En el diario As, se publicó una muy interesante columna de Veronica Brunati, que analizaba particularmente unas declaraciones de Lionel Messi. El jugador había dicho lo siguiente, en una entrevista con Gastón Recondo:
“Si nos va mal este Mundial tenemos que desaparecer todos. Es muy complicado que siga alguno porque son muchos años que estamos, muchos partidos, varias Copas América, el Mundial anterior… la gente se cansa. Quiere ver caras nuevas. Todo pasa por el resultado y la gente quiere resultados y si no ve resultados quiere caras nuevas. Lo venimos pensando hace rato, desde la Copa anterior perdida. Todo pasa por el resultado” (acá la entrevista completa).
“No, Lionel, no todo depende del resultado. Competir conlleva la posibilidad de perder. Perder no es fracasar. Fracasar es no intentar en el deporte, como en la vida. Es no tener la posibilidad de ganar, empatar o perder. Y en el deporte como en la vida, el azar juega su rol determinante. Y es lo maravilloso del deporte y de la vida: lo imprevisible. Bienvenido al club de los fracasados.
En el fútbol, en un Mundial, el azar puede estar marcado por las pelotas que chocaron en los palos, las lesiones, los fuera de juego mal cobrados, un mal arbitraje, un rival que tuvo su día de gloria aunque técnicamente sea peor que Messi. Infinidad de circunstancias aleatorias. Tan aleatorias como el gol de Maradona a los ingleses con la mano, que no cobró el árbitro Bogdan Dochev.
Puedo comprender por qué Messi se apropió del discurso de su enemigo. Se le hizo carne, como a muchos argentinos. Es tal vez lo que esperan que él diga, la miserable victoria de los oráculos del éxito: Messi, el futbolista que rompe toda la lógica en la cancha, el mejor del mundo, apropiándose del discurso de sus detractores y asumiendo la posibilidad de fracasar con la Selección Argentina. Y puedo imaginarlos regodeándose con su dolor y el de su generación cuando dijo: “Si nos va mal nos tenemos que ir todos” (por el Mundial de Rusia 2018).
No dejo de pensar que es el argumento perverso con el que sus enemigos en la Argentina le machacan desde que se puso la camiseta de la Selección Argentina. El argumento con el cual inducen al espectador de fútbol a desacreditar su fabulosa carrera deportiva en el Barcelona. Y cuando la utilizan enseguida sacan la foto de Diego Maradona levantando la Copa del Mundo.
En la sociedad Argentina el fracaso, la idea del fracaso se adueño del fútbol: ya no se gana o se empata o se pierde, que son las reglas generales del fútbol en el mundo. Ahora se gana o se fracasa. Y ese paradigma tiene mucha fuerza por ser el paradigma de un puñado de periodistas, voceros de grupos multimedia, dueños del fútbol argentino. Y como una mentira repetida mil veces tiene presunción de verdad en la era de la mass media esta mentira, se ha convertido en el paradigma con el que los hinchas de futbol evalúan el desempeño del fútbol argentino. Y esa mentira ahora la prolifera Messi, que siente que si no gana un mundial es un fracasado. No lo culpo. Qué nos quedaría en esta sociedad para los demás que no somos Messi. Porque ni siquiera quienes proliferan este discurso son Messi en su profesión”.
La columna sigue, y habla oportunamente de otros deportes que no son el fútbol: allí sí se puede salir segundo sin generar un debate acerca de ser un fracasado, un perdedor.
Un detalle que Brunati deja de lado: no son solamente los comunicadores quienes martillan en este sentido. Ni tampoco los únicos que ponen en duda a Messi y su generación como una manga de pechofríos fracasados. De hecho, alcanza con darse una vuelta por las redes sociales para comprobar la vigencia de este pensamiento.
La triste epifanía es que el discurso hizo mella en el propio Messi. Si sale desde el epicentro mismo de la Selección, el punto de vista se legitima. Aunque sea penoso.
Y es efectivamente penoso.
Pero damos fe, porque somos parte, de que existe una minoría que se dedica a mirar y disfrutar, no solamente a Messi en el Barcelona y la Selección, también a equipos que juegan bien y a veces pierden. Porque quienes nos siguen lo saben (para ellos no hay novedad en esto): lo que más nos importa es arriesgar. Jugar. Encontrar placer allí donde hay placer. Sumar momentos de alegría. Llorar al perder una final, incluso. Por qué no. La vida tiene sus partes. Sus momentos de luto y sus momentos de risa. Difícil valorar a uno si no se pasó por el otro. Preferimos acumularlos humanamente, y no negar la posibilidad de derrota.
A diferencia de los que exigen una victoria, somos perdedores. Y la única certeza que tenemos es nuestra falibilidad, nuestra humanidad, en fin, que nos ayuda a alegrarnos exageradamente con una victoria, aunque sea mínima.
Es lo único que nos llevaremos de este mundo, más allá de los resultados. Y más allá de que a Messi le parezca insuficiente.