Tocalli constató personalmente que España seguía al chico de cerca. También pidió referencias más directas: en el plantel argentino estaba el defensor Luciano Formica, que había sido compañero de Lionel en Newell’s, cuando los dos andaban por los doce. Formica le dijo lo que todos: “Es un crack”. Algo parecido les comentó Fábregas a los chicos argentinos después la entrega de premios del torneo, en el que España derrotó con dos goles suyos en semifinales a la selección de Tocalli: “Si traían a Messi, eran campeones ustedes”. Argentina terminó tercera y España segunda, detrás de Brasil. Era agosto de 2003.

Messi-Hugo-Tocalli-hace-anos_OLEIMA20160627_0212_29Tocalli seguía resistiendo todo, hasta el peso de un llamado telefónico de José Pekerman, su antiguo jefe. En octubre, dos meses después de volver de Finlandia, Tocalli trabajaba en la lista de los jugadores que llevaría al Mundial sub 20 de Emiratos Árabes, que tenía que presentar a fin de ese mes; prácticamente tenía definida hasta la letra chica. Pero Pekerman, entonces mánager del club español Leganés y antes el entrenador de juveniles más exitoso de la historia de las selecciones argentinas, iba a intentar cambiarle los planes a su amigo.

Atraído por algunos comentarios, una tarde llegó al campo del Alcorcón, en las afueras de Madrid, a ver un partido de cadetes entre ese club y el Barcelona. Enseguida descubrió cuál era el chico argentino del que le habían hablado: el que llevaba la pelota imantada a su pie izquierdo. Quedó rendido. Después del partido, se le acercó y charlaron brevemente. El diálogo lo recordó el propio Pekerman, ocho años más tarde, en una entrevista con El Gráfico.

—Vos sos argentino, ¿me conocés a mí?

—Sí, usted es Pekerman, el de la Selección.

—Pero mirá que no dirijo más la Selección, me fui el año pasado.

—Sí, está en el Leganés, me lo dijo mi papá.

—No estoy más en la Selección, pero yo represento siempre al fútbol argentino, así que hoy voy a hablar con Hugo Tocalli, que está armando el equipo para el Mundial. Vos contale a tu papá.

Pekerman volvió a su casa y esa misma tarde llamó a Tocalli, su mano derecha en los recientes y gloriosos años con el escudo de la AFA en el pecho. Le dijo que sabía que faltaba poco para el torneo, pero que el chico valía la pena. Tocalli escuchó, respetuoso, porque sabía que José no era de exagerar. Pero si le había parecido imprudente llevar sobre la hora a un chico que no conocía a un sub 17, convocarlo apenas dos meses después a un Mundial sub 20 le sonaba a locura. Y Tocalli siempre fue sensato.

El torneo pasó y las gestiones de España fueron proporcionales a la pasividad argentina; en noviembre de 2003, Ginés Menéndez, uno de los entrenadores de las selecciones juveniles españolas, viajó de Madrid a Barcelona a pedirle a Jorge Messi que Lionel aceptara de una vez y fichara para ellos. También el Barça operaba con elegancia para que el chico eligiera la selección local, sobre todo desde el poder de influencia que Carles Rexach tenía sobre la familia; el jefe de los formadores de la cantera del club era quien había firmado en una servilleta el simbólico contrato entre la institución y el chico, el día de la prueba, el 14 de diciembre de 2000. El papá volvió a preguntarle y Lionel volvió a decirle que prefería seguir esperando a Argentina.

Pero la cuerda estaba ya demasiado tensa. Advertidos, en Ezeiza se dieron cuenta de que ya no había margen para la palabra contenedora y la promesa a futuro. Había que hacer algo más.

El despertar ocurrió en el estadio Monumental, la noche del martes 30 de marzo de 2004. La selección mayor atacó todo el partido a Ecuador, por las Eliminatorias del Mundial Alemania 2006, hasta que Hernán Crespo calmó los nervios de los 40 mil espectadores con un derechazo violento. Fue 1-0, con Bielsa y su asistente Vivas sentados en el banco argentino. En las entrañas del club, Hugo Tocalli se reunió con Julio Grondona tras el partido y, después de los comentarios de rigor, fue al grano. Le habló del tal Messi, de su talento, de los videos, de la insistencia de España por robarse la joya, de la llamada de Pekerman. Le habló del riesgo que se estaba corriendo, también. Sin ninguna competencia en el calendario inmediato de la selección juvenil, estuvieron de acuerdo en que debían inventar algo que sirviera de excusa para convocar a Lionel.

Un partido. Amistoso, aunque sea.

PARTE III: Díganle Mecci.
PARTE IV: El 17.


*Esta crónica fue publicada en una versión reducida en la revista Anfibia.